Funciones familiares que promueven o dificultan el crecimiento mental de los hijos. Carme Vilaginés.

FUNCIONES QUE PROMUEVEN EL CRECIMIENTO O MENTAL

Las funciones que una familia debe llevar a cabo con sus hijos pueden resumirse en las que han descrito Meltzer y Harris. Estos autores hablan de cuatro funciones esenciales que facilitan el crecimiento mental. Se refieren, en primer lugar, a la capacidad de generar amor, de cuidar del otro, de tenerle en cuenta. En segundo lugar, hablan de la capacidad de generar esperanza, pero no una esperanza mágica («cuando sea mayor, haré esto o aquello», como si todo dependiese únicamente del paso del tiempo), sino una esperanza basada en el trabajo para conseguir lo que se desea. En tercer lugar, describen la capacidad de pensar y de entender, a través del pensamiento, qué es lo que está ocurriendo y qué puede hacerse para salir airoso de ello. Finalmente, citan la capacidad de contener el sufrimiento mental, de enfrentarse a él serenamente y de intentar calmarlo (Meltzer y Harris, 1989).

FUNCIONES QUE DIFICULTAN EL CRECIMIENTO MENTAL DE LOS HIJOS

Meltzer y Harris también se refieren a unas funciones contrarias, que no sólo no facilitan el crecimiento. Sino que son susceptibles de interrumpirlo e, incluso, de hacer retroceder emocionalmente a las personas.

Hablar en primer lugar, de la generación de odio. El vínculo que se establece a través del odio puede ser mucho más poderoso que el basado en el amor. Hay familias que se mantienen unidas, sufriendo mucho, eso sí, «gracias» al odio de los unos hacia los otros. El Dr. Jorge Thomas, en los cursos que impartía sobre el trabajo con familias, lo explicaba diciendo que el vínculo amoroso cuesta de mantener, hay que cuidarlo, requiere un esfuerzo emocional a veces difícil de hacer. Decía que, en cambio, la relación basada en el odio no necesita ningún esfuerzo, es más fácil porque no obliga a tener que cuidar a nadie.

La segunda función familiar de carácter negativo es la siembra de desesperanza, el funcionamiento a base de eslóganes desalentadores como, por ejemplo, «no hay nada que hacer», «no podrás resolverlo», «esto no hay quien lo arregle», « la has hecho tan gorda que ya no tiene remedio».

Una tercera función, también disfuncional, es la creación de confusión, cuando no hay un pensamiento constructivo y el funcionamiento se basa esencialmente en mentiras. Un grupo, decía el Dr. Thomas, sea del tipo que sea, para poder progresar tiene que contar con pensamiento, tiempo, discusión y desacuerdos. Hay familias que no toleran los desacuerdos, todo tiene que ser bonito y perfecto. Para conseguir vivir con esta ilusión, basan su convivencia en mentiras, suelen convivir con secretos familiares que todo el mundo conoce y de los que nunca se habla. Pensemos, por ejemplo, en familias en que el padre o la madre tenga problemas con el alcohol. Todos lo saben, pero simulan que no pasa nada, lo disimulan y lo convierten en un tema tabú. Esto confunde a los hijos, les acostumbra a convivir con mentiras a la larga, les puede convertir en embusteros sistemáticos.

Finalmente, hablan de la tercera función antiprogreso: es la creación de angustia persecutoria. Cualquier miembro de Ia familia en un momento dado, puede experimentar una sensación de miedo, de terror. Si no puede contenerla, tenderá a esparcirla y hacerla sentir a otro familiar: es lo que hacen los recién nacidos cuando lloran desesperadamente: esparcen su sufrimiento para conseguir que alguien lo recoja y se haga cargo del mismo. Si hace lo mismo uno de los adultos de la familia y el otro no es lo suficientemente fuerte para ayudarle, el malestar irá a parar a los más débiles, los hijos y precisamente por el hecho de ser los más débiles, no podrán hacer nada para superarlo: sucumbirán a él. Esta puede ser la razón de fondo por la que muchos niños enferman psíquicamente. El  dolor  mental ha quedado depositado en ellos y no pueden superarlo.

EL SUFRIMIENTO MENTAL

Hay diferentes maneras de enfrentarse al sufrimiento mental, sea del tipo que sea. Según la manera que se utilice, se obtendrán resultados más o menos satisfactorios. Hay quien puede enfrentarse a ello cara a cara y, pensando en el problema que le genera el sufrimiento, es capaz de transformarlo o adaptarse a él en las , mejores condiciones posibles. Por ejemplo, si nos hallamos en un laberinto desconocido, sólo podemos aspirar a salir de él si nos inquietamos, nos plantemos el problema y hacemos lo necesario para encontrar la salida, es decir, si nonos quedamos quietos, desesperados y nos damos por vencidos. Enfrentarnos al conflicto es la única manera susceptible de adquirir experiencia, de promover los aprendizajes y de impulsar hacia delante.

Un intento de solución menos maduro es pensar que no está pasando nada, querer creer que la realidad no es lo que es. Pero la realidad acaba siempre por imponerse y este sistema no sirve ya que, contrariamente a lo que se desea, acaba produciendo mucha más inquietud cuando se comprueba que el malestar no desaparece.

Finalmente, hay quien acude a mecanismos más primitivos todavía e intenta escapar al sufrimiento viviendo en un mudo imaginario, producto de su fantasía. Recordemos, como ejemplo, el film La rosa púrpura del Cairo, de Woody Allen, en el cual la protagonista, que tiene una vida de desastre, intenta creer que vive una aventura llena de ilusión yendo a ver, una vez tras otra, la misma película. Pero esta falsa ilusión que le proporciona el cine acaba hundiéndosele y vuelve a hallarse enfrentada a su dura realidad. La fantasía sólo le ha servido de distracción momentánea. Esta manera de hacer es una negación absoluta de la realidad, es vivir fuera del mundo y es lo peor que puede ocurrirle a una persona, porque le paraliza la capacidad desarrollo.

CARME VÍLAGINÉS. LA OTRA CARA LA ADOPCIÓN Aspectos emocionales los que no se habla. Xoroi Edicíons

 

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