La Mediación Familiar no es demasiado conocida todavía en España. Apenas se conoce el trabajo que puede realizar un mediador en familias que están viviendo algún conflicto, como una separación o divorcio –que es donde más comúnmente se conoce esta figura-, así que aún es menos conocida la posibilidad de recibir ayuda de un mediador, en el caso de búsqueda de orígenes de una persona adulta adoptada.
Un encuentro de cuento
Hace un tiempo, una mujer adoptada, de casi treinta años, confesó que hacía años inició su búsqueda de orígenes, aunque no como debía haber iniciado. Ella entonces tenía casi veinte años y logró encontrar los datos de su madre biológica, fecha de nacimiento, estado civil, dirección y teléfono. A pesar de que en su casa, con sus padres (adoptivos), tenía muy buena relación y hablaba con naturalidad sobre su adopción, sobre sus orígenes, y sabían responderle cariñosa y pedagógicamente a todas sus preguntas, ella decidió obtener esos datos a escondidas. Era aún muy joven e impulsiva. En una ocasión, viajó kilómetros hasta el domicilio de su madre biológica, nunca ha sabido afirmar si hubiera sido capaz de llamar a la puerta o no, pero sentía la necesidad de ‘mirar a escondidas’. Por suerte, no llamó a la puerta, ni se encontró con ella. Seguramente, ese no era su momento todavía. Y ahí dejó aparcada la historia. Diez años después, resurgió la curiosidad por ‘encontrar la pieza del puzzle que le faltaba a su identidad’. Esta vez lo habló con sus padres (adoptivos), con su marido, e incluso con algún amigo. Todos le apoyaron y animaron a hacerlo, pero, en esta ocasión, fue más sensata y decidió contactar con un mediador familiar.
El mediador estuvo orientando y ayudando a esta joven, a elaborar su propia historia con los datos que tenía, a responder cuestiones y a buscar nuevas preguntas que pudieran surgir en el futuro, antes de que quizás, algunos hechos de su pasado, le pillaran por sorpresa en el presente. Después de un tiempo, cuando ella había aclarado muchos asuntos de su vida personal, se sentía segura y emocionalmente fuerte, el mediador se puso en contacto con su madre biológica. Esta mujer, recibió la noticia con sorpresa y necesitó mucho tiempo para asimilar lo que estaba empezando a suceder. Necesitó también el apoyo de un profesional que le ayudara a asimilar esta nueva fase de su vida, y después de sentirse segura, decidió dar el paso a contactar con ella.
Fueron meses de intercambio de información entre ellas, a través del mediador. De manera paulatina fueron enterándose y comprendiendo la historia de cada una de ellas. Después, cuando llegó la primera carta, fue emocionante, y las primeras fotografías que intercambiaron apenas podían vislumbrarlas entre las lágrimas. Con el tiempo, esa situación se normalizó, aunque en ciertos momentos era inevitable la impaciencia por conocerse físicamente, pero el mediador siempre les hacía comprender lo importante que era avanzar a otro ritmo, y enseguida intentaban controlar su inquietud.
Llegó el momento del encuentro, planeado por el mediador con cada una de ellas, para evitar que se sintieran incómodas en algún momento. No hubo abrazos, ni gritos de alegría cuando se saludaron –como suelen mostrarnos en las películas-, pero sí había sonrisas y mucha luz en sus miradas. El mediador hablaba de temas triviales para relajar el ambiente, aunque, como es inevitable, en ese momento, se miraban entre ellas muy tímidamente, mientras simulaban escuchar al mediador. Después de un rato de conversación entre los tres, con un ambiente relajado y entre risas y alegría, el mediador se retiró y dejó solas por primera vez a madre biológica e hija. El primer encuentro fue perfecto, y se selló con un abrazo entre las dos.
A pesar de que todo había salido bien, las dos necesitaban asimilar ese capítulo de su vida. Necesitaron hablar mucho con el mediador, tras este primer encuentro, y también compartir la historia con personas de su entorno. Excepto la madre biológica, que sólo podía hablar con el mediador, porque había decidido llevar esta historia en secreto, pues nadie de su familia conocía esta circunstancia de su vida pasada. Todavía hoy opina que no es el momento de revelarlo.
A este encuentro, le siguieron algunos más, y frecuentes llamadas de teléfono, puesto que viven en ciudades distanciadas. El mediador se iba apartando poco a poco de la relación entre ellas para definir su espacio íntimo, aunque continúa hoy manteniendo contacto de seguimiento. Fue entonces, cuando entre ellas y el mediador se había creado un clima de confianza, el momento en que la madre biológica decidió revelar el nombre del padre biológico. Y se pusieron manos a la obra.
Fue fácil localizar al padre, porque algunos años después de que naciera la protagonista de esta historia, habían continuado teniendo contacto, aunque fue difuminándose en el tiempo. Cada uno de ellos había rehecho su vida por su lado, casándose y criando a los hijos que tenían con sus segundas parejas.
El proceso con el padre biológico fue muy parecido al de la madre, sólo que él había decidido compartir esta historia con su familia. Su esposa ya había fallecido, pero sus cuatro hijos eran ahora adultos, y consideró justo que conocieran la historia. Y así fue. El padre reunió a sus hijos y compartió con ellos la sorpresa, emoción y temor que le provocaba la situación actual.
El mediador habló con todos ellos, en diferentes encuentros por separado, aclararon dudas, y reordenaron algunos sentimientos que se les habían revuelto. Estaban preparándose para el encuentro que habían decidido tener con una nueva persona que entraría en sus vidas. Después de unos meses, se organizó un encuentro similar al que ya había tenido con su madre biológica, y transcurrió tan positivamente como el primero.
Días más tarde, llegó el momento de conocer a sus hermanos.
Primero, el mediador organizó el encuentro entre ella y uno de los hermanos con el que había tenido más contacto durante los meses anteriores, a través de teléfono e internet. El encuentro fue diferente, pero igualmente emocionante y positivo. Unas horas después, se unieron al encuentro el resto de hermanos. A continuación, se sumó de nuevo el padre biológico de todos ellos.
Tiempo después, entre ellos tres, plantearon la opción de reencontrarse simultáneamente: ambos padres biológicos con la hija que tuvieron que entregar en adopción treinta años atrás. Se habían visto todos en otras ocasiones, pero nunca en una misma habitación, en el mismo momento.
El primer instante pareció como si fuera el primer encuentro para los tres, sin embargo, cuando llegó el momento de despedirse, después de un par de horas de haber cenado juntos, pareció como si llevaran viéndose toda su vida. Hubo una energía especial que compartieron todos ese día.
Ahora queda pendiente un encuentro que se está preparando entre la madre biológica y la madre adoptiva, puesto que ambas quieren conocerse y agradecerse mutuamente la oportunidad que cada una de ellas ha brindado a su hija.
En unas semanas, quizás ya se sientan del todo preparadas para sentarse las tres juntas…
La importancia del papel del mediador.
Probablemente, la historia relatada en el cuadro adjunto no hubiera sido tan óptima, si no hubiera estado presente la figura del mediador en cada momento, en cada paso del camino. Quizás se hubieran podido encontrar, sí. Pero, con casi toda seguridad, podríamos atrevernos a afirmar que no hubiera podido narrarse tan positivamente como se ha pretendido transmitir en este relato.
A pesar de ello, debemos reconocer que, incluso con la presencia de un mediador familiar, este tipo de historias, con tanto éxito, no suelen ser lo más frecuente. Por eso, esta situación se describe prácticamente como ‘un encuentro de cuento’.
Jaime Ledesma del Busto. Psicopedagogo. Mediador Familiar y educador especial.
Especializado en adopción y post-adopción. Centrado profesionalmente en la aplicación de la mediación dentro de los diferentes ámbitos de la adopción, fundamentalmente en la búsqueda de orígenes del adoptado adulto.
Autor del libro: ‘Mediación Familiar en Búsqueda de Orígenes. El encuentro con mi espejo biológico’.
Formador en adopción para profesionales en diferentes instituciones y en mediación en adopción en la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona).
Miembro activo de la Asociación La VOZ de los Adoptados.
¿Quieres saber más?
LA MEDIACIÓN FAMILIAR EN LA BÚSQUEDA DE ORÍGENES.
Mediación, Postadopción y Psicopedagogía: Madop
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