Cuando María Martín Titos me fichó como una de las cinco escritoras de Mariposas en el corazón… el libro no tenía nombre aunque si un propósito claro: teníamos que contar nuestra historia de manera honesta, explicar a quien quisiera saberlo, nuestra verdad sobre adopción, y teníamos que hacerlo siendo capaces de trasmitir el mensaje de que pese a lo difícil y duro que puede llegar a ser, en ocasiones, adoptar merece la pena. Mucho.
Nuestras diez adopciones, las que sumamos entre nosotras cinco son una clara muestra de ello. Experiencias de procesos de más de diez años, experiencias como madres con niños de todas las edades, venidos de todas partes, y a todas las edades, adopciones desde bebés hasta una niña de diez años, de nacionalidades diferentes, China, Europa del este, Europa oriental y España forman el panorama de las experiencias que quisimos compartir. Nuestras experiencias. Pero la esencia de este libro va más allá de nuestras historias, es el compromiso de contar desde nuestro corazón y de verdad la adopción desde dentro. Las preocupaciones, las angustias lo solas e incluso lo “malas madres” que a veces nos sentíamos.
Parecía que una vez llegados los hijos a nuestra familia se nos habían acabado los problemas a las madres y padres adoptivos.
Nadie nos dijo por ejemplo, que el vínculo, eso que en biología parece venir de serie, podría tardar tanto en manifestar sus primeros síntomas de que se estaba consolidando. Nos decían que una adopción se consolidaba cuando el niño adoptaba a sus padres… pero nadie nos dijo en qué consistía eso…
Uno de los valores de «Mariposas del Corazón. La adopción desde dentro» es haber contribuido a romper con el hermetismo que residía en las familias adoptivas, muchas veces motivado por la ignorancia que teníamos sobre lo que de verdad consistía el crear esos vínculos, construir esa familia, la gran mayoría de las madres lo que sabíamos de eso provenía de los libros que otras madres habían escrito sobre sus procesos, unas historias narradas por supuesto en clave de amor, pero mostrando sólo la parte más amable y teñida de un color rosa chicle que todas las que estábamos en proceso de adopción mascábamos y saboreábamos con fruición pero que cuando nos encontramos con la realidad que nos tocó vivir, en nada se parecía a lo que habíamos leído (como solemos decir “no había violines, ni nos envolvió una tenue gasa que lo tamizaba todo…”).
La llegada a casa tras cuatro años de proceso, de tira y afloja con las administraciones, la burocracia de los países implicados, miles de kilómetros en aviones, tras un mes en un país extranjero, otro mes de tensa espera hasta que te confirman la sentencia de paternidad/maternidad firme, otros muchos miles de kilómetros más burocracia y obstáculos inesperados…esa tan esperada y tan soñada llegada a casa se te antoja como si convertida en alpinista hubieras decidido escalar la cara sur del Anna Purna en el Himalaya y tras años de preparación y una ascensión épica hasta culminar los más de ocho mil metros que supone llegar hasta tu objetivo, logras al fin culminar la ascensión.
Siguiendo con el símil, a nadie le sonara raro que quien culminara tan épica acción llegara agotado, feliz seguro, pero absolutamente al límite de sus fuerzas… ¡y ahora toca bajar!
Imaginaos que esos alpinistas cuando se quejasen de que estaban agotados, de que estaban al borde de la fatiga extrema, con los nervios desechos por la tensión, la falta de sueño, los fenómenos meteorológicos (nosotros en Kazajistán llegamos a estar a -37 grados) y todo lo que te puedas imaginar, cuando al llegar cansados y sin fuerzas alguien les dijera ¿¿¡¡Pero qué os creías que era escalar!!?? O cómo hemos tenido que escuchar algunas de nosotras… ¿Pero qué te creías que era ser madre? …Desde afuera se ve muy bonito ¿verdad…?
He puesto la similitud con el alpinismo, porque me parece muy descriptiva, porque las madres y padres adoptivos cuando al fin culminan su proceso de adopción se sienten igualmente agotados. Porque el proceso de adopción es agotador. Emocional y físicamente. Ilusionante claro que sí, pero demoledor. Y no se puede comparar con el nacimiento de un hijo, porque no es lo mismo, ni socialmente es apreciado del mismo modo ni tiene el mismo respaldo ni percepción.
Esa es una de las cosas que habría que modificar en los procesos adoptivos, habría que procurar como en otros países europeos un acompañamiento, un seguimiento de verdad y sin ánimo de lucro, un apoyo y una ayuda para que la transición de esos niños y esos padres de absolutos desconocidos a familiares incondicionales fuera más sencillo, mejor comprendido por todos.
Los padres aprendiendo a no esperar reacciones de los niños que en principio no se dan, ayudarles a que entiendan que por más que se empeñen y se vuelquen en ellos, los niños han de aprender a su ritmo y muchos lo hacen, muy lentamente, a llenar de significados, de nuevos significados ese “papá” y “mamá” que parecen salirles tan naturales…
Depende de las edades de los niños a veces no conocen el significado de la palabra madre o lo que conocen como contenido de esas entrañables palabras, para ellos no lo son, al contrario, a veces esa palabra mamá está llena de connotaciones negativas que luego con el paso de los años y la magia de los nuevos cuidados y los enigmas de la adolescencia pueden llegar a olvidarse e incluso tornarse en significados muy diferentes embellecidos por fantasías.
Los niños han de aprender a su vez, entre un millón de cosas, que esta nueva familia no es mudable ni provisional, que son para siempre y que por muy a prueba que se empeñen en ponerles, esas personas están empeñadas en quererles y ayudarles velando por su bien.
“Mariposas en el corazón. La adopción desde dentro” habla de procesos adoptivos pero desde el otro lado, que cuenta cómo cada una de las que escribimos este libro, vive su experiencia con cada niño, diez niños, diez experiencias, experiencias personales que tras su lectura muchas madres se han encontrado diciendo “esto lo he vivido yo”,“esto me ha pasado a mí”.
Creo que es un libro para acompañar. Un libro situado en el umbral que se abre paso entre la pre-adopción a la post- adopción, un antes y un después de esa puerta hermética, tras las que se guardaban emociones y sentimientos que parecía no se podían compartir.
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