Los niños ansioso-ambivalentes han tenido cuidadores crispados, tensos, a veces hostiles, en ocasiones sintonizados y conectados emocionalmente con el niño pero en otros momentos, negligentes, rechazantes, olvidadizos… En una palabra: cambiantes. Por eso agradecen y se benefician de adultos con perfiles de apego seguro que son capaces (tras mucho tiempo y trabajo) de regular rápido al niño.
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