También de difícil abordaje es la diferencia de razas entre adoptantes y adoptados que da lugar a distintas actitudes entre los padres. Unos asumen dichas diferencias desde el principio, tratándolas con naturalidad y encontrando el equilibrio para que el niño acepte sus características étnicas con orgullo y al mismo tiempo desarrolle un sentimiento de identidad y pertenencia con su familia adoptiva.
Otros padres, en cambio, entienden que al ser tan evidentes las diferencias, el hijo tiene que saber perfectamente que es adoptado, por lo que las explicaciones sobre este hecho se dan por sobreentendidas. Recuerdo una charla en la que una participante, madre de dos niños indios, decía: “mis hijos son indios, ¿cómo no van a saber que son adoptados?”. Esta aseveración está desprovista de todo contenido de realidad, porque el ser indio, chino o negro, no implica ser adoptado. El saberse adoptado no es lo mismo que comprenderse adoptado (Triseliotis, Shireman y Hundleby 1997). El llegar a esto último implica que el niño llegue a entender que nació como todos los demás, que fue abandonado por sus padres biológicos y que sus padres adoptivos (como en la mayoría de los casos, no pudieron tener hijos), le desearon y le adoptaron. Todo esto acaba de comprenderse hacia los ocho o nueve años, dependiendo de la madurez del niño, pero no de que pertenezca a una raza distinta.
Otra conducta que observo en los padres adoptivos, es minimizar los rasgos étnicos de sus hijos, llegando a actitudes muy negadoras. Como ejemplo referiré el comentario de un niño de origen hondureño, que se quejaba de que en el colegio se metían con él por su color de piel y su madre le restaba importancia, el niño, en un arrebato de rabia, chilló en medio de la sesión: “es que mi madre me quiere tanto que no se da cuenta de que soy negro, pero los demás me lo hacen ver a cada momeno”.
Tanto en el caso anterior como en este, los padres no abordan la raza de sus hijos con naturalidad por diferentes motivos. En el primero, se da por sobreentendido que el tener una raza diferente implica la asunción de la condición de adoptado; y en el segundo, se minimizan las diferencias; pero en definitiva, ambos silencian o deterioran de alguna manera el proceso de adopción.
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