¿Rebeldes con o sin causa justificada? Por Amparo Sánchez Alegre.

¿Es la adopción una causa de peso para la REBELDÍA?

Cuando me pidió Mercedes, a la que agradezco su confianza, que escribiera sobre este tema, lo primero que me vino a la mente fue una anécdota de los primeros días después de llegar mis hijos a casa. La psicóloga que había llevado nuestra adopción, y nos había acompañado los días de la adaptación para observar qué tal nos íbamos vinculando, me llamaba a ver que tal iba todo y recuerdo que un día le dije: “Este niño no es rebelde, es insumiso” Resumía así un comportamiento que fue retador desde el principio. No hubo “luna de miel” así no nos llevamos sorpresas después.

Anécdotas personales aparte, y casi 15 años después de aquello, me voy a permitir reflexionar públicamente sobre la pregunta que se nos plantea: ¿Es la adopción una causa para la rebeldía?

Yo más bien diría que, más que la adopción, aunque también le daremos una vuelta a esto, habría que ser conscientes, muy conscientes, que el hecho de que nuestros hijos hayan llegado a ser adoptables, implica que, de alguna manera, ha habido un abandono previo: bien porque la madre biológica renunció a ellos, bien porque no se pudieron o supieron hacer cargo de atenderlos, porque los servicios sociales decidieron que lo mejor para el menor era ser retirado de ese entorno (y quiero pensar que cuando esto sucede se han agotado todas las demás vías), y ya no digamos en el caso de que haya habido un proceso ilegal de apropiación. De cualquier manera, detrás de la adopción hay una historia previa muy muy dolorosa.

¿Esa historia tiene que dar lugar inevitablemente a la rebeldía?

Pues, en mi opinión, depende de muchas cosas.

Fisiológicamente, estos niños tienen una amígdala que “se dispara” con mucha más facilidad que la de los niños que han estado contenidos desde el principio, que han tenido una gestación segura, que han sido mirados en sus necesidades y ese estado de alerta en el que viven, continuo, puede hacer que se paralicen ante situaciones de estrés, que huyan o que ataquen. Así que, según sean sus reacciones, sí que van a mostrar un comportamiento rebelde, atacando y agrediendo, o teniendo otras actitudes poco apropiadas que responden a sus estados emocionales alterados más que a ninguna otra cosa.

Por otra parte está el carácter de cada uno y las experiencias que hayan tenido en su primera infancia antes de llegar a nosotros. Si han estado institucionalizados, que aún en el mejor de los casos, los cuidadores de referencia van a turnos, tienen su vacaciones, sus permisos, y trabajan allí, con su mejor voluntad, eso no voy a dudarlo, las 8h que les corresponden….pues entiendo que es mucho más fácil que nuestros hijos desarrollen un comportamiento rebelde puesto que han tenido que “sobrevivir” en ese ambiente de no sentirse mirados, ni atendidos, o quizá ahora sí pero luego más tarde no, y es muy posible que las reacciones de defensa y de supervivencia que hayan desarrollado, para nosotros, puedan parecer una muestra de rebeldía.

No obstante, sería interesante plantearnos ¿Qué es ser rebelde? ¿Cuándo consideramos que un niño es rebelde? Porque es muy posible que consideremos que un niño es rebelde cuando no obedece, cuando no hace lo que nosotros esperamos cuando nosotros esperamos, cuando nos contesta con su opinión, con su percepción, a nuestras exigencias, cuando no cumple nuestras expectativas….Y eso me lleva a hacer una reflexión ¿Ellos son rebeldes o nosotros nos ponemos frente a ellos en un lugar de exigencia que no deberíamos?

He escuchado varias veces últimamente hablar a José Ignacio Díaz Carvajal sobre el amor incondicional, sobre la aceptación de nuestros hijos ante cualquier situación, sobre adaptarnos nosotros a las tareas que pueden hacer ellos, según estén sus funciones ejecutivas, en lugar de exigirles esto o aquello y luego quejarnos de que no lo hacen….y ahí se me plantea la pregunta: si esta fuera nuestra mirada hacia nuestros hijos siempre ¿Ellos se mostrarían tan rebeldes o se rebelan porque no nos ajustamos a lo que ellos pueden hacer?

Cuando nuestros hijos llegan a la adolescencia, que es rebelde por naturaleza, tienen que marcar su espacio, igual que cualquier otro adolescente, pero también van a volver a poner patas arriba toda su historia de vida: el porqué del abandono e incluso el porqué de la adopción y quizá también va a salir con fuerza esa rebeldía si no entienden, si les cuesta aceptar, el porqué sucedió todo, o porqué los sacamos de su entorno, de su cultura, de sus raíces…. Quizá van a dudar si nosotros nos hemos ganado ese título de padres que les arrojamos a veces a la cara cuando su comportamiento no es tan bueno como esperábamos: “¡Porque soy tu madre!” ¿Ninguna les habéis espetado esto cuando no querían hacer algo que esperabais que hicieran? Porque yo sí lo he hecho, y os puedo asegurar que la contestación que me he encontrado, en ese momento de enfado, de rabia, no ha sido agradable…

Mi marido y yo estamos haciendo un taller sobre “Nueva autoridad no violenta” con Javier Múgica de Adoptia, entendiendo por “no violencia” también la violencia psicológica, esa que se basa en reproches, ironías, puyas, sermones, profecías desastrosas….y vemos como nosotros mismos somos unos grandes disparadores, con nuestros desafortunados comentarios, de esa temida “rebeldía” de nuestros hijos. Somos nosotros los que debemos ejercer un autocontrol sobre nosotros mismos, de nuestras arrancadas, de nuestros enfados, de nuestras broncas y ejercer esa otra mirada empática, terapéutica, de amor incondicional, de aceptación (que no es resignación) para acercanos a ellos de otra manera de reforzar, también en la adolescencia, esa vinculación en ocasiones tan frágil, que tenemos como familia.

Yo ya hace un montón de años que pasé por mi adolescencia pero ¿acaso no nos rebelábamos ante lo que nos parecía injusto? Quizá, por el tipo de educación que recibimos algunos, esa rebeldía era muchas veces en silencio, hacia dentro, porque las consecuencias de sacarla hacia afuera solían ser poco deseables. ¿Acaso somos nosotros justos con nuestros hijos? ¿O quizá estamos ejerciendo con ellos esa misma autoridad que ejercieron con nosotros? ¿Qué respuesta es la que podemos esperar de ellos en estas situaciones?

Y luego está la escuela, el colegio, el instituto, ese entorno hostil para muchos de ellos, en el que se encuentran con un montón de injusticias, con muy poca preparación para tratarlos y acompañarlos por parte de los docentes, y ellos a veces sufren en silencio esas situaciones y otras saltan con rebeldía ante lo que sienten como agravios comparativos, poca empatía, manías de unos y otros, “sanbenitos” que les cuelgan que no tienen nada que ver con sus dificultades reales….en fin, que ahí tienen otro buen caldo de cultivo para rebelarse ante la realidad que les toca vivir ¿No creéis? ¿O es que acaso a vosotras no os hierve la sangre con algunas de las situaciones que vivimos con ellos desde que pusieron un pie en la escuela?

La adopción aunque es en sí misma una medida de protección al menor, nuestros hijos no siempre lo perciben así cuando empiezan a ser conscientes de todo lo que implica: para muchos un cambio de país, o de región, de cultura, de entorno….y ellos no eligieron nada, no les dieron esa oportunidad, ni aún cuando ya tenían una edad, dejaron atrás toda su vida conocida y luego, aquí con nosotros, se han encontrado con un montón de dificultades, de sufrimientos a muy cortas edades para adaptarse, por las exigencias académicas, de idioma, por racismo, por prejuicios….es que tienen tanto y tan duro vivido en sus mochilas teniendo que cargarlas en unas espaldas tan pequeñas, que es normal que estallen, que exploten, que se rebelen….

Así que, resumiendo toda esta reflexión, yo diría que más que la adopción en sí, lo que es una razón de peso para ser rebeldes es la experiencia de vida tan dura que llevan muchos de ellos desde antes de su nacimiento, que tienen una infancia cuando menos complicada y que, en la adolescencia explota con fuerza en muchos de ellos en busca de su identidad, tomando consciencia de todo lo que llevan pasado, sin entender aún muy bien los porqués y todo ello es difícil de gestionar.

Nos necesitan a su lado, acompañando, con un amor incondicional, controlando nuestras propias reacciones para evitar escaladas de rebeldía y de violencia contra sí mismos o contra los demás, con empatía, validando sus emociones tantas veces alteradas, mentalizando sobre lo que les pasa…. Que sientan que toda esta trayectoria ha merecido la pena y les ayude a ser adultos resilientes, capaces de tener una buena vida, a pesar de que la suya empezara con tantas carencias.

Para saber más sobre Amparo Sánchez Alegre y visitar su blog pincha en su biografía.

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