Durante la adolescencia los cambios hormonales son tan violentos que provocan que las emociones se disparen o se inhiban en lapsos de tiempo muy pequeños. Es altamente recomendable comprender y saber actuar ante estos cambios.
La decepción o el entusiasmo Pueden sucederse de manera repentina, para desesperación de los padres. No se apure: el cuerpo y la mente de su hijo están ajustándose, y pasarán varios años antes de que consiga controlar y regular adecuadamente las emociones.
Los siguientes ejemplos ilustran el proceloso mundo emocional del adolescente. Acompañar a su hijo en estos vaivenes no es fácil, pero sí necesario para su aprendizaje y adecuado desarrollo emocional.
EMOCIONES POSITIVAS
Laura y sus tres amigas llevaban un mes preparándolo todo para asistir al concierto. Habían conseguido entradas en internet y las guardaban con celo en un cajón secreto de su habitación. El día anterior un manojo de nervios y, excitadas, daban vueltas por la casa a toda velocidad sin saber muy bien qué era lo que buscaban.
Justin Bieber actuaba en Madrid, y ellas no se lo iban a perder. Aunque el concierto era a las 9 de la noche, Laura y sus amigas hacían cola desde las cuatro de la tarde porque querían un buen lugar ver más de cerca a su ídolo. La espera no fue larga, no estaban cansadas ; cuando comenzaron a pasar las primeras fans por el torno, les dio un vuelco el corazón, estaban cada vez más cerca.
Tras unas decenas de empujones y algún que otro pisotón, lograron situarse muy cerca del escenario. A las nueve en punto se apagaron las luces del pabellón, sus ojos chispearon, su corazón comenzó a latir a un ritmo frenético, tenían las manos temblando y un sudor frío recorría todo su cuerpo. Las amigas se abrazaron entre sí.
Cuando apareció el artista, se echaron a llorar; no se lo podían creer, estaban allí a poca distancia de él. A gritos intentaron hacerse oír, repetían su nombre una y otra vez. Como resortes, empezaron a saltar al comenzar la actuación y ya no fueron capaces de parar en toda la noche. Afónicas y sudorosas, pidieron con rabia: otra, otra, otra…
Fue una noche inolvidable, y durante semanas estuvieron siguiendo las andanzas del archifamoso superartista. Era lo mejor que les había pasado en su vida, y lo recordarían durante años, la ropa que habían llevado a aquel concierto jamás la lavaron, era fetiche.
La extraordinaria emoción con la que los adolescentes acuden por primera vez a un concierto es similar a la que siente un aficionado al fútbol cuando su equipo marca el gol que le da la copa de Europa. Todo nuestro cuerpo experimenta un alud de sensaciones especiales, las emociones se desatan, por unas horas olvidamos nuestros problemas y preocupaciones. Somos inmensamente felices, nos abrazamos al primero que se nos acerca y sólo queremos saltar y desgañitarnos.
Este tipo de explosiones emocionales están reguladas por el sistema límbico. Lo que acabamos de describir es un ejemplo positivo de expresión emocional, pero el mecanismo es el mismo cuando ocurre un brote de violencia.
Los arrebatos de ira o cariño tienen su epicentro en la amígdala. Esta estructura se encuentra en el cerebro dentro del llamado sistema límbico y su papel tiene que ver con la identificación, el procesamiento y la regulación de la conducta emocional. Un individuo que careciera de amígdala perdería todo interés por relacionarse con otros individuos, su capacidad de razonamiento seguiría intacta, pero le incapacitaría para tener el más mínimo sentimiento.
La amígdala es como un vigilante 24 horas. Está pendiente de cualquier amenaza potencial, preparada para activar el sistema hormonal corporal que incita a la huida o la ludia; por eso ante un o una emoción positiva nuestro ritmo cardíaco se dispara, la tensión arterial aumenta y la respiración se hace más pausada.
Hasta hace pocos años se creía que las impresiones que captan nuestros sentidos iban directamente al tálamo y de ahí al neocortex o cerebro racional. LeDoux1 (http://www.muvinteresaíite.es/joseph-ledoux. ) demostró que no es exactamente así al descubrir vías nerviosas propias para los sentimientos. Dicho de otra manera, algunos estímulos llegan antes a la amígdala V por lo tanto actúa previamente el sistema límbico o cerebro emocional. Por esta razón se desata la pasión de Laura y sus amigas; a la vista los demás su comportamiento es exagerado e irracional, pero ellas están henchidas de emoción y gozo. «lo importante es el viaje, no el destino»: esta frase acuñada por Kavafis en Viaje Hacia Ítaca bien podría emplearse para ilustrar una campaña de la DGT, pero en los adolescentes adquiere un profundo sentido. Aproveche que su hijo acude a su primer concierto, acompáñelo en los preparativos, ilusiónese con cada pequeño detalle, haga de su presencia una guía. Educar es acompañar/ y una buena compañía hace el viaje más gratificante.
EMOCIONES NEGATIVAS
El chico estaba hablando por teléfono en su habitación, llevaba casi una hora cuando su madre entró acalorada: «¡Ya está bien, deja de charlar y ponte a hacer tus deberes!». Al principio el adolescente no le prestó atención, pero cuando por segunda vez escuchó la voz de la madre, se desató una ola de rabia en su cara. Se levantó airado, los ojos rojos, se situó a escasos centímetros de su madre y por un momento pensó en pegarle, pero se paró.
Así me relataba una amiga el incidente que había vivido el día interior. Estaba aún asustada y no comprendía qué le podía haber pasado a su hijo, cómo era posible que se encarase con ella de ese modo. Cabizbaja, me decía: «¡Mi hijo es un inmaduro, no piensa lo hace!»
¿Qué había pasado, por qué esa reacción? La amígdala se había puesto en rojo, fuera de sí, y durante unos milisegundos el cavernícola que llevaba dentro se ponía en marcha. ¿Pero qué pasó para frenarse en seco y no seguir con su actitud?
La amígdala tiene un regulador natural que consigue que la mayoría de las ocasiones nos paremos y no sigamos con nuestra conducta violenta. Los lóbulos frontales del cerebro actúan modulando las respuestas de la amígdala; por decirlo de algún modo, son como un extintor de incendios. Al activar los lóbulos frontales, se reorganiza la respuesta emocional y la amígdala se para en seco.
La mala noticia es que la completa madurez de la corteza prefrontal puede alargarse hasta los veintitantos en los chicos, algo antes en las chicas. Estos lóbulos son también responsables de conductas como el control de impulsos, la atención, la toma de decisiones la planificación.
No se desesperen, la biología se toma su tiempo para completar proceso madurativo. Durante la adolescencia, el chico aprende a controlar su conducta y hacerla más llevadera, pero no va a ser tarea sencilla. Eviten discutir cuando el chico está en modo «neardental», pues sólo le traerá más disgustos.
Ustedes saben perfectamente que cuando estamos acalorados, no razonamos, decimos cosas de las que después nos arrepentimos y tenemos la tendencia a hacer de un grano de arena una montaña. Sea firme pero al mismo tiempo use sus lóbulos frontales. Espere a que el chico se calme y, cuando esto ocurra, acérquese a él de forma amistosa, emplee un tono de voz bajo, evite señalar con el dedo y enséñele a pensar. Si muestra calma, su hijo aprenderá a calmarse; si muestra agresividad, su hijo aprenderá a ser agresivo. Es un inmaduro, sí, pero es «su» inmaduro, no lo olvide.
Del libro:Mi hijo no estudia, no ayuda, no obedece 25 reglas para solucionarlo y 7 cuestiones para pensar .J. Amador Delgado Montoto .EDICIONES PIRÁMIDE
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