El reto de la reparación de las secuelas del abandono a lo largo del proceso de integración escolar. Javier Múgica Flores

REACCIONES DEL SISTEMA ESCOLAR

El fenómeno de la adopción ha irrumpido en los últimos años en nuestra sociedad y la escuela como institución todavía no ha podido dar una respuesta acorde a la realidad de los alumnos adoptados. La condición adoptiva no es una categoría diagnóstica y por tanto no se les supone nada especial ni específico. Son y deben ser alumnos normales. El hecho de ser adoptado no implica ninguna diferencia y realmente es así desde el punto de vista de estatus social. Ahora bien los estudios e investigaciones revelan que el abandono, que es en definitiva la antesala de la adopción, es una experiencia que puede dejar secuelas importantes por muy diferentes motivos: por las deprivaciones que ha sufrido durante el abandono, por experiencias traumáticas e incluso aunque no este del todo claro no hay que olvidar que la adopción es una forma de filiación social influida también por las creencias sociales. De alguna manera hay una construcción social de la adopción y en principio adopción y abandono son dos caras de una misma realidad difíciles de conciliar y supone para las personas un estigma que puede llegar a atascar procesos de desarrollo y a tener significaciones muy disfuncionales sobre todo cuando no se ayuda a los niños y niñas a elaborar estos significados.
La escuela es colaboradora de la construcción social de la adopción y como tal tiene pendiente un discurso integrador de la diferencia, que toda persona adoptada vive respecto de su diferencia y condición.
Con frecuencia la escuela se encuentra ante la situación de los niños adoptados con una situación a la que no sabe o no puede sin más dar respuesta. Es una realidad  ante la cual todavía no hay unas estrategias concretas. Integrar niños adoptados con heridas emocionales por el abandono es una tarea muy costosa que requiere formación, apoyos y probablemente nuevos recursos humanos cuando el número de adoptados supere la pareja o el trio por aula.

En el trabajo de orientación a familias con frecuencia las familias solicitan que se informe a la escuela de la valoración que se hace del proceso de integración y de la evolución del niño adoptado. En este trabajo de coordinación nos hemos encontrado con una institución social que ante el desconocido y desconcertante fenómeno de la adopción reacciona de las posibles siguientes maneras:

  • No hay una valoración de las necesidades educativas especiales que estos niños puedan tener, salvo que sean muy señaladas y visibles. El nivel de estatus social de los niños y niñas no se correlaciona bien con las problemáticas que estos niños presentan en el aula, la disponibilidad de los padres y madres despista. Se trata de niños y niñas con características de familias socialmente desfavorecidas pero cuyos padres y madres están pendientes en todo momento de la evolución escolar y de los requerimientos del profesorado. Los niños suelen llegar con las tareas hechas aunque esto suponga 3 horas diarias de pelea.
  • Se considera que el adoptado es de partida un niño normal sin necesidades especiales. Curiosamente un niño hijo de inmigrante recibirá un refuerzo lingüístico si vive con su familia rumana, ahora un niño adoptado en Rumanía, y por tanto ciudadano español no recibirá dicho refuerzo lingüístico. Niños de 6 o 7 años sin haber sido escolarizados deberán incorporarse con compañeros de sus misma edad, y se les pedirá lo mismo aunque tengan tres o cuatro años menos de escolarización y no hayan visto en su vida más que las cuatro paredes de su orfanato. Las secuelas del abandono, los esfuerzos que comporta una integración socio-familiar y la tarea de reconciliarse con su condición adoptiva e integrarla no son consideradas sobrecargas.
  • Los comportamientos disruptivos y regresivos son entendidos como faltas, como reacciones perversas… el niño es malo y manipulador… Los malos comportamientos (acompañados de momentos positivos) y las regresiones, que son habituales se malinterpretan constantemente como que algo, todo, algo o alguien está fallando. Cuando son reacciones que tienen otras lecturas si se hace en clave de reparación emocional.
  • Se malinterpreta los avances de la fase de adaptación del niño y se desconoce aspectos claves de su proceso de integración socio-familiar. El niño adoptado puede comportarse de muy diferentes maneras, con diferentes personas y en diferentes contextos, sin que esto suponga que hay una evolución negativa. A veces incluso enseñantes comprometidas emocionalmente con los niños y niñas son vistas por compañeras y compañeros de claustro como inadecuada cuando el comportamiento con ellos es más disruptivo y afectivo que con el resto. Estos niños despliegan sus comportamientos disruptivos, o dicho técnicamente, transfieren al momento actual los conflictos del pasado fundamentalmente ante personas que les transmiten y merecen confianza.
  • Con frecuencia se atribuyen responsabilidades (cuando no culpas) a la familia, la cual pasa a ser sospechosa, sobreprotectora, incompetente; el amor puede con todo y si no es así, es porque alguien falla… Con frecuencia los adoptantes dicen que se ven bajo sospecha y que en el colegio y en otros ámbitos les achacan a sus habilidades parentales los comportamientos disruptivos de sus hijos e hijas. Cabe remarcar que los adoptantes si bien se responsabilizan de la reparación de los daños que sufren sus hijos e hijas ellos no son los causantes del abandono y de sus secuelas. La evolución de estos niños y niñas con heridas y secuelas por abandono es lenta, aunque constante. Algunos enseñantes llegan a acusar a los adoptantes de sobreprotectores o de lo contrario rígidos y autoritarios y con frecuencia malinterpretan el significado de los comportamientos relacionales de un niño con trastornos o dificultades de apego.
  • Con demasiada frecuencia se exige que el niño se adapte a la escuela, esta no puede hacer excepciones. Todos los alumnos y alumnas tienen los mismos derechos y obligaciones. Esta es una verdad a medias. La ley y las normas son para todos, pero no todos tienen las mismas capacidades o las mismas oportunidades. En el caso de los alumnos adoptados esta es una evidencia contrastada. El abandono deja también secuelas en el ámbito del conocimiento y en las habilidades de aprendizaje y hay capacidades que están bloqueadas, no desarrolladas o insuficientemente estimuladas. Nuestro sistema educativo tiene recursos para integrar al diferente y si estos no se ponen a su servicio, simplemente su derecho a la educación no puede ser garantizada. Con frecuencia hablamos de problemas de gestión más que de recursos reales. E incluso en ausencia de recursos, el simple hecho de reconocer y respetar las diferencias facilita avances increíbles. La “idea de apartar la manzana podrida del cesto” y la aplicación del reglamento a rajatabla son otras estrategias que no tienen éxito con estos niños y son injustas. Tengo que hacer una mención especial a la idea de la “manzana podrida”, que en su versión blanda se expresa con “tengo otros 23 alumnos en el aula y no puedo dedicarle todo el tiempo a él”. Primero no hace falta y segundo no es cierto que un alumno disruptivo tenga que ser necesariamente quien marque el ritmo de un grupo o aula. El ritmo del aula es responsabilidad del enseñante. Si el enseñante mantiene una estrategia adecuada ante el alumno disruptivo, le contiene, le pone límites, le controla, le supervisa, le ayuda a arrancar, le entiende, le protege de los demás y le da una atención especial, este será menos disruptivo, los demás niños y niñas se sentirán más seguros y en poco tiempo aprenderán a ayudarle. Esto lo dicen enseñantes que lo han puesto en práctica y lo han experimentado. El niño disruptivo, diferente, bien contenido y apoyado es integrado por el resto gracias a la actitud del enseñante, quien con su modelo imprime directrices para todos. Los que van mal o regular mejoran y los que van bien no pierden el tiempo por que enseñando, ayudando y comprendiendo a otros ellos aprenden más (aprendizaje vicario), crecen y mejoran.

No quisiera terminar este apartado solo con quejas, porque también hay enseñantes sensibles dispuestas a replantearse los modos de actuación especialmente cuando se les apoya e incluso de motu propio por simple intuición y sensibilidad ante las necesidades de sus alumnos y alumnas de condición adoptiva. Desde nuestro dispositivo de intervención psicosocial en el ámbito de la adopción no solo hemos recibido buena atención por parte del profesorado, incluso son numerosas las demandas de formación para enseñantes a muy diferentes niveles, desde conferencias hasta seminarios y cursos. Realmente hay interés y necesidad de saber en torno al fenómeno de la adopción.

Al igual que para la sociedad, para las autoridades e instituciones de protección, las organizaciones de adoptantes y las instituciones sanitarias para las instituciones educativas la adopción también ha sido un fenómeno que ha irrumpido repentinamente. El sistema educativo tendrá que prepararse y dar respuestas sistematizadas y adaptadas a las necesidades de estos alumnos y alumnas. Muchos y muchas adoptantes refieren que les ha tocado la lotería cuando sus hijos e hijas están en manos de enseñantes sensibles. Por el contrario hay demasiadas familias que siente que la escuela no está respondiendo adecuadamente a las necesidades educativas especiales de sus hijos. Esto no debería ser así y seguramente no lo será.

 

De la Ponencia  «El niño adoptado es un niño abandonado y con frecuencia un alumno con necesidades educativas especiales. El reto de la reparación de las secuelas del abandono a lo largo del proceso de integración escolar» para la Jornada de Postadopción de la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid.

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