En el artículo EL MALTRATO INFANTIL Y SUS EFECTOS EN EL AULA. UNA MIRADA COMPRENSIVA DESDE LA INTERVENCIÓN EDUCATIVA de la revista científico profesional CRÓNICA Conchi Martínez Vázquez Licenciada en Pedagogía y en Psicología ayuda a la visibilización del maltrato y sus efectos en las distintas esferas de la vida del niño o niña que lo padece.
En el destaca la necesidad de formación por parte de los y las docentes no sólo para la detección e identificación de situaciones de riesgo, sino también para la atención de este perfil de alumnado desde una mirada biográfica y no patográfica que tenga en cuenta las serias repercusiones que los malos tratos pueden tener en el rendimiento escolar así como en las relaciones interpersonales, al verse comprometido el desarrollo cerebral y sus funciones.
De dicho artículo hemos extraído los párrafos que nos han parecido de más relevancia, así como la conclusión que podéis leer en su totalidad pinchando también en el siguiente link: Maltrato infantíl y sus efectos en el aula.
Al final del post tenéis un link para acceder a la revista al completo.
El maltrato sufrido a una temprana edad puede tener consecuencias psicológicas y neurológicas irreversibles que afectarán no sólo al desarrollo físico y social del niño o niña que lo padece, sino también, y de una manera muy significativa, a los aprendizajes que va a realizar en los contextos educativos, principalmente en la escuela.
[…]En no pocas ocasiones las relaciones más dolorosas e intensas provienen de aquellos que deberían cuidar y proteger al niño o niña quienes, a través de experiencias traumáticas, irán dejando una huella imperecedera en su cerebro y, por lo tanto, en su mente.
La conducta, los aprendizajes y la forma en que cada niño o niña se va a desenvolver y participar en los diferentes contextos, es resultado de la interacción entre su genética y las experiencias que su entorno primario le provea. Es decir, aunque el cerebro es el órgano más complejo y potente del que disponemos incluso desde antes de nacer, su desarrollo está condicionado y depende de las experiencias de buenos tratos, que posibilitarán el desarrollo de un apego seguro. Sólo a partir de éste es posible el desarrollo armónico de los sistemas que gestionarán las diferentes funciones sensoriales, cognitivas, emocionales y conductuales.
[…]El maltrato, principalmente si es crónico, tiene un efecto generalizado sobre el desarrollo cerebral – y de la mente-, interfiriendo en la capacidad de integrar la información como un todo. Tal como recogen Amores y Mateos (2017) tras la revisión de literatura sobre neuropsicología del maltrato, los problemas neuropsicológicos secundarios evidencian la existencia de un trastorno del desarrollo del tipo bio-psico-social al provocar que las habilidades psicosociales de base neurológica no se desarrollen en condiciones óptimas, condicionando la capacidad de adaptación y desempeño actual y futura (Figura 1). Esto puede traducirse en problemas de empatía, tendencia a experimentar emociones negativas, mayor reactividad emocional, mayor percepción de hostilidad en los otros, comportamiento impulsivo, limitaciones en los dominios intelectuales y mayor probabilidad de ejercer violencia en la vida adulta.
EL MALTRATO INFANTIL Y SU EXPRESIÓN EN LAS AULAS
[…]
La OMS, en su guía Prevención del maltrato infantil: Qué hacer, y cómo obtener evidencias (2009) señala que:
Los niños que han padecido abusos y desatención crónicos durante sus primeros años pueden vivir en un estado permanente de alerta exacerbada o de disociación, atentos a las amenazas que pudieran surgir en cualquier tipo de situación. Su capacidad para beneficiarse de las experiencias sociales, emocionales y cognitivas puede resultar disminuida. Para poder aprender e incorporar nueva información, tanto en el aula como ante una nueva experiencia social, el cerebro del niño debe encontrarse en un estado de “calma atenta”, que el niño traumatizado rara vez conoce. Los niños que no han conseguido desarrollar unos vínculos saludables con sus cuidadores y cuyas primeras experiencias emocionales, perjudiciales para su cerebro, no hayan sentado las bases necesarias para un desarrollo emocional positivo podrían ver limitada su capacidad de empatía.
[…]Es decir, estímulos neutros o insignificantes activan esa alarma permanente, incluso en contextos no violentos como la escuela. Y ello es así porque la atención se focaliza prioritariamente en el peligro de daño y en el reconocimiento de las vías de escape posibles y, en consecuencia, el espacio para el aprendizaje de nuevas experiencias y nuevos contenidos queda altamente limitado (Baita, 2003).
OBJETIVO DE LA ESCUELA: ¿BIOGRAFÍA O PATOGRAFÍA?
¿El sistema educativo en general y los y las docentes es particular están suficientemente preparados para atender necesidades “especiales” que no encajan en las categorías diagnósticas tradicionales? ¿Cómo responder o dar respuesta a necesidades que no son identificadas como tales por la comunidad educativa?
Quizás, uno de los grandes retos actuales de las políticas de educación sea dotar a los profesionales del ámbito escolar de los conocimientos que les permitan comprender que, como dice Gonzalo Marrodán (2009):
La causa de la mayor parte de los problemas de los niños y las niñas no están en los niños mismos sino en la relación de estos con su contexto vital, particularmente con sus padres o cuidadores, que por sus incompetencias parentales, no han sabido cuidarlos, ni educarlos o guiarlos como lo necesitan, y que en ocasiones más graves les han hecho daño, y que la mayor parte de las veces las dificultades que manifiestan los niños en el contexto escolar son una expresión de sufrimiento y de daño, casi siempre crónico y muchas veces invisible.
Este autor, desde su experiencia en la práctica en el tratamiento de niños y niñas que han sido víctimas de malos tratos, realiza una de las aportaciones más genuinas y novedosas que en la actualidad disponemos para orientar las prácticas educativas dirigidas a este perfil de alumnado. Desde el prisma basado en una mirada biográfica y no patográfica y la concepción de que los trastornos que perturban la convivencia en el aula son una forma inadecuada de estos niños y jóvenes de hacer frente a su sufrimiento, José Luis Gonzalo propone una serie de pautas que constituyen una importante y útil herramienta para la intervención educativa de estos niños y niñas. Se trata de actitudes o modos de afrontamiento que mejoran la práctica educativa y promueven el buen trato desde la escuela para con este perfil de alumnado. (En el documento podéis leer las propuestas del autor)
El gran desafío que plantean los niños y las niñas con dificultades para aprender y comportarse adecuadamente en el aula no es solo el ofrecerles una solución a sus problemas académicos, sino también detenerse un momento para comprender por qué son como son y por qué hacen lo que hacen (Gonzalo Marrodán, 2009). Los niños y niñas maltratados actúan muchas veces distinto a la norma, sin que por ello podamos decir que son anormales, aunque sus contextos familiares a veces sí lo son, y porque sus aprendizajes les llevaron a modos de actuar que les sirvieron en sus contextos maltratantes para soportar mejor el sufrimiento, por lo que el reto es ayudarles a que comprendan que no los necesitan en la escuela. Pero para que ello se produzca, la escuela no puede convertirse en otro entorno hostil y amenazante. La hipotenusa o el ciclo del agua que se aprende en la escuela dejan de ser importantes cuando se piensa y se siente en modo supervivencia, cuando lo que peligra es la propia integridad física o cuando se es testigo y por tanto víctima de violencia machista.
Conocer los principios neurobiológicos que rigen la maduración cognitiva y emocional social del niño o niña por parte de los y las docentes, identificar los ritmos y modalidades madurativas, las consecuencias derivadas de una práctica parental maltratante, es fundamental si se quiere ayudar a estos niños y niñas a desarrollarse plenamente y sentirse integrados.
Se necesita un sistema educativo capaz de proporcionar afecto y conocimientos, con profesionales que reciban la formación e información necesarias para comprender este fenómeno, pero también para no revictimizar. En palabras de Jorge Barudy “El estado de bienestar de un niño no es nunca un regalo o el efecto de la buena o la mala suerte. Al contrario, es un proceso humano, nunca individual ni siquiera únicamente familiar, sino el resultado del esfuerzo conjunto de la comunidad”.
La escuela como institución que alberga a los niños, niñas y adolescentes durante una etapa fundamental para la constitución psíquica, intelectual y social, debe asumir con responsabilidad constituirse en un entorno protector y velar por el respeto a los derechos de toda la población que a ellas asiste (Unicef, 2011).
La revista científico profesional CRÓNICA nace con la intención de promover la investigación pedagógica y psicopedagógica y excelentes prácticas profesionales, en todos los ámbitos donde la pedagogía y psicopedagogía están presentes. Cabe remarcar el esfuerzo por la calidad de CRÓNICA, que cuenta con unos Comités científico y profesional de primer orden que garantizan, en su máximo exponente, la calidad de los artículos publicados. ACCEDER A LA REVISTA AL COMPLETO.
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