Cuando un niño monta un numerito exagerado por apagarle la tele o porque no gana la partida en el juego es frecuente escuchar que tiene «intolerancia a la frustración». En el caso de niños adoptados, me resulta más claro afirmar que presentan «alergia a la frustración» para comprender mejor la causa e intensidad de las reacciones que presentan.
Una alergia es una reacción o respuesta alterada del organismo ante una sustancia que pese a ser por sí misma inofensiva revoluciona el sistema inmunológico de la persona alérgica y hace que ésta cree mecanismos de defensa que llegan a ser incluso dañinos para ella.
Los niños adoptados han pasado previamente por un proceso de abandono-pérdida de su figura de apego y han sufrido de manera extrema al romperse la continuidad del vínculo inicial y no han podido defenderse de ello, ni impedirlo. Ellos han vivido un hecho traumático en su desarrollo que desde luego les hizo verse desbordados de frustración. Tienen grabado internamente lo cruel y dura que fue esa primera frustración y no están dispuestos a aceptar nuevas dosis de la misma. Cuando se frustran movilizan todo su sistema defensivo en forma de desesperación, angustia, agresión o encerrándose en sí mismos, aislándose y llegando incluso a disociarse. Nuestra labor como padres y profesionales es orientarles para saber cómo afrontar mejor la frustración y una manera práctica de hacerlo es seguir el protocolo básico de actuación ante las alergias.
En primer lugar, cuando incidente frustrante desestabiliza al niño, es necesario hacer la historia clínica. Reconocer que el niño no está reaccionando de esa manera porque el hecho en sí lo justifique, sino porque le conecta con toda esa frustración acumulada que le desbordó en la pérdida inicial. La clave es atender su dolor afectivo y sintonizar con el mundo emocional del niño para ayudarle a retomar el control de sí mismo.
El padre o profesional ha acercarse, establecer contacto visual, mantener un tono de voz calmado, usar pocas palabras y mensajes claros para mostrarle ayuda así como debe dar tiempo al niño para que baje el nivel de activación. En segundo lugar vendrían las pruebas cutáneas buscando que el niño conecte consigo mismo, entendiendo y localizando sus emociones en su propio cuerpo. Es necesario que el nivel de angustia o cólera del niño haya bajado para poderle centrar en cómo siente su frustración. Una vez que el niño deja de manifestar conductas inadaptadas se le reforzará por ello, se describirá la nueva conducta y los beneficios de la misma y se introducirá de nuevo la frustración-detonante de su conducta dando al niño un modelo de cómo puede reaccionar ante ella. Estos últimos pasos serían ya parte de la fase de exposición controlada a la frustración.
El uso repetido de este esquema ayudará al niño a integrar una nueva forma de reaccionar ante la frustración. Aprenderá que puede expresar disgusto o disconformidad de una manera adecuada y que no todas las situaciones le provocan el mismo nivel de enfado o tristeza. Logrará, terminando con el símil alimentario, digerir las pequeñas contrariedades de la vida cotidiana e incluso, con nuestra guía y acompañamiento, superará ese empacho inicial de frustración que provocó su alergia.
Carmen Lamata Molina. Doctora en Psicología Evolutiva y de la Educación.
PARA LEER EL ARTÍCULO COMPLETO: Lamata, C. Alergia a la frustración en niños adoptados. (2016).PDF
Carmen Lamata Molina. Maestra de Educación Especial. Premio Extraordinario de Fin de Carrera en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Licenciada en Psicopedagogía por la UNED con la especialidad de educación de alumnos excepcionales. Doctora Cum Laude en el programa de Psicología Escolar y Desarrollo de la UCM.
Como actividad profesional ha combinado la labor como orientadora de un centro educativo, especialmente en las etapas de secundaria y bachillerato, con la formación del profesorado de diferentes centros educativos de España impartiendo cursos y la investigación educativa.Aunque del título del que confiesa sentirse más orgullosa es el de madre. Y nos es para menos ya que tiene 6 peques, de los cuales tres son- según sus propias palabras-: «gracias a la adopción y las otras tres por vía tradicional».
Dr. Pedro Ojeda - director de Comunicación SEAIC
Valorando muy positivamente el post de la Dra. Lamata, y además identificándome con el problema al tener un familiar cercano adoptado con problemas serios de adaptación, creo, no obstante y por respeto a los padres de niños alérgicos, que el símil con las alergias es desafortunado. Sin ánimo de restarle importancia a los problemas psicológicos por inadaptación de los niños adoptados, el término «alergia» en Medicina se refiere a mecanismos patogénicos muy concretos en los que está implicado el sistema inmunitario y a través de los cuales un niño alérgico puede experimentar reacciones adversas graves e incluso mortales cuando se expone al alérgeno ofensor. Por ello pedimos no banalizar el término «alergia». Muchas gracias.
Adopción punto de encuentro
Estimado Dr. Pedro Ojeda, le agradezco la atención prestada a mi artículo. Gracias por clarificar el término alergia desde su conocimiento profundo en el campo de la Alergología e Inmunología. En mi artículo el término se emplea como un símil o comparación partiendo de la expresión «intolerancia a la frustración». Jamás quisiera banalizar el término ni la situación que viven las personas alérgicas. Es más, justo conociendo la seriedad y gravedad del mismo, me ha resultado práctico emplearlo para que padres y profesionales comprendan el impacto que cada nueva frustración produce en niños que han sufrido un abandono. Todo mi respeto a las personas que padecen cualquier tipo de alergia, y a los profesionales que emplean su vida en ayudarles; así como todo mi respeto a los niños que, fruto de unas vivencias traumáticas, sufren y se defienden con todo su organismo ante la frustración.
MªCarmen Lamata Molina