Lamentablemente, existe una clase de preguntas a las que hoy es mejor prestar una atención particular, y son las preguntas sobre los abusos.
Hace 50 años un niño pequeño no preguntaba quién era un pedófilo, pero ahora puede pasar.
Puede producirse por dos razones: porque el niño ha oído la palabra por televisión, o en la escuela, o la han leído en un título del periódico. En este caso, se trata de una sencilla curiosidad y de una petición de información. Como tiene miles de ocasiones para poder oír el término, es mejor explicarle lo que significa.
En otros casos, se puede tratar de una manera discreta y encubierta con la que el niño intenta comunicar a los padres unas atenciones impropias que le han sido dirigidas, o que han sido dirigidas a un compañero suyo. Como estos acontecimientos pasan cada día es mejor saber por qué está haciendo esa pregunta.
De todos modos es mejor hablarle del tema, de manera que sepa también como comportarse si llegara a hallarse en apuros. La explicación se puede dar a cualquier edad, adecuando los términos, pero tiene que ser una explicación clara.
No es un chiste aunque lo parezca:
Un día el hijo de un amigo mío volvió a casa muy abatido y de hablador y extrovertido como era, paso a comportarse de forma totalmente diferente (estaba triste y callado). No había manera de sacarle una sola palabra sobre lo que le había pasado. Al final después de largas y diversas tentativas rompió a llorar y dijo «papá, ¡yo creo que soy un pedófilo!». El padre casi se ahoga con la sopa y pregunta «¿Por qué?» «¡Porque me gustan las chicas!», exclamó entre lágrimas el pervertido de seis años.
Vamos a ver cómo se puede contestar:
¿Qué es un pedófilo?
Un pedófilo es una persona adulta que dedica a un niño o una niña atenciones fuera de lugar, y que a menudo son sexuales. Si alguien mayor que tú intenta hacerte cosas que no quieres hacer, o que te parecen un poco raras, intenta huir enseguida, y cuéntanoslo todo de inmediato: nosotros te protegeremos. ¿Cómo se te ha ocurrido esta pregunta?
A menudo, en casos de abusos sexuales, los niños no se dan cuenta de lo que está pasando; siempre sufren amenazas para que no cuenten lo que ha ocurrido, y frecuentemente les da vergüenza hablar de ello. Esto permite que las situaciones de abuso puedan alargarse, y que puedan perdurar mucho tiempo sin que nadie lo sepa.
Los niños tienen miedo a sufrir una reprimenda en caso de hablar, también porque, a veces, quien abusa de ellos es una persona cercana a la familia: un tío, un primo mayor, un amigo de casa. Entonces tienen la necesidad extrema de saber claramente que, si hablaran, encontrarían total protección por parte de sus padres, y esta certidumbre tiene que ser mayor que cualquier amenaza que puedan sufrir.
El mismo razonamiento puede utilizarse ante la petición de explicaciones sobre términos sexuales un poco particulares. Habitualmente, los niños no las piden porque no saben nada de eso. Pero si preguntan, quiere decir que por lo menos lo han oído, y entonces es mucho mejor explicarle lo que significan; en caso contrario, buscarían informaciones con sus compañeros, ¡con quién sabe qué resultados y extravagantes interpretaciones!
Nunca se puede excluir la posibilidad, y en este caso tampoco, de que pidan explicaciones porque alguien les ha requerido que realicen ciertas actividades, y aquí aparece la obvia necesidad de protegerlos.
Muchos padres están convencidos de que los niños son demasiado pequeños para estar informado sobre ciertas cosas. Claro, no hay ninguna necesidad de que sea el padre quien tome la iniciativa, dando una conferencia a un niño de seis años sobre los detalles de las prácticas eróticas:¡estaría del todo fuera de lugar! Pero si es el niño que pide la información, el tema es diferente: quiere decir que ya ha entrado en contacto con ese término, y entonces es mejor aclararlo (y posiblemente informarse sobre «cómo» ha pasado).
Es mucho mejor que no se queden sin explicaciones algunas indicaciones prácticas que los padres suelen dar siempre como: «no hables con desconocidos»; «no aceptes caramelos de personas que no conoces» y otras frases parecidas. ¿Por qué un niño no debería hablar con nadie? ¿Acaso todos los desconocidos son monstruos por definición? ¡Y, además, los caramelos son tan buenos!
De esta manera no se les protege lo suficiente de los eventuales peligros reales, porque una prohibición genérica y no explicada facilita la trasgresión, sobre todo en un niño que sea un poco vivaz, curioso y listo. Entonces, para apagar la natural curiosidad del niño, que es algo sano, ni su sustancial confianza en los demás, que es algo aún más sano, es necesario dar explicaciones precisas que no hagan de toda hierba un fardo. Se trata de no generar un estado de paranoia generalizada y de que tengan claro cuándo y por qué, hay que tener cuidado.
Pongamos un ejemplo.
¿Por qué no tengo que hablar con desconocidos?
No, no es que nunca tengas que hablar con alguien desconocido. Algunos desconocidos son buenísimos y es bonito hablar con ellos. Pero otros desconocidos pueden tener hacia ti intenciones que no son buenas. Por eso, tú habla con quien quieras si tienes cerca a tu mamá, a tu papá o a alguien en quien confíes. Pero, si estás solo, y sobre todo si estás en un lugar solitario y no hay gente alrededor, es mejor que no te pares a hablar, porque si una persona grande quiere hacerte daño, siempre será físicamente más fuerte que tú. Si esto pasara, tu mejor defensa será correr y buscar auxilio. De todas maneras, si alguien te dice algo que te parece raro, empieza alejándote; luego, cuéntanoslo todo enseguida, así iremos a ver juntos de que se trata.
Paola Santagostino. Psicóloga y psicoterapeuta. Utiliza los cuentos como forma de terapia, además de como herramienta de conocimiento y evolución personal. Es autora de «Cómo contar un cuento… e inventarse cientos» y «Un niño seguro de sí mismo, cómo reforzar la autoestima de su hijo» y «¿Por qué los niños hacen tantas preguntas?», de donde proviene este post.
Publicados por Ediciones Obelisco.
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