El largo camino de los diagnósticos, algunos no precisos, lleva en muchos casos, en la edad adulta, a un Trastorno Límite de la Personalidad, un trastorno mental grave y crónico.
A diferencia del trastorno de apego reactivo, el trastorno límite de la personalidad puede deberse a factores genéticos, abuso o negligencia como factores ambientales y sociales, o trastornos cerebrales como los trastornos del espectro alcohólico fetal, o trastorno por estrés postraumático, o adversidad temprana.
Un TLP no tiene la capacidad de calmarse en momentos de estrés, tiene muchas dificultades en autorregularse, tiene problemas con las emociones, el pensamiento, el comportamiento, la autoimagen y las relaciones sociales. Las emociones no están reguladas.
Las personas con TLP pueden experimentar cambios de humor extremos y no saben quiénes son, por lo que sus intereses y sus valores pueden cambiar rápidamente.
Pero …¿Por qué en tantas ocasiones los chicos y chicas TEAF, a partir de los 15, 16, o 17 años, cuando se convierten en adultos, acaban diagnosticados de TLP?
La clave para un correcto diagnóstico es la historia personal, la historia personal es muy necesaria para saber cuál debe ser el tratamiento apropiado. Muchas veces faltan datos importantes, sobre todo en chicos y chicas que provienen de adopción internacional y donde los informes son escuetos, escasos y faltan datos, a veces los psiquiatras, los psicólogos, los médicos de atención primaria, no tienen tiempo suficiente para recolectar todos los datos de la historia personal y poder relacionar todos los datos. Y demasiadas veces la tónica general es culpar a los padres, sobre todo si son adoptivos.
Cuando un adolescente típico se enfada, puede gritar o dar portazos. Un TEAF arroja objetos, se lesiona, huye, agrede, insulta, chilla, se descontrola totalmente.
Cuando un adolescente típico pierde a un amigo, o a una novia, llora la pérdida y se refugia en sus amigos. Un TEAF se aísla, se siente totalmente desesperanzado y con sensación de vacío, pero no lo van a expresar.
Normalmente, estas conductas tan disruptivas en la adolescencia les lleva inevitablemente a residir durante un tiempo en centros de tratamiento, que normalmente son muy caros y bastante ineficaces. La experiencia de muchas familias es que vuelven peor que fueron y han incorporado hábitos peores, recordemos que los TEAF actúan mucho por imitación, puesto que les cuesta mucho distinguir el bien del mal.
Además del diagnóstico, necesitamos terapias que funcionen. Muchos de nosotros tenemos diferentes diagnósticos de nuestros hijos e hijas, pero los síntomas y la situación familiar es muy similar, necesitamos terapias eficaces que nos ayuden, que ayuden a nuestros hijos a salir de ellos mismos y brillar con luz propia, necesitamos a buenos profesionales, pero no los encontramos.
Mercedes del Valle. Presidenta de Visualteaf
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