Nunca dejes de soñar. Por Marga Muñiz Aguilar

Historia de La Ventana

Yo iba para Geógrafa. Soy de la primera promoción de Licenciados en Geografía de la Universidad de Sevilla. Escogí esa carrera porque implicaba estar cerca de la naturaleza y a mí me encanta todo lo que tiene que ver con montañas y ríos, océanos y mares, cultivos y prados. Pero un niño se cruzó en mi camino.

Era hijo de una familia conocida. Tenía 6 años y le costaba aprender a leer y escribir. Se ganaba regañinas en casa y en el colegio día sí y día también. Yo no entendía por qué le regañaban en vez de hacer algo por ayudarle a aprender, así que sin más pertrecho que mi buena voluntad y la lectura de algunos libros sobre dislexia le propuse a sus padres que me dejaran intentarlo. Y ese niño aprendió a leer y a escribir.

Algo después hablando con el jefe de estudios del centro donde trabajaba como profesora de español para extranjeros, me dijo que su hijo tenía muy mala letra y aunque se pasaba el día haciendo caligrafías no mejoraba y, claro, regañina al canto por no mejorar. Era zurdo. Me ofrecí a echarle una mano porque siempre me han llamado la atención los zurdos. A lo mejor es porque yo soy zurda contrariada, quién sabe. Leí sobre zurdos y nos pusimos a trabajar. Resultó, que cogía mal el lápiz, colocaba el cuaderno de forma inapropiada, tenía problemas para subir y bajar cremalleras, atarse el lazo de los zapatos, peinarse, montar en bicicleta, practicar cualquier tipo de deporte, etc. Además era muy tímido y como no le gustaba el fútbol se pasaba el recreo leyendo, con lo cual tenía pocos amigos. Con tiempo y constancia aprendió a coger bien el lápiz, a colocar el cuaderno de la forma correcta, reptamos por el suelo, subimos y bajamos bordillos, usamos el peine, hicimos lazadas, jugamos a la pelota y aprendió a hacer los giros y los trazos de las letras de manera correcta. Yo se los “radiaba” y él los hacía en el aire, en arena, con pinturas de dedos y, finalmente, en el papel. Su letra mejoró, subió su autoestima y se convirtió en el portero del equipo de su colegio.

Fue así cómo empecé a formarme sobre dificultades de aprendizaje y la Geografía se fue alejando de mi horizonte.

Pasaron unos años, en los que también estudié Logopedia, hice un Máster en Orientación Educativa y  llegó mi primera hija y con ella el contacto con el mundo de la adopción. Ahora los problemas tenían otro cariz, así que empecé a investigar y así fue como publiqué Cuando los niñ@s no vienen de París y me planteé hacer otro Máster, esta vez en Asesoramiento en Materia de Adopción.

En todo ese tiempo nunca dejé de soñar que las cosas se podían hacer de otra manera, que no había que permitir que los niños sufrieran las incompetencias de los adultos para enseñarles de otra forma, porque aprender aprenden cuando sacamos a la luz sus potencialidades en vez de estar todo el día señalándoles sus carencias y dificultades. Y aprenden no sólo lengua o matemáticas. También aprenden otra forma de gestionar la frustración o los impulsos, en definitiva, otra forma de vivir la vida. Por eso a lo largo de los años me embarqué en diferentes proyectos innovadores y finalmente creé Tolerancia Cero.

En éstas, que coincido con Rafa Llor, otro soñador que vive también en la periferia, como yo. Me había invitado a participar en una jornada de formación y yo estaba en esas fechas (abril de 2018) dando un curso en Madrid a profesores sobre Adopción y Escuela. Me propuso ir en AVE a Alicante y él me recogería allí. Total una hora en coche hasta Murcia. En esa hora hablamos de nuestra pasión común y de nuestros sueños. Coincidíamos en tantas cosas que parecía que nos conocíamos de toda la vida. Me habló de Albores y de su forma especial de entender el trabajo con menores con problemas graves de conducta. Había dejado un puesto seguro en la Administración creando y dirigiendo Centros de Menores para empezar desde cero a trabajar desde otra mirada. Había tantas coincidencias en tantas cosas, que me invitó a dar un curso centrado en temas adoptivos (dificultades de aprendizaje, elaboración del duelo, Trastorno del Espectro Alcohólico Fetal, etc.) a los profesionales de Albores, el centro que había creado y que dirige. Desde entonces colaboramos en nuevas formas de trabajar con menores, adolescentes y jóvenes que han sufrido Adversidad en la Infancia Temprana.

En Octubre de 2019 la Asociación de familias adoptivas de Extremadura (AFADEX) nos invitó a unas jornadas de convivencia en Valencia de Alcántara, cerca ya de la frontera con Portugal. Quedamos en Mérida para ir juntos desde allí. Él venía de Murcia y yo de Sevilla. En el camino, ante los kilómetros y kilómetros que recorríamos sin apenas coches ni pueblos, le comenté a Rafa la necesidad de hacer algo virtual porque las familias no pueden estar desplazándose constantemente en busca de profesionales. Ya había hecho algunos trabajos en esa dirección y ahora al hablarlo con Rafa se hizo más patente y más potente en mi cabeza. Quedamos que comentaríamos el tema a las familias, pero una vez allí, los derroteros fueron por otro lado y no hubo oportunidad de hacerlo. A Rafa se le olvidó y a mí no me pareció oportuno cortar la línea que llevaba la reunión. Las familias le habían preguntado cómo había llegado a trabajar de esa forma tan novedosa y eficaz con menores que tienen problemas graves de conducta y estaba resultando realmente apasionante escuchar la historia. A la hora de la cena lo comentamos con algunas familias con las que compartíamos mesa y les pareció interesante, aunque no concretamos nada.

En el camino de vuelta más kilómetros y kilómetros sin coches ni pueblos y yo vuelvo a la carga. Rafa, tenemos que hacerlo. Iban pasando los kilómetros y cada vez lo veíamos más claro. Incluso se nos ocurrió el nombre: La Ventana, un espacio virtual donde esas familias que vivían a cientos o miles de kilómetros de un profesional, se pudieran asomar y conectar también con otras familias, deshaciendo ese sentimiento de soledad y aislamiento de los que muchas familias hablan con frecuencia. En Cáceres él continuó para Murcia y yo para Sevilla. A esas alturas ya no teníamos duda de que lo íbamos a intentar. Era el 13 de Octubre. A los pocos días hablamos con la dirección de Afadex y 4 familias aceptaron registrarse en La Ventana. La primera sesión grupal la tuvimos el 14 de Noviembre de 2019.

Cuando en noviembre de 2020 La Ventana cumplió un año le comenté a Rafa que sería bueno tener  una web porque hasta ahora habíamos funcionado sólo con el boca a boca. Le dije que yo no la hacía si no era con Mercedes Moya. Tan convencida me vio que no dudó en aceptar la propuesta.

Conocí a Mercedes Moya, nuestra recién nombrada directora del departamento de comunicación, en 2012. Estaba recopilando artículos míos que andaban por aquí y por allí en diversos sitios de internet. Hablé un día con ella por teléfono para darle las gracias y otro para comentar un artículo que había escrito en su blog sobre el cumpleaños de su hijo pequeño. Dos horas de conversación sobre la forma de integrar la figura de la madre biológica de nuestros hijos en sus vidas y en las nuestras hicieron que los kilómetros que separan Almería de Sevilla desaparecieran. A partir de ahí empezamos una amistad y una colaboración que nos ha traído donde estamos hoy: La Ventana. Hemos pasado horas diseñando la web, soñando nuevas formas de trabajar con los menores y no tan menores que han sufrido Adversidad en la Infancia Temprana. Y es que Mercedes es otra soñadora.

 

En la crisis de 2008 cerró su negocio de toda la vida y decidió reinventarse haciendo lo que realmente le gusta y sabe hacer, aunque tuviera que hacerlo sin ningún tipo de contrapartida, excepto la satisfacción de hacer las cosas bien y de crear nuevas formas de comunicación dentro del mundo de la adopción. Hace 6 años empezó un proyecto fantástico que hoy es la mejor web sobre el tema. Quien quiera saber algo sobre adopción sólo tiene que ir a Adopción Punto de Encuentro.

Lo recuerdo todo: cuando buscaba el nombre para la web, el logo… pero sobre todo recuerdo que me dijo que estaba haciendo un curso sobre diseño de páginas web y que el profesor le había dicho que con el tema que había elegido iba a tener poco tráfico en internet. Se ve que no conocía bien a Mercedes y su fantástico dominio de tarea. Hoy su web tiene más de dos millones de visitas.

Desde 2007 he visitado muchos lugares de España hablando y dando conferencias y cursos sobre adopción y siempre pensando que hacía falta usar las nuevas tecnologías para llegar a muchos rincones donde había familias adoptivas pero no había especialistas en adopción. Así fue como empecé a soñar con una gran plataforma virtual que llegara a todas las familias, independientemente de donde vivieran. Y así conocí a Rafa y a Mercedes, otros dos soñadores. Todos vivimos en la periferia: Sevilla, Murcia y Almería, a muchos kilómetros de distancia y con muy malas comunicaciones entre ellas, pero esto no es obstáculo para trabajar juntos gracias a La Ventana y a internet.

 

Tengo que decir que, para mí, La Ventana es ese sueño conseguido. Llevaba desde 2012 intentándolo y 7 años después, es una realidad. Hoy trabajamos con unas 30 familias que viven en sitios muy distantes pero muy cercanos a la vez: Villanueva de la Serena, Don Benito, Jaráiz de la Vera, Mérida, Badajoz, Bergara, Archena, Mazarrón, Moratalla, Murcia, Cuenca, Tarragona, Palma de Mallorca, Ibiza, Sevilla, El Puerto de Santa María, Puente de Génave, Algeciras, Miranda de Ebro, Valencia, Madrid, Ciudad Real, Ubrique y hasta Ensenada, en Baja California (México). Y no solamente trabajamos con ellos, sino que entre todos se ha formado una comunidad de familias que cada mes comparten entre ellas preocupaciones y problemas, sueños e ilusiones.

Me encanta trabajar con los padres/madres y con sus hijos e hijas desde sus propios hogares, estar en contacto permanente con ellos en caso de necesidad. Compartir cada mes con todas las familias juntas momentos de formación, de acompañamiento y de diversión, que también nos reímos. Debido a la pandemia no hemos podido hacer ningún encuentro presencial, como teníamos previsto, pero todo llegará. Algún día nos veremos en algún lugar equidistante para disfrutar de tiempos de convivencia y de confidencias, de sentimientos compartidos y de horas de diversión. A veces todos juntos, a veces con actividades para cada grupo: padres, madres, niños, adolescentes, jóvenes… pero todos soñando con ser felices y hacer felices a los demás.

Puede parecer una utopía o una ñoñería, pero ¿Quién no quiere ser feliz? Puede llevar tiempo conseguirlo pero el camino se hace al andar. Por eso nunca dejaré de soñar. Bienvenid@s a La Ventana

 

 

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