No sé si ya has oído decir que las familias adoptivas deberíamos ser familias “reparadoras”, terapéuticas.
Nuestros hijos, a diferencia de un hijo biológico, traen experiencias vividas en su vida anterior a nosotros, por mínima que esta haya sido. Esas experiencias, les han dejado una herida profunda y es nuestra misión ir reparándolas y creando un vínculo seguro con ellos. Atendiendo sus necesidades físicas pero, sobre todo, emocionales, generando una conexión que es difícil crear desde la crianza tradicional. Por ello, deberemos aprender también de otros tipos de crianzas más conectivas, más terapéuticas, para que crezcan sanos de una manera integral.
Cuando nosotros nos ofrecimos como familia adoptiva, hace más de 17 años, no sabía nada de todo esto, nada. Y ha sido un camino de aprendizaje, de consciencia, y sobre todo, de desaprendizaje de como creía que las cosas tenían que ser.
Así que, en esta preparación para la adopción, te voy a contar porque creo que, los primeros que nos tenemos que reparar, somos nosotros.
Sí, nosotros. No podremos acompañar a nuestros hijos en este camino, si primero no lo hemos recorrido en nosotros mismos.
“Tienes que digerir tu propia historia, para luego digerir la de tu hijo y ayudarle a digerir su propia historia» (de la película “En buenas manos”)
Fíjate, nosotros adoptamos 2 hermanos y no tuvimos con ellos ni “luna de miel”, nos dimos cuenta bien rápido que iba a ser más complicado de lo que esperábamos.
Ellos mostraban una conducta difícil de manejar fruto del miedo, de que no nos conocíamos, de su cambio radical de situación, había muchos detonadores. Para nosotros también. Nosotros también teníamos nuestros propios disparadores.
De repente, nos descubrimos en un rol desconocido: el de padres. Os aseguro que no es fácil manejarlo. Ni te reconoces a ti mismo, ni reconoces en ocasiones a tu pareja, que ya no es solo tu pareja, ahora también es padre de unos niños que apenas conoces.
Hay mucho que ir trabajando ahí.
Hay veces que te sientes como un pollo sin cabeza.
Confieso tener la sensación de haber hecho cosas mal y otras muy mal, para qué nos vamos a engañar. Me he disculpado ya muchas veces por ello con mis hijos.
También os digo: hicimos lo que pudimos, con lo que sabíamos y en nuestras circunstancias.
Si os cargáis de culpa, tampoco va a ser una buena compañera de viaje.
¿Qué es lo que hice yo?
Empezar a formarme: libros, charlas, escuelas, cursos, talleres, jornadas…
Buscaba remedios para los disparadores de mis hijos, para los retos que iban surgiendo en las distintas etapas de crecimiento, sin darme cuenta que, si no me ponía la mascarilla de oxígeno yo primero, como pasa en los aviones, no se la podía poner a ellos.
Ante las dificultades del entorno, yo me estaba sintiendo totalmente mareada por esa falta de oxígeno.
¿Quieres saber qué me mareaba?
• Lo que yo creía que tenía que ser la maternidad: mis creencias.
• Mis expectativas sobre como tenían que ir las cosas en el cole, la familia, los amigos, etc
• Mis duelos no resueltos de lo que ya nunca iba a ser (un hijo bio con parecido genético a nosotros)
• Mi estilo educativo, ese con el que me habían criado y que pensaba que tenía que funcionar.
• Mi estilo de apego, como reaccionaba yo ante el resto de la gente cuando había problemas.
• Mis propias heridas, esas que aún no había resuelto.
Todo esto acaba suponiendo un peso enorme en nuestra mochila.
Se habla mucho en adopción de la mochila que traen los niños, pero demasiado poco de la que llevamos nosotros, con toda nuestra historia, y que tanto nos cuesta abrir, mirar y descargar.
Mientras no la descarguemos, mal vamos a ayudarles a llevar la suya.
¿Qué hacemos entonces?
Caer en la trampa de llevarlos a ellos, y solo a ellos, a terapia.
Ponerles alguna “etiqueta” que solucione la papeleta, que le de una explicación lógica y admisible, especialmente en el sistema educativo, para todo aquello que pasa.
Ellos pasan a ser los desatentos, disruptivos, hiperactivos, retadores, opositores…
Verás que la presión del entorno en este aspecto es muy fuerte, si argumentas que es por su historia previa, por la institucionalización, en resumen, por la adversidad temprana te vas a oír cosas como estas:
• Que era muy pequeño cuando llegó y no se puede acordar.
• Que ya ha pasado mucho tiempo de aquello.
• Que eres una sobreprotectora.
Es posible que ellos necesiten una valoración para descartar cualquier dificultad, no seré yo la que diga que el amor todo lo puede, no. Hay que saber qué está pasando, hay que saber como poder ayudar, que herramientas utilizar, como repararlos en nuestro día a día, como ser padres terapéuticos pero, para eso, vas a tener que ir y buscar la ayuda tú, no solo mandarlos a ellos.
Necesitan de nosotros la protección y la seguridad que nunca han sentido y, para ello, nosotros tenemos que sentir esa seguridad. Sino, mal vamos.
Necesitan que apuntalemos su autoestima, que les transmitamos lo valiosos que son.
Será más fácil si tú te sientes valiosa, como familia, como persona.
El rol de la familia extensa es otro capítulo.
Las hay que se forman, que apoyan, que leen… y otras que no.
Y hay que saber cómo manejarlo.
Si nos desestabiliza como familia, no va a ser nada fácil para ellos.
Si te amilanas, si te desregulas ante los comentarios de tu padre, de tu suegra, de la cuñada que lo sabe todo, de esa prima experta…vas a tener un problema.
Y el problema es tuyo, no de los niños.
Revisa como te sientes frente a todo esto, que lugar tienes en tu familia de origen, y que lugar van a ocupar ellos cuando lleguen.
Hay veces, como me pasó a mí, que la vida te da un revolcón, y te obliga a mirarte y ver qué estás haciendo, y cómo. No queda otra. Te revisas sí o sí.
A mí no me quedó otra de tomar consciencia sobre como estaba viviendo y como quería seguir viviendo. Qué quería y podía aportar.
Y me tocó repararme, como hacen los japoneses con la cerámica (Kintsugi), para poder aportar más valor a mi vida, a la de mis hijos y, porque no, a la de otras personas.
Mi experiencia, es que solo reparando en nosotros, podemos acompañarles desde ese amor incondicional que necesitan, verlos como son, y aceptarlos así, sin expectativa sobre como querríamos que fueran. Son únicos y distintos a nosotros.
Llegará un momento, en el que tomará fuerza la construcción de su identidad, normalmente en la adolescencia. Es un momento complicado porque no se ven en nosotros, menos aún si hay diferencias raciales. Empiezan a mostrar una personalidad que, en ocasiones, choca mucho con la nuestra, y ellos necesitan reforzar esa identidad propia “Yo no soy como tú” y ahí es donde tienes que echar el resto para demostrar que, a pesar de las diferencias, el vínculo es indestructible, que siempre vas a estar ahí. SIEMPRE. Pase lo que pase.
Esa adolescencia suya, a veces desregulada y caótica, hace de espejo al adolescente que fuiste tú, y quizá, ahí también quedaron cosas pendientes que tu propia historia que te toca trabajar ahora.
Cuando hablo con las madres a las que acompaño, e investigamos porque las dispara lo que las dispara de los comportamientos de sus hijos, porque se sienten como se sienten, o porque se desbordadan, siempre hay debajo un tema propio no atendido, en forma de herida, de creencia, de expectativa, de duelo…
Para mí, ha habido un cambio radical poniendo el foco en mí, tomando consciencia en mi autocuidado, en mis necesidades y qué hacer con ellas, en como me comunico, trabajar mi autocontrol para atenderlos en sus necesidades, que no son las mismas, pero son igual de importantes.
Y por último, nos vamos a enfadar, nos vamos a equivocar, vamos a meter la pata ¡Claro que sí, somos humanos! Pero si la mirada es la correcta, vas a saber reparar y generar un vínculo fuerte y seguro, que es de lo que se trata.
En mi blog adopcionconsciente.com te puedes descargar una guía, totalmente gratuita, de “Las 10 cosas que me hubiera gustado aprender antes de adoptar”.
Son 10 temas en los que me parece imprescindible profundizar, preferiblemente, antes de que llegue el momento de ser familia pero, si ya has formado una familia y aún no los has mirado, todavía estás a tiempo, cada día tenemos una nueva oportunidad de empezar de nuevo, de mirar de nuevo, de hacer las cosas con otra mirada, hacia nosotros y hacia ellos.
(PARA ADOPTANTES)
En esta sección se recogen herramientas, experiencias e instrumentos para prepararse los futuros padres para la adopción porque para ser adoptantes han de informarse y capacitarse.
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