Sintonizando con el dolor del otro. Iñigo Martínez de Mandojana

La sintonía es más que la empatía

A veces buscar lo contrario, el antónimo, nos ayuda a entender más si cabe el concepto que queremos explicar. Así pues, si tuviera que poner un ejemplo de lo contrario a sintonizar sería la de un servicio de atención al cliente de una compañía telefónica. Llamas porque tienes un problema gordo con la factura y con buenas palabras te dan pasaporte. No importa que estés desesperado, inquieto, rabioso, echando lava por la boca, que ellos se mantienen en su sitio diciéndote que lo entienden pero que no pueden ayudarte. Esa persona que está al otro lado del teléfono te trasmite a la perfección que le da igual tu problema, tu estado emocional y físico, no se altera, permanece siempre dentro de su discurso dialéctico preestablecido.

Así pues, si alguien pregunta qué es la sintonía, se puede decir que lo contrario de un servicio de atención al cliente de una compañía telefónica.

Pero si nos ponemos un poco más serios y damos un paso adelante, diría que sintonizar es una moneda con dos caras. Por una parte está claramente la dimensión empática del profesional hacia el  traumatizado que nadie puede cuestionar. Vamos poco a poco identificando las necesidades, los sentimientos, las emociones y participamos de manera afectiva con ellas. […]Mí experiencia me susurra que es más fácil cuando aprecias al de enfrente y este a ti. Ese envoltorio afectivo-positivo hay que trabajarlo, alimentarlo y se crea muchas veces en las situaciones más cotidianas y más informales. Un paseo, acompañarle a recoger unos resultados médicos o situaciones tan paradójicas como ir a comprar un vestido para una boda, hacer un guiso guaraní o envolver quinientas trufas en sus correspondientes celofanes pueden favorecer ese proceso. En el caso los niños, el juego es una de las herramientas más efectivas. Con los adolescentes, la música o el deporte. Hay que tragar con el reguetón, el rap o los Auryn horas y horas. No voy a descubrir nada del otro mundo, pero sí subrayar que en ocasiones nuestro corsé profesional nos aleja o pone un muro entre ellos y nosotros. El despacho, las citas y la estructura institucional dificultan esa conexión  en algunos casos. Hay momentos en los que les sale urticaria y están deseosos de marcharse de contextos tan formales. La mejor estrategia es adaptarse, como diría el ínclito Bruce Lee, “be wáter, my friend”. Ponte en sus zapatos. Si te citan en despacho de un psicólogo del servicio de valoración porque hay problemas familiares y quieren hablar contigo, a mi me saltarían todas las alarmas e iría con toda la artillería para defenderme, si es que decido ir. Así pues, en la medida que somos capaces de generar esos espacios y tiempos de confianza y seguridad, estaremos construyendo un canal de confianza interpersonal que va a catalizar esa empatía.

Solo con la empatía no se sintoniza.

La cruz de la moneda sería la comunicación de ese sentimiento de sentirse sentido. Transmitir a través de todos nuestros poros que hemos recogido su malestar, su dolor, su emoción. Alguien que jamás te pregunta por qué. Así pues, sintonizar es algo más que entenderle. Es una wifi cerebral de los hemisferios del profesional y la persona a laque acompañamos, un feed-back relaciona I que produce la maravillosa experiencia de sentirse unido a alguien desde la seguridad. Todo el cerebro participa en esta sintonía (el hemisferio izquierdo y el derecho) y las conexiones neuronales se fortalecen preparando al otro para la autoexploración, el desarrollo de sus capacidades y su autonomía. Nos unimos en emociones y en narrativas. Facilitamos através de nuestra presencia el poner palabras e integrar emociones a una narrativa llena de dolor. Claramente es una dinámica que va  más allá de asomarte a su mundo interior y hacer una foto de lo que le sucede., El componente secreto de esto último está en la facilidad  que demostramos para ayudarle a configurar una respuesta que le resuene significativa a través de la seguridad y del máximo respeto.

Y es que, como hemos visto, sintonizar lleva un componente emocional muy importante, pero también un componente de compartir un componente que transita en la bidireccionalidad. Nuestra parte como profesionales, a la hora de sintonizar, parece estar clara. Pero para tener en cuenta la otra parte, la del niño, adolescente o adulto que sufre, debemos tener en cuenta que no somos ciberprofesionales y que nuestra piel, nuestra alma y energía también les interesa.

Sintonizar vincula, sintonizar supone establecer una relación con esa persona que, me atrevería a decir…, supera lo estrictamente profesional ¿Estás dispuesto a asumirlo? Muchos profesionales marcan muy bien la línea de separación entre lo profesional y lo personal como una manera de protegerse, de desvincularse del trabajo, pero cuando trabajas con personas con las que has sintonizado y has sintonizado con su dolor, es posible que esa línea muchas veces se mueva hacia un lado u otro. Siempre y cuando tengas claros los límites, seas capaz de anticiparte y ser fiel a tus principios.

Finalmente, conviene citar al psicólogo clínico Richard Erskine que nos echa un cable cuando habla de la sintonía como un elemento básico en la relación de ayuda. Nos habla de tres tipos de sintonía en relación al ritmo, la naturaleza de los afectos y el desarrollo evolutivo.

La sintonía rítmica. El timing que hemos descrito con anterioridad. Cada persona tiene sus tiempos y sus procesos. Hay muchos chavales y adultos que enseguida conectan con sus sentimientos y su integración cognitiva y te permiten su acompañamiento. Otros, en cambio, te preparan una gymkana de pruebas de lo más exigente: rechazo, negación, enfrentamiento, evitación…

Hace varios años, en el recurso donde trabajaba, había casos de niños y adolescentes muy complicados. Chavales muy dañados, muy reactivos y de difícil acceso. Sin embargo, lo que más duro me lo ponía era una preadolescente que todos los días se esforzaba por hacer de su presencia un momento incómodo. Abrazaba a todo el mundo menos a mí, no me hablaba todo el rato me ponía caras… ¡y así dos años! Al final, la perseverancia, la paciencia, mantener mi rol en su sitio, me permitió volver a vincular con ella y realizar un trabajo más efectivo. Aunque entiendo que esos dos años fueron a su vez un aprendizaje para los dos. Por mí parte, a tolerar el rechazo desde una perspectiva educativa y, por la suya, a descubrir una figura masculina diferente.  

La sintonía afectiva. Es inevitable sentir los afectos del otro. Hay que ser cuidadosos, como cuando estamos con los caballos, para poder responder con un afecto recíproco. Así pues, cada emoción tiene una complementaria con la que se cierra un ciclo. Se trata de cubrir las necesidades afectivas con lo que necesite en ese momento. La sintonía afectiva implica mucho más que lo verbal. Implica una aceptación y un reconocimiento, transmitiendo una consideración positiva incondicional. Cuando alguien siente tristeza, ira, miedo, ¿qué necesita? Está bien claro, a la par que difícil: afecto recíproco de atención, serenidad, confianza, protección del profesional, elementos que completan el contacto interpersonal.

La sintonía evolutiva. Sintonizar a nivel de desarrollo evolutivo significa responder al mismo nivel de edad en el que existía una falta de contacto en la relación, donde tuvieron lugar fijaciones en el sistema de representación de sí mismo, de los otros y del mundo. Muchas veces habrá que comenzar con los agujeros no cubiertos en la infancia, en aquellas experiencias dolorosas que dejaron una cicatriz y que conviene reparar y abordar. Hay veces que el profesional tiene que convertirse en los brazos que en su día no le sostuvieron, crear experiencias cristalizadores de éxito, atención y cuidados en un nivel evolutivo mucho más pretérito del actual.

Son variables intangibles y que no se pueden embotellar. El talento profesional y la experiencia van hilando un traje invisible que te permite llegar a la otra persona de una manera especial y curativa. He tenido la suerte de estar rodeado de educadores, psicólogos, profesores y orientadores que han llegado donde parecía imposible, que han sido capaces de consolar al mismísimo Hannibal Lecter y convertirse en un apoyo de seguridad. Me parece magia en muchas ocasiones. Y siempre, detrás de ese reconocimiento, hay una actitud y postura de agradecimiento hacia ellos por dejarles entrar, que es la mejor manera de honrarles

Acabo cerrando que el arte de sintonizar con el otro es una ciencia tan exacta como inexacta, puedes ser conocedor de las técnicas o procesos y dominar las habilidades del acompañamiento psicoeducativo, pero, a pesar de todo, te enfrentarás al mundo inexacto, intangible y no determinado que es el otro y sus circunstancias. Sin embargo, en el momento en el que lo consigues –aparte de ser uno de los más impresionantes e inolvidables de tu labor profesional-,te situarás en un plano muy ventajoso para poder ofrecer tu mejor yo.

 

Este artículo lo puedes encontrar en el capítulo «Sintonizando con el dolor del otro» del libro: Profesionales portadores de oxitocina. Los buenos tratos profesionales
Autor: Iñigo Mtz. de Mandojana
ISBN: 978-84-947338-2-6
Editorial: El Hilo Ediciones

 

 

 

 

 

 

 

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