DESEO Y ADOPCIÓN. Con Juan Alonso Casalilla Galán. El lugar de la deuda y la gratitud con el origen.

La sección “Deseo y Adopción” que presentamos con este prólogo, pretende compartir con los lectores una mirada distinta a las relaciones y vínculos que se ponen en juego en Adopción y Acogimiento Familiar.  Pretende poner en primer plano los aspectos que fundan la relación con los hijos o menores que tenemos bajo nuestra guarda.

Para ello el camino que seguiremos será, no tanto llamar la atención sobre la infinidad de variables que pueden relacionarse con el bienestar en la relación o un desarrollo sano del niño, sino interrogarnos y reflexionar sobre aspectos generales que están en la base y que son la razón de ser de las relaciones en adopción y acogimiento.

Recordemos, llegados a este punto que la adopción y el acogimiento familiar están motivadas en su constitución, en su origen, por una ruptura no deseada de la continuidad existencial de los niños. Algo se quiebra en su destino que no les permite criarse, educarse y vivir con sus progenitores. Además, esta imposibilidad viene por decisiones ajenas a él, tomadas sin contar con él. Por su bien, pero sin su participación en la mayoría de los casos.  Este destino del niño se encuentra con la decisión libre de unos adultos que desean que ese menor forme parte de sus vidas y ese acontecimiento les convierte en padres o guardadores gracias a estas circunstancias que quebrantaron su vida.

Así, no nos podemos sorprender de cómo esta forma de ser padre y madre es un campo que pone a prueba lo limitado de los saberes previos a la hora de enfrentarse a determinadas tareas.  Niños, padres y profesionales contemplarán estupefactos y a veces sin interlocutores válidos, algunos de los efectos que supone la ruptura existencial que implica la adopción o el acogimiento familiar, por lo que es frecuente que surjan problemas y nos encontremos con un malestar que no esperamos. Aquí padres y profesionales se encuentran ante una encrucijada, pues o bien aparece el escándalo, con el consiguiente diagnóstico o etiqueta o bien aparece una pregunta por las causas.

El diagnóstico o etiqueta excluye cualquier causa histórica, personal, familiar, y a partir del mismo comienza un recorrido con indicaciones para la intervención de la familia, con una identidad nueva para el niño que, a partir de ahora, deja de ser la persona singular y concreta que ha llegado a nuestras vidas para ser visto a través de las “gafas” de un diagnóstico simplificador, cosificador que nos impide hacernos preguntas fructíferas sobre las causas singulares, actuales. Ubicar todo lo que nos produce malestar en la relación o lo que no entendemos de un pasado deficitario y/o traumático no es siempre acertado, casi nunca lo es del todo…aunque sin duda produce un traicionero confort intelectual.

El otro camino que podemos tomar en la encrucijada es el de no apresurarnos, el de preguntarnos por las causas, por la historia que contextualiza las reacciones y conductas de los niños, que nos llaman a actuar.

Esta apuesta comporta un riesgo, y es el de dar vida de nuevo a las preguntas por el sentido de las conductas de los niños, conductas que nos interrogan, que nos conciernen. Apostar por esta mirada distinta, sin demasiado saber previo no promete una pauta ni una solución rápida pero sí conquistar una relación verdadera. Dar algunas claves para pensar de otra manera, con otra mirada, será el objetivo de esta sección.

Adoptar o acoger es un acto de profunda significación para adultos y niños. Esta significación será conquistada por cada una de las partes implicadas, más allá de los saberes previos con los que comenzamos la andadura. Para ello cada entrada de esta sección, pretende ser un apunte al margen, algo que nos suscite un pensamiento fuera de los “excesos de saber” que a veces nos saturan y velan las claves profundas que nos permiten pensar en los niños.

Comenzamos por algunas reflexiones sobre las deudas que contraemos cuando incorporamos al hijo a nuestras vidas.

EL FUNDAMENTO DE LA RELACIÓN EN ADOPCIÓN Y ACOGIMIENTO FAMILIAR: EL LUGAR DE LA DEUDA Y LA GRATITUD CON EL ORIGEN

Algo que preocupa y ocupa de manera constante a los adultos implicados en adopción y acogimiento familiar, es entender cuáles son los fundamentos del lazo que les une y unirá a sus hijos, o a los niños que acogen como guardadores.

En esta reflexión quiero poner de manifiesto un aspecto fundamental de la relación y que apunta a la razón de ser de lo que nos une a hijos y menores que están bajo nuestra guarda. Este aspecto es que a los niños se les separa de su familia biológica sin que en la inmensa mayoría de los casos ellos tomen parte en esta decisión tan trascendente. Esta decisión de separar al niño de su familia y entregarlo a otra, sin su participación, tendrá un eco en toda la existencia del chico que debe ser tenido muy presente para fundar una relación positiva con él.

Recordemos que, aunque las circunstancias que llevan a la adopción y al acogimiento familiar son muy diversas, todas comparten la ruptura de la convivencia con la familia de origen, provocada por una acción administrativa o judicial no consentida ni asumida por parte de la familia de ésta en la mayoría de los casos. No siempre hay un abandono y en muchos casos existen padres y familiares que desean sinceramente hacerse cargo de los niños…aunque no puedan por sus circunstancias. Tengamos en consideración, que protegemos al niño, pero las decisiones que en un momento dado se tomaron pensando en él, fueron sin contar con él. Esta circunstancia supone dificultades en el menor para “apropiarse” de su condición de adoptado o acogido, viviendo el evento trascendental de ruptura con su familia de origen como algo extraño y ajeno a él, a lo que le cuesta dar significado en su comprensión de la historia.

No me canso en recordar a los adultos que se dirigen a la adopción y al acogimiento que, desde cierto punto de vista, el niño, antes de la medida de protección lo tiene «todo» y que cuando el niño se incorpora a sus vidas le enfrentamos a «una nada». Desde su punto de vista es un acontecimiento por descifrar gracias a nuestra compañía.

Así, esta situación nos coloca a padres, guardadores y profesionales en una situación de endeudamiento en el sentido de que
Debemos una buena explicación.
Debemos gratitud porque el niño ha cumplido un deseo en nuestras vidas.
Debemos «una vida mejor».
Por lo tanto la relación verdadera solo puede fundamentarse en el reconocimiento por parte de padres y acogedores de la deuda adquirida, deuda que se instaura con la llegada del niño a sus vidas.

Cada una de estas tres dimensiones de la deuda merece un desarrollo que abordaré en próximas entradas.

 

 

Esta es una sección dirigida por Juan Alonso Casalilla Galán y que tiene como objetivo dar algunas claves para pensar de otra manera, interrogarnos y reflexionar sobre aspectos generales que están en la base y que son la razón de ser de las relaciones en adopción y acogimiento.

 

 

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