Me pidió Mercedes Moya, ya hace unas semanas, que escribiera algo sobre este tema y pensé: para esto voy a documentarme porque no quiero escribir sobre lo que para mí es una u otra cosa.
Quiero escribir recogiendo ideas de más fuentes.
¿Dónde vas tú a buscar información, así de primeras?
¿A Google, verdad?
Pues yo también.
Y…¡oh sorpresa!
Pongo “sobreprotección” y me aparecen no sé cuantísimos artículos, todos ellos advirtiendo de las horribles consecuencias que pueden traer para los hijos, los padres sobreprotectores, o padres helicóptero, que llaman también ahora.
¿Y qué aparece si pones “presencia parental”?
Pues prácticamente nada.
Algún artículo sobre la importancia de que el padre esté presente en la crianza como figura de referencia, y para de contar.
Mal vamos a aprender así, ni siquiera a informarnos, de lo que de verdad es importante.
¡Vamos al lío!
Indagando en los artículos que me ofrecían de “sobreprotección” me he encontrado afirmaciones como estas:
“Exceso de protección de los padres hacia los hijos”.
(Nuestros hijos, en ocasiones, necesitan ser protegidos hasta de sí mismos)
“Realizar actividades que los hijos ya pueden hacer por sí solos a cierta edad (vestirse, peinarse) porque los padres se sienten así seguros e importantes”.
(Yo sé hacerme la cena o la comida perfectamente, pero me encanta cuando mi marido o uno de mis hijos, deciden hacerla ellos)
“La sobreprotección ocasiona tener más miedos porque no se afrontan”.
(Entonces si mi hijo de 5 años, que ya puede dormir solo, me pide que duerma con él, o se viene a dormir conmigo porque tiene miedo, ha tenido un mal día, etc. ¿Tengo que dejarle que afronte el miedo solo para que no tenga más?)
“Faltarles autonomía puede derivar en problemas graves como la falta de identidad o no tolerar la frustración”.
(Nuestros hijos ya tienen un serio problema de identidad que necesitan que acompañemos, y suelen tolerar la frustración regular por las consecuencias de la A.T., no ayudarles cuando lo necesitan, aunque puedan hacerlo solos, no va a mejorar eso)
“Anticiparse en la satisfacción de las necesidades de tal forma que no les dejan desarrollarse”.
(Dependerá de que necesidades y de como afecten a su desarrollo)
“Buscan soluciones a sus problemas incluso antes de que pidan ayuda”.
(Muchas veces, conforme nuestros hijos van creciendo, hay que irles dejando a ver hasta donde se pueden desenvolver solos pero, hay otras situaciones, en las que sabemos que nuestros hijos tienen dificultades para manejarse, y lo más prudente es anticiparse y buscar la manera de que les afecte lo menos posible para no retraumatizar)
“Los padres sobreprotectores están de forma continua pendientes de evitar que sus hijos se expongan a situaciones conflictivas, angustiantes o dolorosas”.
(Nuestros hijos han pasado por situaciones traumáticas que disparan su sensación de angustia o de estrés, así que sí, es nuestra responsabilidad evitar que se expongan y se retraumaticen)
¿Por qué he apostillado cada una de las afirmaciones que me he ido encontrando?
Porque me encuentro entre mis acompañadas a demasiadas familias que se sienten juzgadas como “sobreprotectoras” por como crían y acompañan a sus hijos en su crecimiento y no me parece justo.
Nuestros hijos no tienen las mismas necesidades que los demás, muchos de ellos no llevan el crecimiento evolutivo a la par que sus compañeros, o lo llevan muy desequilibrado, y además, han pasado por situaciones por las que no deberían haber pasado nunca, y que les han dejado unas marcas, en su estructura cerebral y emocional, que hace falta atender de otra manera para repararlas y que consigan, con suerte, superarlo.
Como os decía al principio, también intenté buscar artículos e ideas sobre presencia parental pero no encontré nada, así que tuve que tirar de mi biblioteca y echar mano de mis referentes.
Haim Omer y Philip Streit en su libro “Hacia una nueva autoridad” lo llaman “La presencia o el arte de estar ahí”.
Cuando yo leí y estudié este libro en el Taller de parentalidad no violenta de Javier Múgica, fue una de las herramientas que más me gustó y de las que me sentí más identificada y también que mejores resultados me dio implementar en mi propia familia.
Te cuento un poco de qué va:
Se trata de estar ahí para ellos, que nuestros hijos sientan que estamos y vamos a seguir estándolo pase lo que pase. Que somos su padre y su madre y no nos van a apartar ni a despedirnos, que no pueden excluirnos (algo que, en la adolescencia, les tienta mucho).
Debemos apoyar y acompañar y también establecer límites.
Establece 2 tipos de presencia la interior y la exterior:
Interior:
Mi hijo me necesita aunque aparente que no.
Mi fortaleza protege al niño y le da seguridad.
Confío en que mi hijo es capaz de hacer frente a los desafíos.
Confío en que mi hijo hará frente a mis mensajes aunque no le gusten, y debo decirle lo que pienso.
Exterior:
Estamos ahí física y emocionalmente.
Siempre estaremos ahí duren lo que duren las dificultades.
Nos ocupamos de dejar las reglas claras.
Nosotros, como padres, tenemos la responsabilidad de estructurar la relación con él, oponiéndonos a situaciones que nos puedan parecer peligrosas.
Esta presencia se va construyendo poco a poco y puede aprenderse, como si de un entrenamiento se tratara, vamos ganando peso como padres, construyendo un nosotros, se trata de auto controlarse y no ceder a las reacciones que nos surgen cuando hay un conflicto y, a la vez, dejamos atrás la idea de poder controlarles puesto que solo podemos controlarnos a nosotros mismos.
Y luego he echado mano de ese otro libro de Íñigo Martínez de Mandojana ,“Pero a tu lado” en el que habla de “la presencia útil”.
La presencia útil es estar pero no de cualquier manera, sino de una manera más implícita que verbal, para que vayan cogiendo la seguridad que necesitan, fortalezcan su estructura interior, y vayan ganando autonomía.
Es verdad que, a veces, las situaciones se tensan hasta puntos increíbles, pero jamás debemos permitir que se rompan por nuestra parte. Ellos podrán hacer lo que sea, pero debemos seguir ahí.
Cuando nos damos cuenta de que la situación nos sobrepasa o que no contamos con herramientas suficientes, es porque hemos llegado a un punto muy interesante, en el que ya hemos quitado el foco de ellos y nos hemos trasladado la responsabilidad a nosotros mismos.
Para conseguir tener esas herramientas terapéuticas, es imprescindible que otro te acompañe, te recoloque, y te calme.
Cita una máxima que comparto totalmente: “Autonomía sin supervisión es igual a abandono” y nuestros hijos de abandono ya han tenido bastante, necesitan de nuestra presencia.
Yo le digo muchas veces esto a mis hijos “Si no te dijera tal cosa, no estaría ejerciendo mi responsabilidad de madre, y te estaría abandonando. Aunque sé que igual no te gusta escucharlo, te lo tengo que decir, y luego tú ya decides” (con 17 y 18 años)
Como dice Íñigo, necesitan a alguien que los saque de los barros en los que se meten, y para ellos la incondicionalidad se vuelve imprescindible a pesar de las veces que metan la pata.
Yo a los míos les digo, si hablamos de meterse en problemas, que los iría a buscar al infierno si hiciera falta…de momento, no ha hecho falta. Solo quiero que no les quede ninguna duda.
Creo que queda clara la diferencia entre sobreprotección y presencia parental ¿no?
Y también creo que queda clara cual es mi postura al respecto.
Nuestros hijos nos necesitan de manera incondicional, aunque muchas veces lo disimulen muy bien, necesitan que nos calcemos las botas de goma hasta la rodilla y los ayudemos a salir de los barros en los que ellos se meten (que van a ser más fangosos cuanto mayores se hagan), necesitan que escuchemos sin juicio ¡qué difícil!
Que nuestra comunicación no verbal, ni paraverbal, ni ninguna otra no nos traicione y se den cuenta de que estamos poniendo en duda lo que dicen, o nos está pareciendo un horror lo que nos cuentan.
Acompañarles incondicionalmente, en función a su edad, y a la autonomía que ellos puedan asumir.
Quizá con uno de 12 y que igual aún estás tentada de acompañar a la puerta del cole, puedes negociar que baje solo; pero quizá hay otro que se siente tan inseguro que necesita que estés ahí, hasta el último momento, para saber que tiene tu apoyo.
O ese mismo chaval, en otra circunstancia, para cambiar de actividad, para dormir porque sigue dándole miedo, o cuando sea, necesita tu presencia para poder ir ganando en autonomía.
Tal vez tengas un adolescente en casa que parece que ni quiere hablar contigo, ¿qué tal si le envías un WhatsApp con alguna noticia que puede ser de su interés? ¿o con un sticker de buenos días?
Y repetírselo con ocasión y sin ella: Yo voy a estar aquí para ti siempre.
Que no les quede ninguna duda.
You must be logged in to post a comment.