LA FAMILIA DE ORIGEN EN LA ADOPCIÓN. Lila Parrondo

Para que la escena adoptiva se concrete es necesario contar con la presencia de tres actores:

-La familia biológica,
-El niño o la niña que no puede permanecer en ella y se encuentra en situación de adoptabilidad,
-La familia adoptante.

El abalila mayor desafíondono, la renuncia, la negligencia, los malos tratos, la retirada de tutela sin posibilidad de retorno a la familia de origen… Son situaciones que colocan al niño o niña en la necesidad de incorporarse a otra familia, distinta de la biológica. Mientras esto acontece, e incluso antes, en algún lugar del mundo, una familia ha optado por convertirse en padres por medio de la adopción, ya sea porque la biología no les ha permitido tener hijos; porque eligen esta opción para ampliar su familia; porque deciden asumir la parentalidad en solitario; porque, superando el fracaso de relaciones afectivas anteriores, deciden crear nuevas familias a las que, además de aportar los hijos/as propios, deciden incorporar nuevos hijos/as por medio de la adopción; o porque como pareja homoparental la adopción les abre el camino para convertirse en familia. Son personas que deciden asumir el mayor desafío de la adopción: hacer propio a esta hija o hijo concebido por otros, cuidado por otros, incorporando a sus vidas a un niño o una niña con una historia no compartida desde los inicios.

Las autoridades del sistema de protección de menores son quienes vinculan a biológicos y adoptivos, quienes entrelazan dificultad-necesidad-deseo para encontrar un ámbito de cuidado y afecto que permita el mejor desarrollo de las potencialidades del niño o la niña.

¿Dónde empieza la historia de la adopción?

A pesar de los avances en la investigación en psicología evolutiva, en las teorías de la comunicación, en la sensibilización y difusión de los beneficios del conocer la propia historia, hablar de adopción sigue siendo asignatura pendiente para muchas familias.
La información que se transmite a los niños y niñas, en general, hace referencia al lugar y/o país donde estaban cuando su familia adoptiva los conoció, y se explica de ahí en adelante, desde el encuentro y sobre la historia compartida. Muchos niños y niñas procedentes de la adopción internacional deben seguir creyendo que nacieron en el aeropuerto de Madrid, donde comenzó “nuestra historia de verdad”. Tal vez creerán que son extraterrestres, que no han llegado a este mundo traídos por la cigüeña después de nueve meses de espera desde que un señor y una señora los concibieron.

cuadros de familiainterrogantes01No, ellos han llegado a este mundo después de varias invasiones de platillos volantes que fueron sembrando en la geografía de este planeta niños y niñas sin pasado.
Todavía hoy, hay familias que siguen interpretando el “olvido” como signo de una adecuada integración a la nueva familia. Lamentablemente en esta falsa creencia no están solo las familias, muchos profesionales colaboran y fomentan esta creencia.
Pero… ¿quiénes son los biológicos? Son los primeros, los de nacimiento, los naturales, los reales, los verdaderos, los otros, los de sangre, los que lo/la concibieron, los progenitores, los dadores, los donantes, la “otra” mamá, la que lo llevó en su tripa., la mamá de China, Etiopía, Colombia…

Hay muchas maneras de nombrar a aquellos de los que resulta tan difícil hablar por temor a convocarlos por medio de la palabra, por el miedo que da hacerlo mal o que cause dolor en el niño… porque el miedo paraliza. ¿Por qué tanto temor al efecto de las palabras?

Los miedos innombrables

Quienes acompañamos a las familias sabemos que estos miedos esconden otros miedos, los miedos innombrables: el miedo a lo desconocido, el miedo a incorporar a “mi” familia a un niño o una niña con antecedentes biológicos difíciles de asumir: adicciones, prostitución, desestructuración familiar, crímenes… y el miedo a la sexualidad.
Los biológicos siguen siendo pensados como personas que viven en la pobreza, con escasas capacidades intelectuales, con escaso o nulo acceso a la educación y carentes de redes sociales… y sigue pensándose que, ahí, radican únicamente las causas posibles de desamparo. Y cuesta encontrar palabras para referirse al alcoholismo, a la prostitución, a la negligencia, a los malos tratos.
Se reclama conocer los antecedentes biológicos y genéticos, se presiona a las autoridades para que exijan protocolos con mayor información preadoptiva, incluso se exigen “garantías” con respecto a la salud de los niños. A su vez las familias adoptivas otorgan a los biológicos agradecimiento eterno por haberles cedido a sus hijos e hijas… pero si los niños presentan dificultades en su salud, en su capacidad de aprendizaje, en sus conductas, serán los biológicos quienes carguen con los “fallos”.
¿Y qué decir de la sexualidad y el miedo que produce hablar de ella? La sexualidad de los biológicos… y la sexualidad de los adoptantes. La sexualidad la de los primeros es curiosa: habiéndose necesitado de dos actores para la concepción del hijo o hija, de los biológicos se suele hablar en singular. Para que “nuestro hijo” naciera hizo falta un útero que lo cobijara, por lo cual no se puede negar la existencia de la “madre de la tripa”. Sin embargo, al padre biológico se le sigue adjudicando un paso “casual” en la vida del menor, es un desconocido, un ausente, un desaparecido.

Difícil es también la sexualidad de los adoptantes. Difícil porque obliga a hablar de la esterilidad y/o infertilidad, de una sexualidad trastocada por los tratamientos realizados para revertir los reveses de la biología, de los esfuerzos económicos y emocionales que acompañaron esa etapa, del dolor y el duelo por la pérdida de la capacidad reproductiva.

hablar de adopción12Es difícil hablar del temor a un nuevo embarazo o parto cuando las vivencias han sido “terroríficas”. Es difícil hablar de sexualidad cuando el deseo de tener hijos convive con las pastillas anticonceptivas en la mesita de noche. Es difícil hablar de sexualidad en las familias monoparentales, de su deseo de tener un hijo o hija a pesar de no cumplir con los cánones tradicionales de familia. En el caso de estas últimas, es difícil hablar de la ausencia de un padre, lo que llega en ocasiones a producir tanta confusión en el relato que los chicos/as terminan creyendo que son el producto de una relación entre “mi mamá adoptiva” y mi “padre biológico”, justificando de esta manera hasta las evidentes diferencias fenotípicas. Y es difícil hablar de sexualidad en las familias homoparetales. Hablar de todo ello es difícil cuando nos pone en situación de una parentalidad sustitutiva y nos lleva a hablar de papeles, documentos, trámites, gestiones y un tiempo prolongado de espera, difícil de sostener porque puede poner en situación de amenaza, en cualquier momento, nuestro deseo de paternidad o maternidad y enfrentarnos a una nueva frustración. ¿Pensarán que somos idóneos? ¿Nos darán el certificado? ¿Y si a los de allí no les parecemos adecuados? ¿Y si, por cuestiones socioeconómicos o políticas, nos vemos en la tesitura de enfrentarnos a un nuevo duelo por no lograr realizar nuestro deseo de ser padres? ¿Qué sería de nosotros si no lográramos hacer realidad nuestro mayor deseo en esta vida?

Los biológicos pueden transformarse en los desaparecidos, los rivales, los fantasmas que acompañaran a quienes adoptan y a quienes son adoptados/as a lo largo de toda la vida. Ellos, los biológicos, sí pudieron. En condiciones de promiscuidad, de precariedad, ellos (ella) sí pudieron dar vida… aunque no pudieran retener, criar, ejercer de padres.
Curiosamente, los fantasmas, los rivales, los desaparecidos, se hacen presentes cada vez que la familia pasa momentos de dificultad. En ellos, los fantasmas, se hacen recaer las causas de la misma. Pasarse en el botellón adolescente, como hacen casi todos los jóvenes, se interpreta en clave de “ya lo sabíamos, con los antecedentes de tu padre…”. Y pobre de la muchacha que, por vulnerabilidad emocional, tenga sucesivos novios, porque rápidamente acudirán a la memoria aquellos antecedentes maternos que habían quedado guardados en el “baúl de los “no-recuerdos”.
Siguen siendo minoría las familias en las que el origen, nunca mejor dicho, el origen de la vida de sus hijos o hijas y sus circunstancias inmediatamente posteriores pueden ser abordados con naturalidad, ayudando a poner palabras a lo que se conoce o a lo que se intuye que pudo haber pasado para permitir completar el puzzle, hacer historia, acompañar en el dolor, sumar afectos.

cómo sere a quien me pareceréY por el otro lado están los chicos y chicas que quieren saber, que necesitan saber. Saber si los han querido, saber si hicieron todo lo posible por retenerlos a su lado, saber que no les abandonaron por sus comportamientos inadecuados o por su salud precaria. Saber si son los únicos herederos de aquella genética o si hay otros, iguales, sus hermanos o hermanas que permanecen en aquel núcleo biológico o en otras familias adoptivas. Saber, conocer, constatar a quién se parecen y cómo podrán llegar a ser de mayores. Saber de dónde vienen… para saber hacia dónde van.
El conocimiento de la relación genealógica es un aspecto importante de la identidad adulta, ya que relaciona a cada individuo con las generaciones pasadas (y con las futuras). La adopción afecta esa relación, pudiendo producir un vacío, una sensación de falta de raíces. “Aquello de lo que no se habla, lo omitido y silenciado, aquello que se torna invisible pretendiendo que no ocupe un lugar en las preocupaciones o decisiones, aquello a lo que se teme, aquello –dice Eva Giberti– siempre vuelve”. Y vuelve en el temor a nuevas pérdidas.
En muchas ocasiones, detrás del premiado y mal entendido “olvido” como valoración de una adecuada integración familiar, se esconde para los adoptados y adoptadas el miedo a saber, a conocer, el miedo a acercarse a lo que se presume doloroso, pero también el miedo a disgustar a los adoptivos si se les interroga, si se los angustia, y el miedo a perderlos, el miedo a volver a quedar solos. Y en los adoptantes, el miedo a la pérdida del hijo, el miedo a que, finalmente, con sus palabras, fomenten el deseo de conocer a los biológicos, el miedo que produce la sobrevaloración de los lazos de sangre, el miedo a no ser valiosos para los hijos, el miedo a que los fantasmas hagan su aparición, el miedo a salir perdedores en la contienda.

El miedo a que, finalmente, la sangre tire… y triunfe.

 

graciasLila Parrondo Creste. Psicóloga y Directora de Adoptantis (Centro de evaluación y apoyo en post-adopción). Madrid. Coordinadora de “Adoptar, Integrar y Educar. Guía de orientación para educadores y familias”.Dirige desde 2003 El Periódico de la Adopción

Ponencia presentada por Lila Parrondo en el V Congreso Internacional AFIN,La triada en la adopción, el acogimiento y la reproducción asistida: el lugar de la familia de origen”.

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