En años recientes, las revistas y la prensa han publicado numerosos artículos sobre el componente hereditario de enfermedades como el alcoholismo, la esquizofrenia y la depresión, y de conductas o rasgos de personalidad como la tendencia a delinquir, la búsqueda de emociones fuertes o incluso la felicidad. Aunque hay pruebas fehacientes de que algunas enfermedades mentales y conductas tienen un componente genético, nadie está diciendo que los niños estén “condenados” a ser de una forma determinada porque alguno de sus parientes biológicos haya tenido una enfermedad psicológica o un rasgo de conducta determinados.
Es poco probable que un gen sea por sí solo el causante de una enfermedad mental o rasgo conductual. Cuando la genética es un factor, es probable que muchos genes, cada uno con un efecto muy sutil, se combinen para producir un rasgo reconocible. Los parientes biológicos pueden tener más probabilidades de heredar todos los genes necesarios para desarrollar una conducta determinada pero, obviamente, es mucho menos probable que se transmita la misma combinación de genes que un solo gen.
Incluso entonces, los científicos creen que el entorno sigue desempeñando un papel importante es decir, que algunos caracteres genéticos necesitan que el entorno los “desencadene” Por ejemplo, si un gemelo tiene esquizofrenia, su gemelo idéntico corre más riesgo de desarrollarla pero, de hecho, la desarrolla en menos de la mitad de los casos, para las personas que están biológicamente relacionadas pero no son gemelos idénticos y crecen en entornos distintos, los riesgos son mucho menores, aunque pueden continuar siendo, en cierta medida, más elevados que en el resto de la población.
También es importante recordar que los investigadores están hallando distintas formas de muchas enfermedades. Como ocurre con algunos tipos de cáncer de mama, algunas formas de alcoholismo o depresión pueden tener un componente genético y otras no. Saber que un pariente biológico ha sido alcohólico no es suficiente información para que los padres determinen que su hijo adoptado corre el riesgo de desarrollar esta enfermedad. Al mismo tiempo, el hecho de que un niño adoptado corra mayor riesgo de desarrollar un trastorno no predice su conducta.
Muchas enfermedades mentales pueden tratarse y controlarse si se diagnostican correctamente. Disponer de una buena historia familiar es de utilidad para realizar un diagnóstico correcto, pero no esencial. Es más, la información no será útil si no es precisa, completa y está actualizada.
Actitudes y expectativas
Algunas personas, incluyendo algunos psiquiatras, creen que los padres adoptivos no deberían saber si los padres biológicos de su hijo tienen antecedentes familiares de enfermedades mentales. Les preocupa que estén demasiado pendientes de su hijo y se alarmen si muestra cualquier conducta inhabitual, detectan problemas psicológicos donde no los hay. También les preocupa que anticipen determinadas conductas o rasgos a partir de la información sobre los padres biológicos de que disponen y que, si, por ejemplo, temen que su hijo sea un alcohólico, éste cumplirá sus expectativas. Es más, dando demasiada importancia a la causa de una conducta determinada podemos ignorar el problema en sí. Por ejemplo, el trastorno de déficit de atención (TDA) parece tener un marcado componente genético; por ese motivo, para diagnosticarlo, puede ser útil saber si el padre biológico tenía TDA. Por otra parte, en lo que respecta al tratamiento y a desarrollar estrategias para compensarlo, de poco vale saber si se lo ha transmitido su padre o su madre biológicos o la causa es otra.
A los asistentes sociales les preocupa que el creciente énfasis en las influencias genéticas nos haga retroceder hasta los tiempos en que los niños adoptados se consideraban “malas semillas”, condenados a ser, de mayores, como sus “indeseables” padres biológicos. Aunque no es razonable que los padres adoptivos crean que la genética no influirá en sus hijos y que pueden “moldearlos” a su imagen y semejanza, tampoco lo es atribuir a la genética cualquier rasgo de sus hijos que no les guste. La perspectiva –hoy anticuada- de que los rasgos, las capacidades y las conductas están únicamente influidos por el ambiente donde crece el niño es muy atractiva cuando éste es exactamente como quieren sus padres. Cuando no lo es –lo cual suele ser lo más frecuente- la postura ambiental puede ser una gran carga psicológica para los padres. Cuando hay problemas graves de conducta, como un trastorno conductual; una enfermedad que no está aceptada por la sociedad, como un trastorno mental; o incluso enfermedad somática que causa dolor y sufrimiento, los padres pueden caer en la irresistible tentación de liberarse de la responsabilidad culpando a la genética. Como seres humanos, es natural que queramos saber por qué ocurre algo. Somos curiosos, y el comportamiento humano nos proporciona mucho material para pensar. Sin embargo, los padres adoptivos debemos ser cautos en no encasillar a nuestros hijos. Cada uno es un individuo único y debemos asegurarnos de transmitirles que los queremos como individuos singulares que son y como seres humanos globales –no sólo a las partes sobre las que hemos influido.
LOIS RUSKAI MELINA .Cómo educar al niño adoptado.Consejos prácticos y alentadores para los padres adoptivos .EDICIONES MEDICI
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