OTRO TIPO DE NIÑOS.EL FLAUTÍN DE BANENE. Iñigo Martínez de Mandojana.

Se trata de conectar con un nuevo alumno y su mundo interior. Un mundo interior muy complejo, escondido tras comportamientos y actitudes realmente paradójicas y que  necesita ser descifrado. Un mundo interior al que le faltan experiencias significativas, que busca seguridad porque está inundado de ansiedad. Un mundo interior que necesita de adultos sanos y comprensivos que a través de su presencia fomenten y le permitan desplegar todo el potencial que lleva dentro. Conectar con situaciones que has vivido en primera persona del singular y que ahora vas a poder comprender mejor y dar un significado. Conectar con la preocupación, la fuerza interior y el optimismo de sus padres y madres, con los que sumar equipo en ese camino tan delicado y maravilloso que es la educación.

Banene fue un joven de etnia gitana que conocí hace más de 15 años. Era un joven muy particular y al que recuerdo siempre apoyado en la pared del negocio familiar de ultramarinos buscando charlar con alguien. Era un gran conversador. Estaba siempre a la última de todas las noticias locales, internacionales, deportivas… y eso le daba mucho juego. El tiempo y el azar nos separaron, hasta hace bien poco que empecé a correr por un parque donde me lo he encontrado en varias ocasiones. La primera vez fue la más impactante. Un día soleado de primavera de esos que en Vitoria hay tres. Caluroso y con los árboles a punto de vestirse de un verde intenso, a juego de la hierba con sus miles de margaritas, pero que es interrumpido por unos sonidos estridentes de un flautín. Unos 200 metros antes ya se escuchaban y 200 después también. Era horroroso. Un instrumento tan potente y tan agudo, que se puede convertir en una tortura medieval. Pues allí estaba Banene con su flautín. Resulta que se lo habían regalado y estaba practicando, pero sin ningún tipo de pautaje ni tutorial. Autodidacta, ya ves. Fueron varias las veces que me lo encontré en mi rutina deportiva con la misma sensación tormentosa o peor. Comprobando como un instrumento dulce, melodioso y de orquesta, puede resultar molesto, estresante y muy desagradable. Todo está en cómo soplar. No se puede soplar excesivamente fuerte porque la reacción de la flauta es como un golpe en la cabeza, ni tampoco sin fuerza porque sonará como el viento silbando contra las ventanas. Necesita de una intensidad adecuada y acompasada y de unos dedos que acompañen la insuflación.

Lo mismo sucede con los niños adoptados; son instrumentos especiales que tienen que resonar de una manera diferente. No son trombones, ni oboes ni clarinetes. Son flautines. Necesitan su tratamiento específico y sólo así podrán acompañar a la orquesta en su melodía. Así pues, como docentes necesitáis conocer las claves, las estrategias y los modos de comprensión de ese alumno nuevo con tantas posibilidades. Entender sus dificultades para rellenar un examen, sus idas y venidas con las tablas de multiplicar, sus balanceos y gritos, sus porqués y sus cómos.

Queridos padres y madres, vuestros hijos necesitan docentes sensibles, capacitados, comprensivos que sean posibilitadores de sacar lo mejor que llevan dentro. No necesitan docentes sensibleros, compasivos ni apenados, sino  referentes afectivos que den seguridad y que entiendan que a veces las cosas no son lo que parecen. Muchos de ellos no tendrán la formación específica, se empeñarán en implementar acciones educativas contrarias a las que necesitan, perderán el control y les sacará de quicio y tendrán otros veintipico alumnos más… pero son los docentes de vuestros hijos y como en un equipo de fútbol habrá que animarles para que lo hagan mejor y no se vengan abajo. Sed pacientes, empáticos y estrategas para que reaccionen, para que vean a ese alumno nuevo, para que lo vean flautín y no trompeta.

 

 

Del libro Compartiendo lo aprendido, desechando los prejuicios sobre adopción y acogimientoIntroducción al capítulo: Otro tipo de niños por Iñigo Martínez de Mandojana Valle. Educador social y Psicopedagogo

 

Sus publicaciones:

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