Rechazo parental y ajuste psicológico y social de los hijos. Enrique Gracia Fuster

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES del trabajo titulado Rechazo parental y ajuste psicológico y social de los hijos. Enrique Gracia Fuster

A modo de introducción:

De acuerdo con un modelo que considera la conducta parental como un continuo, el maltrato infantil puede definirse como la expresión extrema de prácticas parentales de socialización severas y abusivas hacia el niño incapaces de promover la competencia psicosocial del menor. Este trabajo tiene como objetivo analizar las conductas parentales y el clima parental en familias de la población general y en familias consideradas en situación de riesgo de maltrato infantil, considerando tanto las perspectivas de los padres como la de los hijos, un aspecto que se ha descuidado tradicionalmente en la investigación sobre la interacción paterno-filial. Los resultados obtenidos en este estudio apoyan este modelo y permiten constatar que la conducta parental de los padres en el grupo de riesgo se caracteriza (independientemente de que se considere la perspectiva de los padres o la de los hijos) por menores expresiones físicas y verbales del calor y afecto y por niveles elevados de hostilidad, agresividad, indiferencia, negligencia y rechazo. Finalmente, se discuten algunas implicaciones para la prevención del maltrato infantil en grupos de riesgo.

El rechazo parental es, según Rhoner, la ausencia de calor, afecto o amor de los padres hacia sus hijos o el privarlos de éstos de modo significativo.

Puede adoptar tres formas:

a) hostilidad y agresividad;

b) indiferencia y negligencia y,

c) rechazo indiferenciado.

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

Los resultados obtenidos han puesto claramente de manifiesto que el niño rechazado es “diferente” en las dimensiones de ajuste psicológico y social, en relación con los niños cuyas relaciones con los padres se caracterizan por la aceptación. Y estos resultados se obtienen, independientemente de quién informe acerca de la conducta de rechazo (los niños o los propios padres). Son numerosos los estudios en los que se sostiene que la conducta del niño determina en buena medida la interacción paterno-filial y, específicamente, que los niños con problemas de conducta provocan técnicas parentales coercitivas en sus padres (3,6,12). La cuestión es, ¿son rechazados los niños como consecuencia de su conducta problemática, o sus problemas de conducta se derivan precisamente del rechazo? Los resultados de algunos estudios longitudinales (9) apuntan hacia una asociación recíproca y bidireccional entre la conducta problemática del niño y el rechazo parental (17).

Independientemente de qué sea primero, si las conductas parentales coercitivas y rechazantes o los problemas conductuales y psicológicos del niño, hemos podido comprobar que la conducta de los niños rechazados presenta numerosos problemas, que pueden manifestarse de forma internalizada o externalizada (30). El comportamiento internalizado puede caracterizarse por pasividad, apatía, retraimiento social, sentimientos depresivos, conductas autodestructivas, y por alteraciones nerviosas o problemas somáticos. Por el contrario, el comportamiento externalizado puede caracterizarse por impulsividad, hiperactividad, desobediencia, conducta destructiva, falta de autocontrol y, con frecuencia, por el comportamiento violento hacia otras personas y su entorno. En el caso de los síntomas externalizados, el niño tiene dificultades para inhibir con éxito el comportamiento socialmente inadecuado y controlar sus impulsos mientras que los niños con problemas internalizados parecen encontrarse en el otro extremo de la inhibición conductual (13).

Además, hay que tener en cuenta que la existencia de problemas de conducta en la niñez puede tener importantes repercusiones en el ajuste psicológico y social como adultos, tal y como han evidenciado numerosas investigaciones longitudinales (4,16). Así, se ha encontrado que existe una relación entre los problemas de conducta durante la infancia y el funcionamiento desajustado durante la edad adulta, incluyendo problemas de salud mental, abuso de sustancias y dificultades para manejar las relaciones sociales (14,30).

Por otra parte, los niños rechazados tienden a sentirse no queridos, inferiores, inadecuados, sus sentimientos de autoestima y aceptación son fundamentalmente negativos y tienden a percibir el mundo como un lugar inseguro, amenazador y hostil. Estos niños, además, muestran una escasa confianza en otras personas como fuentes de apoyo, confianza y seguridad.

Desde la perspectiva de la teoría del vínculo (7), se considera que estos niños pueden desarrollar expectativas (modelos internos de representación), de acuerdo con las cuales puede resultar difícil reconocer las figuras de vínculo potencialmente proveedoras de apoyo y en las que la conducta afectiva puede percibirse como hostil.

Esta falta de confianza en los otros, en la medida en que el mundo social es amenazante y hostil, puede ser un modelo útil de representación de las relaciones que permite al niño adaptarse y manejar las situaciones de forma relativamente adecuada. Sin embargo, la aplicación de este modelo a las situaciones neutrales o de apoyo puede dar lugar a reacciones defensivas o agresivas incluso cuando estas conductas son inapropiadas. El resultado, probablemente, es la pérdida de oportunidades para desarrollar relaciones (de niño y como adulto) basadas en el apoyo y la confianza, y provoca reacciones negativas por parte de los otros, como respuesta a la conducta defensiva o agresiva del niño rechazado (10,21).

Por último, hemos podido comprobar que el rechazo percibido por el hijo, tanto si proviene de la madre como del padre, se relaciona con problemas de ajuste psicológico y social del hijo. Pero ¿esto significa que ambos padres se comportan exactamente igual con su hijo?, ¿ que sus estrategias de interacción paterno filial son idénticas? Creemos que no. Quizá, lo que sugieren estos resultados es que la percepción de rechazo que tiene el niño, más que concretarse en conductas o personas, proviene de la percepción de un clima familiar de rechazo del que el niño, por su edad, no puede escapar y, probablemente, ni imaginárselo. Quizá, con muestras de adolescentes o jóvenes, con una mayor capacidad cognitiva para discriminar entre la conducta y las intenciones de cada uno de sus progenitores, aparezcan resultados diferentes con respecto a las consecuencias del rechazo paterno y materno en el ajuste psicosocial del hijo (41). No obstante, se necesita más investigación en esta dirección para entender mejor las consecuencias del rechazo y poder realizar intervenciones apropiadas para reducir el impacto negativo del mismo en el ajuste y calidad de vida de los hijos.

PARA ACCEDER AL PDF COMPLETO: Rechazo_parental_y_ajuste_psicologico_y (1)

Enrique Gracia, Marisol Lila, Gonzalo Musitu. Departamento de Psicología Social, Facultad de Psicología. Universidad de Valencia.

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