Bajo los lemas “LA INFANCIA MARCA PERO NO ENMARCA” y “SI CAMBIO YO, CAMBIA ÉL” asistí en Granada a un curso llmado «VINCÚLATE, INTERVENCIÓN CON ADOLESCENTES REBELDES Y DESAFIANTES» impartido por José Manuel Morell. Psicólogo Especialista en Psicología Clínica. Director de la Escuela Nacional de Formación – Aldeas Infantiles SOS de España.
Aprender a identificar los problemas, no sólo los evidentes sino los subyacentes, y no sólo los de los niños sino los nuestros, los adultos que interactuamos con ellos, los padres o educadores, fue una de las más importantes premisas del curso.
Sin culpabilizar a nadie, lo primero que interioricé (puesto que la teoría ya la sabía) es que tenemos que darnos cuenta es que nosotros provenimos de un sistema familiar con un modelo y una manera de educar que es posible dejar de perpetuar.
Por ello lo primero que hay que poder hacer es aprender a detectar esos comportamientos y aprender a interrumpirlos, frenarlos, reconducirlos y hasta diluirlos pero no sólo en los niños, también en nosotros los padres. Es lo más importante que he aprendido en este curso.
“SI CAMBIO YO, CAMBIA ÉL”
Si se promueven cambios en el comportamiento del padre / madre y en los contextos (antecedentes y consecuentes), donde los comportamientos problema ocurren… se provocarán cambios en el comportamiento del niño o adolescente …
A veces la resolución de conflictos con un niño/ adolescente no es más que una negociación eficiente.
En este mundo donde parece que todo es negocio y negociable , donde los cursos de ventas y marketing están a la orden del día no somos capaces de aprender a negociar con los clientes más importantes de nuestra empresa familiar y tratamos de resolver los conflictos con un “a ver quién puede más” en vez de tratar de negociar cediendo un poquito, escuchando, aprendiendo a identificar la emoción que está debajo de todo el conflicto y que muchas veces es frustración y/o miedo (“la prima hermana del miedo es la ira, donde hay miedo hay ira”). No sólo el de nuestros hijos, también el nuestro, somos sordos y ciegos del lenguaje (corporal y verbal) de nuestros hijos con suerte vemos lo evidente y aunque lo intuimos o lo sabemos no somos capaces de traducirlo y reinterpretarlo y mucho menos reconducirlo.
Los niños oposicionistas son rebeldes, y lejos de la definición manida y todas las que cada cual queramos darle al comportamiento de los niños, pocos nos paramos –yo incluida- a definir e identificar ese «palabro».
Rebeldía es la incapacidad para obedecer en un tiempo razonable.
Rebeldía es la incapacidad para asumir normas.
Rebeldía es la incapacidad para realizar una tarea encomendada desde principio a fin.
Mis hijos son muy diferentes y de dos edades muy distantes y los dos quedan reflejados en ese concepto. Creo que todos los niños hasta los…(¿A qué edad dejan de ser niños nuestros hijos y nosotros para nuestros padres?) entrarían en ese concepto de rebeldía. En esto coincidimos José Manuel y todos los que estábamos en el curso.
Entonces dimos una vuelta más a la tuerca del conocimiento sobre el tema que nos ocupaba y preocupaba y de manera clara y breve aprendimos a identificar algo mejor las conductas que nos harán reconocer los comportamientos de riesgo.
Niño /adolescente sordo : procrastinador, zalamero
Se limita a ignorar las órdenes que recibe
El incumplimiento no se acompaña de otras conductas problemáticas
Niño /adolescente protestón discutidor
Resulta agotador, es como un persistente abejorro todo lo discute, todo lo cuestiona.
El cumplimento lleva asociado cierto grado de comportamiento conflictivo, aunque las
conductas perturbadoras por lo general son leves.
Niño /adolescente retador-antisocial:
-Incumple órdenes y normas
-Exhibe comportamiento negativista (insultar, amenazar, oponerse abiertamente)
-Comportamientos antisociales (agredir, infringir normas fundamentales)
¿QUÉ ENTENDEMOS POR NIÑOS Y ADOLECENTES REBELDES Y DESAFIANTES?
Una premisa:
Los niños que necesitan más cariño son los que lo piden de una manera menos afectuosa
El TRASTORNO DE OPOSICIÓN DESAFIANTE se refiere a un patrón recurrente de conductas negativas, desafiantes, desobedientes y hostiles contra las figuras de autoridad que dura al menos seis meses.
Para un diagnóstico de este trastorno, hace falta que al menos cuatro de los siguientes síntomas estén presentes:
1.Perder los estribos con frecuencia;
2.Reñir con los adultos con frecuencia;
3.Con frecuencia, desafiar o negarse activamente a cumplir las solicitudes o reglas de los adultos;
4.Molestar intencionalmente a otras personas con frecuencia;
5.Culpar con frecuencia a otros por los errores o mala conducta propios;
6.Ser susceptible o molestarse fácilmente por otros con frecuencia;
7.Estar enojado y resentido con frecuencia;
8.Ser rencoroso o vengativo.
El incumplimiento de normas es la raíz del problema.
Muchas veces las conductas rebeldes y desafiantes se producen entre padres e hijos porque se retroalimentan. Pero ¿Cómo evitar que cada orden o recuerdo de una norma no acabe en una batalla campal? ¿Es posible reconducir esas conductas?
CUANTO MÁS INTENSA ES LA ORDEN MÁS INTENSA ES LA OPOSICIÓN.
Tal vez seamos parte del problema. Si…
- Olvidamos la máxima que las normas han de ser :-Pocas/ -Claras/ -Útiles
- Si no distinguimos entre órdenes o normas negociables/no negociables
- Y si no somos capaces de ceder en la justa medida en el marco de una negociación hábil. Para esto lo primero que deberíamos aprender como padres es a terminar con los procesos de coacción ataque-contraataque. Esos pulsos dialecticos del a ver quién puede más, donde todos pierden.
Y aquí aprendimos que mucha de la negatividad, miedo ira y frustración la ponemos los padres y la pauta es no entrar en el ataque, aprender a ignorar lo que pueda ser ignorado y a extinguir lo negativo. Cambiar el Quitar/reducir/erradicar por el dar/poner/enseñar.
Muy difícil pero a veces sólo se trata de nuestra conducta enfrentando un problema con serenidad y diálogo y así poco a poco estaremos educando en la serenidad y el autocontrol.
Son nuestros hijos y los conocemos, sintonicemos emocionalmente con ellos.
Interpretemos su emoción, su ira, su miedo, traduzcamos en palabras lo que creemos que le sucede, probablemente lo que su boca dice y su mano hace es probablemente justo lo contrario de lo que su corazón siente…
Legitimemos esa emoción que le secuestra la razón ( y evitemos que secuestre también la nuestra) y negociemos una posible solución al conflicto.
Pensemos que “el problema es una oportunidad para educar”, para enseñarle nuestra capacidad de empatía, de autocontrol y de resolución de conflictos.
Con comportamientos de confrontación nos cargamos la confianza, la relación y el apego perdiendo la capacidad de relacionarnos con nuestro hijo.
Las normas y su cumplimiento es el problema, no nuestro hijo.
Busquemos estrategias para no exponerle al problema sin dejar de cumplir su parte. Esas normas que han de ser pocas, claras y útiles deben agruparse y hacerse tareas fijas, pasándole al niño la responsabilidad de cumplirlas a diario.
Reducir el número de órdenes y sólo dar las necesarias, preguntarle si quiere que se las recuerden y explicarle que se trata de que las discusiones se reduzcan y el ambiente sea más armónico.
Por supuesto ante conductas agresivas no hay nada que decir ni explicar porque si lo hacemos le estamos reforzando con nuestra atención y explicación.
Tenemos que aprender también a predisponerlo a cumplir órdenes:
-No dar órdenes enfadados
-No interrumpirles su ocio o bien estar bruscamente para que cumpla una orden. Si están viendo su programa favorito no apagamos la tele para que haga la tarea aquí y ahora (fuente principal de conflicto) mejor le indicamos que cuando acabe ese programa apague la tele y haga la tarea.
Todo esto son pautas que deben dar paso a consecuencias claras para el cumplimiento e incumplimiento de las tareas y normas.
Premisas a modo de recuerdo:
El barco que no tiene rumbo todos los vientos le son desfavorables (Séneca)
La infancia marca pero no enmarca.
Los niños que necesitan más cariño son los que lo piden de una manera menos afectuosa.
El problema es una oportunidad para educar.
SI CAMBIO YO, CAMBIA ÉL. La rebeldía es algo bidireccional.
Este curso fue una oportunidad para aprender e interiorizar que antes que mirar con lupa el comportamiento de mis hijos he de revisar a conciencia el mío. Sé que no es tarea fácil. Pero me va la vida en ello, la vida a la que aspiro para mí y para mi familia.
José Manuel Morell.Psicólogo Especialista en Psicología Clínica. Director de la Escuela Nacional de Formación – Aldeas Infantiles SOS de España.
La Academia SOS . Aldeas Infantiles SOS de España
You must be logged in to post a comment.