Decálogo del adolescente. Montse Lapastora.

La adolescencia es una etapa de grandes cambios y lo normal es que se produzcan enfrentamientos generacionales. El adolescente quiere reafirmar su personalidad y para ello necesita oponerse a las normas que le imponen. Intentará conseguir que los límites que marca sus padres sean más amplios y a estos los considerará excesivos, pues él ya se siente lo suficientemente mayor para controlarse sólo y se resistirá a que lo hagan los demás.
Todo esto es normal y los padres deben tener paciencia y para que sea más fácil comprender a su hijo sólo tienen que recordar cómo fue su propia adolescencia, seguro que se sorprenden recordando actitudes parecidas con respecto a sus propios padres.

Cuando el hijo adoptado dice a sus padres “tú no eres mi verdadera madre”, es lo mismo que cuando un hijo biológico dice: “yo no te pedí venir al mundo”. El dolor que pueden provocar ambas frases estará determinado por el grado de madurez de los padres, pues las dos tienen como objetivo un chantaje emocional para conseguir lo que quiere. En estas ocasiones lo que procede es no hacer caso y contestar, por ejemplo: “tú eres mi hijo y, digas lo que digas, esta noche tienes que venir a las 10 a cenar” . El chaval aprenderá que ese no es el camino y dejara de utilizar esta estrategia, pero se le percibe que sus padres titubean, aunque sepa que le quieren, la seguirá usando tras conseguir sus objetivos.

Hay una serie de normas elementales, incluidas en el “Decálogo de actitudes para tratar con adolescentes” de Fernando Toscazo, que pueden orientar a los padres a tratar y enfrentarse a sus hijos:

    • Equilibrio emocional de los padres: si los padres no tienen equilibrio emocional, difícilmente podrán dar seguridad a sus hijos. Si son emocionalmente estables puedan transmitirle la seguridad, serenidad y estabilidad que necesitan y serán capaces de desdramatizar los conflictos que se planteen dándoles su justa objetividad.
    • Comprensión: una actitud comprensiva favorecerá la resolución de los conflictos que se presentan en esta etapa evolutiva.
    • Paciencia: manifestar paciencia de las conductas agresivas e intempestivas de los adolescentes y aceptar sus fallos y actitudes inmaduras como algo típico de su edad.
    • Actitud sincera de ayuda: en el ánimo de los padres debe haber la suficiente generosidad y capacidad de sacrificio para dejar que el adolescente madure paulatinamente, y aprenda de sus errores. Es conveniente orientarle más que imponerle.
    • Actitud sosegada: ante las conductas agresivas individuales o de grupo, no responder de forma alterada con reacciones externas alteradas sino con serenidad. Desde el punto de vista interno, los criterios, actitudes y valores deben ser claros y bien definidos. El adolescente aprenderá que se puede responder sin agresividad.
    • Escucharles: estar atentos cuando quieran comunicar algo. La adolescencia es una etapa en que los chavales cuentan poco a los padres, por eso cuando quieran hablar es importante escucharles en ese momento, si no se hace o se deja para más tarde, probablemente se pierda saber que le pasaba.

    • Total aceptación de su independencia: el adolescente va afianzando su personalidad y elaborando su criterio propio, que es necesario respetar. Ya no hay que tratarle como un niño pequeño, hay que dejarle que tomen sus propias decisiones y consultarle su opinión en aquellas que le afecten el o a toda la familia.
    • Nivel de exigencia: tener en cuenta sus capacidades intelectuales y el momento evolutivo por el que está pasando, para no agobiarle con exigencias a las que no puedes responder.
    • Fomentar actividades: tanto intelectuales como físicas que ayuden al adolescente a fortalecer su propio yo, teniendo siempre en cuenta sus deseos y capacidades.
    • Valorar sus esfuerzos: cada vez que haga algún progreso en algo, se sentirá orgulloso si sus padres lo valoran Internet y tenderá a repetir los comportamientos. No critique su persona sino sus acciones.

 

 

 

 

 

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