Factores antropológicos y adopciones. Ana María Linares Alonso

Para comprender las características de nuestros hijos adoptados y ser más flexibles entendiendo la confrontación de las realidades que supone este proceso, considero que es fundamental tener en cuenta un factor que no siempre, hasta ahora, se ha considerado como debiese en toda su extensión: la realidad antropológica.

La antropología es la ciencia que estudia la realidad humana teniendo en cuenta los aspectos biológicos y sociales del hombre. A través de ella podemos observar cómo nuestros aspectos sociales alteran nuestra biología y cómo nuestros aspectos biológicos influyen en nuestros comportamientos sociales.

Cuando se inicia una adopción, es muy probable que se planteen cuáles han sido circunstancias del origen del menor. Sin embargo nunca nos planteamos como padres cuáles son las nuestras; de qué punto partimos como personas, como pareja, como familia,… Nuestra realidad, por ser nuestra, es la que nosotros consideramos “normal”. Es “normal” llegar a mi casa después de trabajar y darle un beso a mi pareja mientras le pregunto cómo le ha ido el día, es “normal” lavarme los dientes después de cada comida, es “normal” ir a trabajar de 8 a 3 cada día, es ”normal” dormir la siesta en el sofá después de comer mientras vemos el tour,… Y queremos que ese niño, de cuya historia sabemos más bien poco, se integre desde el primer día asumiendo como propias nuestras costumbres y quedamos realmente sorprendidos porque no entiende, comprende, asimila, que lo “normal” es ducharse por la mañana o cenar todos juntos.

Sin embargo nadie le ha preguntado a ese niño, no cómo le gustaría hacer las cosas, sino cómo son para él las cosas. Si en su entorno no había agua corriente o no existían hábitos de higiene ¿qué nivel de importancia tiene esa ducha diaria? Si en su ambiente más próximo, la comida era algo que no se encontraba con facilidad, ha carecido de los nutrientes adecuados desde su gestación o sólo se comía una vez al día como en muchas sociedades, es muy entendible que no comprenda el hecho de que en su nueva casa hay comida de sobra y que debe gestionar su hambre para hacer las cinco comidas recomendadas. Damos por sentado que nuestra realidad es la mejor, la válida, la «normal» y asumiendo esto estamos insultando las realidades del resto.

En “Los Reglones Torcidos de Dios” de Torcuato Luca de Tena, la protagonista hace una reflexión sobre el refinamiento de los seres humanos como animales que somos y de cómo el modo de satisfacción de las necesidades básicas determina nuestra evolución como sociedad. Me explico. Los seres humanos necesitamos comer para sobrevivir, podemos comer carne cruda o vegetales sin preparar o podemos elaborar guisos refinados con mezclas de sabores; también necesitamos ropa de abrigo para guarecernos y mantener nuestra temperatura corporal pero la moda, el combinar tejidos, colores,… supone un cambio de nivel. Dependiendo de nuestras realidades así serán nuestras posibilidades y en función de éstas, vamos a enfrentarnos con una serie de necesidades distintas cuya satisfacción nos integra como seres sociales. Cuando mezclamos a miembros con distintas realidades, posibilidades y necesidades podemos caer con mucha facilidad en una incomprensión absoluta de la situación por ambas partes generándose una gran desorientación.

Quiero aclarar el punto anterior indicando que no me he equivocado en el orden de realidad, posibilidad y necesidad. Las necesidades más básicas son las mismas en todas las realidades pero no todas las realidades ofrecen las mismas posibilidades y esto hace que se generen nuevas necesidades. Todos necesitamos beber agua (necesidad) pero ésta no se encuentra de la misma forma ni con la misma facilidad en un desierto (realidad 1) que en un espacio tropical (realidad 2). Al ser más fácil encontrar agua en este segundo espacio, es probable que, el valor que le demos a la misma sea distinto y que encontremos además que ese agua nos ofrece nuevas posibilidades más allá de la ingesta como puede ser el baño recreativo en un río o en una poza lo que con seguridad nos generará nuevas necesidades como el uso de un bañador, una toalla, un chiringuito,… y así hasta donde la mente del ser humano pueda llegar.

Queda claro por tanto que nuestro entorno biológico y social condiciona nuestros instintos de supervivencia más básicos. Vamos a poner un par de ejemplos coloquiales más para hacernos conscientes.

 

A nivel social:

1. Personas que viven en ciudades con un elevado índice de delincuencia reconocen que, aunque cambien de lugar de residencia y hasta de país, en cuanto oyen el sonido de una moto, aprietan con fuerza el bolso contra sí y se lanzan hacia la pared del edificio más próximo a fin de prevenir un posible robo alejándose de la circulación de vehículos porque temen un tirón.

2. Muchos niños que son engendrados y/o nacidos durante periodos de guerra son más asustadizos y miedosos y temen con una intensidad incomprensible por ellos mismos los estruendos y las tormentas. Probablemente, desde el vientre materno, aprendieron a asociar sonidos graves e intensos con los estados de ansiedad y alerta que sentía la madre (tal y como han reconocido en distintos estudios) ante amenazas de disparos y bombardeos.

A nivel fisiológico:

Los habitantes que nacen y crecen en espacios de grandes alturas deben adaptarse fisiológicamente al descenso de la presión y de la concentración de oxígeno en el aire. Estas adaptaciones fisiológicas pueden acabar traduciéndose en adaptaciones anatómicas de distintos órganos como los pulmones o la capacidad torácica que aumentan a su vez la capacidad respiratoria del individuo. Cuando estas personas descienden a espacios al nivel del mar se convierten en seres infatigables (grandes deportistas) porque su capacidad de rendimiento está muy por encima de la media.

Con todo esto, lo que quiero hacer constar es que, más allá de las diferencias de raza, color o idioma, en los acoplamientos familiares nos encontramos con diferencias no tan palpables pero muy arraigadas en las formas de proceder, expresar, sentir, pensar… que las familias tienen que aprender a respetar y con las que aprender a convivir.

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