La madre biológica.Dificultades en la comunicación de la revelación. Montse Lapastora

En este amplio abanico de dificultades en la comunicación de la revelación, el tema de la madre biológica se encuentra repartido por varios de sus puntos. Es algo arduo y escabroso. Aquel ser fantasmagórico que desde el ideal del imaginario psicológico preadoptivo no era difícil de enfrentar, ahora toma cuerpo, se hace real y presente en el pasado del hijo que ya está en casa, y su manejo se torna complicado.

Ciertas madres adoptivas no pueden decir a sus hijos que tienen una madre biológica. Alguna de ellas, niegan hasta la existencia de dicha madre, otras dicen al niño que ha nacido de “otra tripa” sin más explicaciones, como si la tripa fuera un órgano suelto que no tiene dueño,  o simplemente hablan de otra señora. Algunas han llegado a “matar” a la madre biológica con el pretexto de que es lo mejor para el niño. Lo que está claro es que ni es lo mejor para el niño, ni es por el niño por el que no pueden hablar, es ante ellas mismas ante quien no pueden reconocer que hay otra madre, una madre diferente a ellas con la que entran en competencia.

Estas madres adoptivas defienden el silencio, el uso de eufemismos u otras estrategias para eliminar a la biológica con los argumentos de no confundir al pequeño. Pero está claro que no es el niño el que se confunde, sino ellas mismas. Son ellas las que depositan en sus hijos sus temores y fantasías, las que tienen miedo de no ser madres auténticas, las que de una manera inconsciente temen que las madres biológicas les arrebaten el cariño de sus hijos, las que no han superado del todo su duelo de la infertilidad, duelo que la madre biológica les recuerda.

Los niños no se confunden, saben perfectamente quién es cada cuál y qué rol ocupa cada uno. Para ellos, la madre biológica es la persona que les ha dado la vida y tendrá  las connotaciones emocionales que los padres les transmitan. En este sentido, me gustaría aclarar que la figura que nos ocupa hay que tratarla con respeto, ser lo menos destructivo posible, pues el niño en algún momento de su desarrollo se identifica con ella y lo más sano es que se identifique con partes buenas; por lo tanto, siempre será mejor decir “tu madre no tenía medios para vivir y tenía problemas con el alcohol” que “tu madre era una alcohólica tirada en la calle”.

Por otro lado, al explicarles los motivos del abandono, algunos padres, en ese deseo de evitarle sufrimiento y dulcificar los hechos, refieren a sus hijos que el abandono fue un acto de amor, pues su madre les quería tanto que les dejó para que otros les cuidaran. Esto sí confunde a los niños, una cosa es que no se destruya la imagen de los padres biológicos y otra que se asocie el abandono a un acto de amor (Donovan 1990). Lo que veo en la consulta cuando ocurre esto, son dos reacciones; una es que los niños no se lo creen y les provoca mucha rabia, me dicen que si les querían tanto, por qué les pegaban y les abandonaban. La otra reacción es que a veces piensan que si sus padres biológicos les querían y a pesar de ello les abandonaron, también podrían hacerlo sus padres adoptivos y por extensión cualquier persona con la que establezcan una relación de apego, generando una actitud de desconfianza general hacia sus nuevas figuras parentales que dificulta la vinculación con ellas.

Además del trabajo psicoterapéutico que estas situaciones requieren, es necesario explicar a los padres que el abandono no es producto de un acto de amor, aunque pueda haber cierta responsabilidad al dejarle delante de una comisaría o un hospital, sino que es debido a las circunstancias familiares, sociales, económicas u otras que llevaron a su madre a abandonarle, y es desde esas circunstancias desde donde se debe explicar al niño el abandono.

Montse Lapastora

Extracto del artículo
LO REAL Y LO IDEAL EN LA TRANSMISIÓN DE LOS ORÍGENES DE LOS NIÑOS ADOPTADOS EN PREADOPCIÓN Y POSTADOPCIÓN.
 

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