En este artículo dirigiremos nuestra atención al deslizamiento que se produce, en ocasiones desde la paternidad (adoptiva) a la paternidad terapéutica. El objetivo es reflexionar sobre sus posibles peligros, pues a veces los profesionales nos centramos demasiado en el daño presupuesto en la historia de los niños susceptibles de protección, y en nuestras intervenciones colocamos a los padres unas expectativas de reparación, que los pueden llevar a una espiral de rigidez y perfeccionismo.
Los padres adoptivos en general, llevados por el sano interés de ejercer sus funciones de la mejor manera posible se forman e informan sobre las necesidades y peculiaridades de su “forma” de ser padres (la adversidad temprana, las necesidades específicas de los menores, las secuelas del desamparo y el abandono…etc.) Sin embargo, este conocimiento valioso sobre los menores debe ser colocado en el lugar adecuado para que dé sus frutos, pues a veces y sin quererlo este “exceso de saber” o mejor dicho su “mal uso”, alentado por muchos profesionales contribuye a:
– Desvirtuar el lugar de padres. Si trasladamos lo terapéutico y reparador a la relación padres-hijos estamos construyendo una mala versión de las relaciones. Las relaciones personales deben de estar sujetos al deseo de uno para con el otro, en el aspecto más personal del término. En la terapia por definición una de las partes está dañada y la otro tiene las claves para su reparación. Lo más terrible es que el hijo no es hijo, sino niño dañado susceptible de reparación y los padres expertos en lo que el otro necesita (en virtud del conocimiento científico adquirido para ese grupo poblacional).
El terapeuta sí puede, sin entrar en matices, situarse en ese escenario, su relación es parcial y aunque trascendente en sus actuaciones, no involucra toda la existencia del otro. En nuestro trabajo el ideal puede servir de horizonte y guía. Por el contrario, los padres no pueden dejar seducirse por el ideal terapéutico, la relación con su hijo es única y debe ser otra cosa.
– Generar expectativas irreales de reparación, así como una falsa ilusión de poder, ilusión que lleva a veces a la impotencia, una vez comprobado que la pauta general no nos sirve para las escenas concretas con las que lidiamos.
– Puede contribuir a velar conflictos actuales, que tienen que ver con la dinámica familiar actual. El consenso científico en torno a la adopción, donde se señalan los efectos negativos sobre el desarrollo y el vínculo de la adversidad temprana puede llevar a la necesidad de ejercer una paternidad terapéutica en virtud de ese daño sufrido. Este saber general protege a algunas familias de tener que conectar con el sentir de las dificultades de crianza creadas por las dinámicas familiares actuales y que tienen que ver con la historia y características de la familia adoptiva y no con el pasado traumático del hijo. A veces también se convierten en la coartada para empezar a dar pasos hacia la desconexión de alguno de sus miembros que se señala como el chivo expiatorio del sistema familiar.
Los padres de Manuel, adoptado en España a los pocos meses de nacer, conscientes de la adversidad temprana sufrida, ponen a su disposición todos los apoyos profesionales necesarios. Muchas de sus reacciones y comportamientos son leídas bajo el prisma de un supuesto pasado carencial.
En el ámbito académico valoran el esfuerzo y el estudio por encima de todo, sin embargo, Manuel no responde, su rendimiento es bajísimo y en clase está ausente. Sus padres saben que es inteligente, incluso tiene unas capacidades cognitivas superiores a la media. Pronto empieza la espiral de consecuencias negativas a su bajo rendimiento, retirada de videojuegos, móvil y salidas con los amigos. Los padres tampoco olvidan los apoyos profesionales necesarios, Manuel lo tiene “todo”, pero la cosa no funciona. Este conflicto que gira alrededor del rendimiento académico empieza a impregnar todas las áreas de convivencia. Sus padres perciben un fuerte desapego hacia ellos, así como una falta de respuesta a los castigos y restricciones que les desespera.
Las entrevistas psicológicas realizadas con los padres de Manuel consiguen, al menos en un primer momento, abrir la reflexión. Lo más importante que observamos, al principio, en las entrevistas psicológicas con los padres y con el chico es que Manuel con el tiempo, ha puesto de su parte cuanto podía para no comprometerse y hacerse regañar en exceso, como un modo de eludir el planteamiento del deseo de su adopción.
Rastreando la historia de este chico de quince años, observamos que los padres han ido eludiendo los conflictos que presentaba desde su primera infancia, su historia de adopción no había sido suficientemente elaborada. Su adopción, motivada por la infertilidad de la pareja supuso una alegría inmensa, pero Manuel no ha sabido nunca el motivo por el que llegó a formar parte de su nueva familia, el motivo era ubicado en él, en la necesidad que él tenía de una familia, y de ser reparado en un supuesto daño pretérito. Y lo más importante, no había podido, hasta el momento, elaborar una percepción que ahora con la adolescencia valoraba con rabia, pues según su percepción, para el padre, un sobrino dos años mayor que Manuel es el modelo con el que comparaba a su hijo permanentemente y de una manera que el chico vivía con humillación y desprecio.
En el transcurso del tratamiento Manuel se fuga y sus padres se encuentran ante un abismo y perciben que pueden perder a su hijo para siempre. Este “movimiento” de Manuel puso a los ante el abismo de la pérdida real, sólo entonces accedieron a ese tú me haces falta, deseamos estar, vivir contigo…sin metas de reparación ni expectativa alguna. Convirtiéndose en esa base segura a la cual regresar sin condiciones. Manuel por su parte por primera vez se sintió como algo valorado “sin falta” sin necesidad de ser reparado para ocupar un lugar en la vida de sus padres.
Así, sólo tras la profunda crisis de Manuel y su familia, y destruidos todos los saberes y expectativas viejas se pudo volver a construir una nueva relación. Ambas partes sin perder su lugar tras la maraña de saberes, prejuicios entendieron que se necesitaban más allá de las características y faltas de cada uno.
El caso de Manuel no es un caso aislado. Estas crisis son necesarias e implican un modo de crecimiento, en el sentido de que cada uno encuentre su lugar.
La adopción está para la dignidad de hijo y de persona, así como proporcionar unos padres que sensibles a sus necesidades, acompañen a su hijo en su crecimiento, que disfruten se su crianza que disfruten de su crecimiento, de sus exploraciones, que sean base segura a la cual regresar sin condiciones. No base sabia y científica que repara.
Esta es una sección dirigida por Juan Alonso Casalilla Galán y que tiene como objetivo dar algunas claves para pensar de otra manera, interrogarnos y reflexionar sobre aspectos generales que están en la base y que son la razón de ser de las relaciones en adopción y acogimiento.
Os invitamos a leer los artículos que atesoramos en esta web escritos por Juan Alonso Casalilla además de los anteriores a este artículo de la sección «DESEO Y ADOPCIÓN»
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