La Terapia de Contención es uno de los tratamientos que se ha mostrado más eficaz en la superación de los problemas de vinculación. También se conoce como Terapia del Abrazo Forzado. Esta terapia fue inicialmente usada en Nueva York por Martha Welch para el trabajo con niños autistas, y posteriormente desarrollada por Jirina Prekop. En el mundo de habla hispana ha sido introducido por Laura Rincón Gallardo, psicoterapeuta mexicana que se formó con Prekop en Alemania.
Como sabemos, la necesidad esencial del recién nacido es continuar pegado a su madre, en una especie de embarazo externo, porque, comparado con el resto de los mamíferos, el infante humano nace fisiológicamente inmaduro y es el que más depende de la madre para sobrevivir.
En el caso de un niño/a adoptado, para quien esta experiencia no fue posible, debido al abandono o a la negligencia emocional, la terapia de contención le puede ayudar a crear con su nueva familia los lazos de vinculación y apego que no pudo disfrutar en los inicios de su vida.
La Terapia de Contención no es un método educativo sino una terapia que, en la medida que los padres/madres la practiquen, se convierte en una forma de relación gracias a la cual los hijos/as aprenden, a través de un abrazo, que puede ser llevado a cabo incluso en contra de su voluntad, para poder expresar toda su ira, decepción tristeza, etc., que en los brazos de su madre o de su padre adoptivos, pueden recuperar el equilibrio interno que no pudieron alcanzar en el momento óptimo para que esto ocurriera.
La terapia se realiza con la ayuda de una terapeuta, que previamente ha entrenado y orientado a la madre o al padre, para que tome conciencia de los conflictos personales que interfieren en las relaciones con su hijos/a. Después del aprendizaje de la técnica, en compañía de la terapeuta, pueden llevarla a cabo en casa de manera independiente, en momentos de crisis o conflictos importantes con sus hijo/a. Esta terapia se muestra como una herramienta muy útil con niños/as hasta los diez años de edad.
Una vez que la madre (o en su defecto, el padre), se hayan preparado con la terapeuta y se consideren capaces de llevar a cabo la primera sesión con su hijo/a, se presentan con ropa cómoda a la sesión. Según la edad, se sientan o se acuestan en una colchoneta, mirándose a los ojos. La madre lo abraza y comienza una confrontación verbal en la que ella le dice al hijo/a las conductas que a ella la enojan. Posteriormente, el niño le dice a ella lo mismo, y después la madre lo abraza para sentir ambos la rabia con toda su intensidad.
La terapeuta estimula la verbalización para que cada uno diga lo que le enoja del otro. Con ciertas preguntas les ayuda a despertar, al mismo tiempo, la empatía hacia el otro, con lo cual se favorece, no sólo la expresión de los sentimientos, sino también el desarrollo del pensamiento lógico y la comprensión.
En ese momento empiezan a recorrer juntos una serie de sentimientos, que empieza con la rabia. Cuando se expresa esta rabia dentro de una proximidad física, como es el abrazo, surgen los sentimientos que están debajo: la tristeza y el miedo.
El niño/a empieza a aceptar a su madre, se apoya en ella, empieza a sentirse aceptado y seguro para poder llorar las lágrimas de la tristeza que sintió cuando, por ejemplo, fue llevado al orfanato, o la soledad que sintió allí, o cómo vuelve a sentir esa soledad cuando ella lo manda a su habitación siempre que se porta mal.
En la cercanía, el niño/a se siente cada vez más seguro y querido para expresar también su miedo: el miedo más inmenso y profundo de todos los miedos humanos, el que se siente cuando eres abandonado por quien te dio la vida.
Sólo entonces, después de haber expresado todo el dolor acumulado, el canal hacia el amor se va abriendo poco a poco. El proceso es más rápido en unos casos que en otros y termina cuando ambos sienten alegría y un amor renovado.
El proceso es doloroso, pero es la única forma de curar una herida. Primero es necesario limpiarla a fondo y esto es lo que más duele. No es posible sentir el amor plenamente si antes no se ha expresado toda la rabia y dolor existente.
Al final, el niño/a y la madre se abrazan y besan profunda e intensamente y la madre empieza a recordar y a contarle cómo lo esperaba, los preparativos para el viaje, la primera vez que lo vio, etc. A los niños les encanta escuchar esa parte de su historia, hacen preguntas, se ríen cuando le cuentan situaciones graciosas que vivieron, etc.
El sentido de la terapia de contención es el acceso a la confrontación emocional entre dos seres que se quieren, cuya relación se encuentra tan lastimada que ningún otro tipo de confrontación podría ayudarlos.
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