Algunas reglas generales que pueden servir de guía a los padres con hijos adoptivos
Los siguientes reglas no tienen una pretensión de verdad superior, se trata más bien de la condensación de experiencias de consejos pedagógicos y estos han de ser forzosamente bastante generales. Al fin y al cabo, el futuro no es previsible, ni siquiera el de nuestra propia vida familiar. Y los niños, al igual que los adultos, no son máquinas acerca de las cuales sea posible escribir instrucciones de uso. De ahí que los consejos para padres sólo puedan adoptar la forma abstracta de principios, como las reglas para una convivencia fructífera entre los seres humanos (por ejemplo, la llamada regla de oro: «No le hagas a nadie lo que no quieras que te hagan a ti»).
Primer mandamiento:
Haga lo que haga tu hijo, es tu deber impedir que la comunicación se interrumpa y la relación se rompa.
Cuando adoptas a un niño, debes tener claro que se trata de una relación indisoluble. Tendrás que apoyar incondicionalmente a tu hijo adoptivo (de manera mucho más consecuente y radical que a un hijo biológico), tanto si te apetece como si no. Pero a diferencia de un niño «corriente», que por lo general se esfuerza activamente por mantener la relación con sus padres, o al menos evita muchas de las cosas que podrían enturbiar o amenazar la relación, es posible que tu hijo adoptivo te «dé la espalda» (como forma de autodefensa). Puede ocurrir que la responsabilidad del mantenimiento de la comunicación y de la relación recaiga por entero en ti. En caso de llegar a ese extremo, tu no puedes retirarte ofendido y esperar a que sea tu hijo quien se acerque. Ante la duda, siempre debes asumir un papel activo.
Segundo mandamiento:
Si tu hijo se comporta como los niños «corrientes» (biológicos), trátalo como a un niño «corriente». Si tu hijo no se comporta como otros niños (de manera «corriente»), no lo trates como tratarías a los niños «corrientes».
Tercer mandamiento:
Nunca te embarques en luchas de poder con tu hijo, pues tanto tú como tu hijo saldréis perdiendo siempre.
Cuarto mandamiento:
Respeta la autonomía y los límites de tu hijo. Deja que asuma la responsabilidad de sus actos y no pienses que tú sabes por qué él se comporta como lo hace. Aunque su conducta no te agrade o no te parezca aceptable, nunca desprecies a tu hijo como persona.
Quinto mandamiento:
Da a tu hijo la mayor cantidad posible de opiniones positivas. Ante la duda, aprueba pequeñeces y supuestas obviedades .¡Conviértete en el «presidente del club de fans» de tu hijo!
Sexto mandamiento:
Responde de tus propios valores personales ante tu hijo, pero no lo hagas con la pretensión de administrar una verdad superior o normas absolutas. No olvides que tus conductas cotidianas en relación con sus valores son más elocuentes que todas las palabras.
Séptimo mandamiento:
Sé parcial frente al mundo exterior a favor de su hijo. Demuéstrale que lo defiendes a él incondicionalmente (como una proverbial leona a su cachorro). Y hazlo incluso cuando veas que tu hijo está equivocado.
Octavo mandamiento:
Cuéntale a tu hijo —siempre de una forma acorde a su edad— todo lo que sabes sobre su origen, sus padres biológicos, las causas y las circunstancias de su adopción. Todo esto no debería tratarse como si fuese un secreto o algo de lo que habría que avergonzarse. En dichos relatos, deberías dar por supuesto siempre que los padres biológicos de tu hijo querían lo mejor para él. Abstente de despreciar a sus padres biológicos, porque en ese caso estarías despreciando también a tu hijo.
Noveno mandamiento:
Independízate e independiza tu identidad y tu autoestima de la conducta de tu hijo. Protégete de sus eventuales «arrebatos», sobre todo si suponen acciones destructivas. Prepárate para la posibilidad de verte tú mismo en una situación marginal, aunque sea transitoriamente, a causa de conductas de tu hijo que a veces son bastante radicales y que no siempre se corresponden con las expectativas y normas de tu entorno social.
Décimo mandamiento:
Ten paciencia, paciencia y más paciencia. No pierdas la fe en que tarde o temprano todo saldrá bien. Los niños adoptados que tempranamente sólo pudieron sobrevivir a muchas y/o dolorosas separaciones siendo «luchadores» o «evitadores» necesitan muchísimo tiempo para poner en duda su creencia de que las relaciones de confianza son peligrosas, para eso, no basta con el simple paso del tiempo, también necesitan vivir nuevas experiencias. Pero no es tan fácil tener experiencias correctoras: quien lucha, evita y sobrevive, verá confirmada su presunción de que es la lucha o la evitación lo que lo ha mantenido con vida y lo ha librado de algo terrible (por ejemplo: batir palmas contra los elefantes).
En el caso de los luchadores, hay que añadir que su oferta de relación combativa (agresiva) a las personas del entorno —colegio, trabajo, etcétera—hace que, con mucha probabilidad, se confirme su profundamente arraigada desconfianza, es decir que se repita la experiencia de la separación. Ese es el trágico modelo de la profecía autocumplida. La manera más fácil de romper dicho círculo vicioso es mediante una inquebrantable relación con padres adoptivos que no se dejen desanimar por nada ni por nadie.
Consejos de supervivencia para padres adoptivos
Christel Rech-Simon, Fritz B. Simon
Herder Editorial
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