Hasta hace poco todos los libros, blogs y cuestiones relacionadas con la adopción infantil hacían referencia casi exclusivamente al lado más amable y satisfactorio de la paternidad adoptiva, y los libros escritos por profesionales ( tan de agradecer, sin embargo) que señalaban o advertían de los problemas, las dificultades y algunos riesgos, estaban basados en crónicas de casos puntuales de niños con nombres ficticios que parecían ser casos clínicos, anormalidades, sucesos puntuales.
Tampoco es de recibo que ahora se pongan todos los acentos en la problemática y que no haya serie de televisión, película o personaje siniestro al que no se le atribuya la circunstancia adoptiva como el desencadenante de su malignidad estigmatizando la adopción.
Tan temerario e improcedente es estigmatizar a la adopción como lo sería obviar sus particularidades o pretender igualar la parentalidad adoptiva a la biológica cuyas diferencias son notables y no están vinculadas exclusivamente a la forma de llegar el hijo a la familia sino también a las historias previas de padres e hijos adoptivos.
Es necesario que se hable de la realidad adoptiva que mucha gente ignora, no para mermar el interés o el deseo de adoptar, sino como un algo absolutamente necesario para que quien opte por formar una familia por la vía adoptiva lo haga de manera consciente, bien informada y adecuadamente preparada, que conozcan los problemas que las familias adoptivas pueden tener y a causa de la falta de ayuda o información impiden, en muchos casos, el disfrutar de una buena y saludable relación familiar. Hay muchas adopciones frustradas o en peligro de fracasar y que podrían haber ido bien si desde el comienzo esas familias hubiesen contado con preparación, información, ayuda y asesoramiento.
Crearse falsas expectativas lleva aparejado que cuando aparecen las dificultades y problemas, al ser inesperados e insospechados, provocan decepciones que a veces las familias, por falta de preparación y de predisposición para pedir ayuda, no pueden soportar.
La información y la preparación no puede conseguirse en un fin de semana de cursillos o charlas informativas. Formarse no es aprender intelectualmente una serie de conceptos, sino interiorizar conocimientos que se adquieren de forma lenta, larga y laboriosa, comprender, asimilar, integrar y digerir conocimientos pudiendo elaborarlos para luego ser capaces de aprovecharlos y usarlos en el momento oportuno. Habría que procurar a las personas que deseen formar o ampliar su familia mediante la adopción, una preparación que les capacite para adelantarse a los acontecimientos, instruirles para la prevención.
Sería necesario por parte de la administración llevar a cabo una muy buena preparación y formación de los futuros padres adoptivos. La preparación para adoptar pasa por la necesidad de aproximarse a las necesidades y circunstancias de un menor en adopción, al mismo tiempo que explorar las propias motivaciones, sentimientos y emociones, las dudas, valorar la decisión con detenimiento, las capacidades psíquicas y emocionales, elaborar los duelos, ayudarles a reflexionar y profundizar sobre los aspectos reales que pueden ocasionar las secuelas que producen la historia previa de un niño susceptible de ser adoptado. Hacer un acompañamiento pre y post adoptivo profesional de verdadera asistencia, alejado de la idea de que se les está examinando, inspeccionando o vigilando. Habría que eliminar la ingenuidad y simplicidad con que muchas personas parecen abordar sus aspiraciones y concienciar sin aspavientos de que se trata de una decisión para la que hay que prepararse en conciencia, que conlleva riesgos para el bienestar futuro tanto del niño como de la familia que lo adopta y para la que hay que estar muy seguro de las propias capacidades, así como inculcarles la idea de que pedir ayuda y asesoramiento no significa ser menos competente, sino que fiarse de la experiencia y profesionalidad de los expertos es señal de fuerza y no de debilidad.
Hay que hablar de la complejidad adoptiva y de las gravísimas consecuencias con las que muchas familias se han encontrado por falta de preparación, por encontrarse con problemas de los que no tenían ni idea y que una adecuada formación y asesoramiento hubieran podido no evitar, pero si paliar.
No se trata de espantar a nadie o, tal vez sí, a todos aquellos cuya visión de la adopción sea meramente romántica y exenta de realismo, o cuyas motivaciones no concuerden con las necesarias para hacerse cargo de por vida de un menor que tal vez no pueda cumplir sus elevadas expectativas.
Se trata de promover la formación basada en una información verídica y objetiva de las circunstancias y sucesos con los que una familia adoptiva puede tener que enfrentarse empezando porque todo el mundo debería entender que “adoptar no equivale a tener un hijo propio” sino que es algo mucho más complejo, y que hay que empezar por no escandalizarse ni ofenderse por sentencias como esta.
En esta web tratamos desde esta perspectiva, de informar y divulgar cuanta información y trabajos consideramos de interés para las familias adoptantes o adoptivas. Poniendo el acento en que el ser padres por adopción es un reto no exento de dificultades, dificultades inherentes a la adopción, resultantes de la historia previa del niño que se convierte en nuestro hijo, y también de nuestra propia historia pero que al mismo tiempo lleva aparejadas todas las satisfacciones que genera la paternidad con un plus de superación personal, lo que quiere decir que para poder afrontar desde un principio el emocionante reto de ser padres por adopción es necesario haber superado las propias dificultades, elaborados los duelos de las propias pérdidas y superado los obstáculos administrativos, legales, sociales y hasta geográficos que en muchas ocasiones impone el intrincado camino de la adopción infantil, un camino que al llegar a la meta es cuando verdaderamente empieza el reto. El reto emocionante de ser padres por adopción.
Este nuevo curso seguiremos trabajando en ello y para ello contamos con quienes tengan algo que aportar para ayudar a las familias, a los maestros, a los profesionales y a cuantas personas lo precisen. Hay mucho por hacer, por aprender, por mejorar pero entre todos y sabiéndonos acompañados se aprecia menos la dificultad y se previene la soledad, esa que tantas familias perciben como un miembro más.
Mercedes Moya
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