Pronto mi hijo cumplirá los 18 por Amparo Sánchez Alegre.

Este 2021 mi hijo mayor cumplirá 18 años, la pequeña los hará al año que viene.

Para ellos, desde su percepción adolescente, inocente…supone independencia, supuestamente, no tener que contar con nosotros para todo, “hacer lo que quieran”, sacarse el carnet de conducir para ser más “autónomo”, que no podamos darles la “chapa” por las cosas que a nosotros no nos gusta que hagan….

El mayor, que lo ve más cerca, ya se va dando cuenta de que no va a cambiar gran cosa…es más, en este momento dice que no quiere cumplirlos, que tampoco es para tanto.

Antes él creía que cumplir los 18 e independizarse, vivir por su cuenta, trabajar, etc. iban juntos en el mismo lote, ahora ya va viendo como está el mercado laboral, de lejos vislumbra el dinero que hace falta para mantenerse….parece que va poniendo los pies en el suelo.

Hasta aquí sus creencias, sus expectativas, sus fantasías, sus ilusiones…ahora vamos a analizar la realidad, su realidad, con ojos de madre.

Nuestros hijos, en general, no lo tienen fácil.

Parten hacia su vida adulta con enormes lagunas a muchos niveles: emocional, académico, social y, a veces, también físico, que arrastran desde su primera infancia como consecuencia de la adversidad temprana.

Cada niño adoptado es un mundo y me atrevería a decir que hay tantos casos como chavales, pero aunque unos lo tengan más difícil que otros, aunque algunos hayan llegado a la universidad, con más o menos dificultades académicas, y otros no hayan conseguido ni titular en la ESO…;aunque algunos tengan buenas herramientas para realizarse laboralmente, mientras otros necesitan solicitar una discapacidad, para que su realidad se ajuste más a las expectativas que nuestra sociedad proyecta sobre ellos; aunque algunos se manejen bien socialmente, con lo que eso les ayuda en su desarrollo, y otros sean incapaces de establecer unos lazos saludables y de socializar con sus iguales….al final, la mayoría tienen un fondo de inseguridades, de lagunas más o menos visibles que van a dificultar, durante una buena parte de su vida, que se muevan con seguridad para dar el siguiente paso que les toca.

Mis hijos en concreto son de adopción nacional, no racializados, en líneas generales sanos, no diagnosticados de ningún trastorno en concreto (lo que no quiere decir que no hayan presentado síntomas o que a nosotros algunos de esos síntomas nos hayan dado respuesta a determinados comportamientos) se podría haber esperado que la adaptación y sus herramientas para manejarse hubieran sido buenas…pero no ha sido así.

Un niño institucionalizado hasta los 3 años que, aunque hablaba por los codos, era incapaz de recordar detalles nimios de su vida cotidiana; que años después nos hemos dado cuenta que tampoco recordaba relaciones importantes, como las visitas de su hermana mayor hasta la semana anterior a la adopción y de las que nadie nos informó.
Un niño que tuvo que gestionar un segundo abandono porque nos “obligaron”, con la mejor intención seguro, a no mantener ningún contacto con su única figura de apego, una voluntaria que durante año y medio lo había sacado del centro varias veces a la semana.

Un niño que sabía perfectamente de donde venía y que, a pesar de ser adopción nacional, en esta tierra nuestra de contrastes, cambió de una zona húmeda y verde, a una de las zonas más áridas de la península; de una tierra en la que se habla casi “cantando” a la que más se grita…14 años después ha aprendido a gritar como el que más, pero le molestan infinito los gritos ajenos.

Un niño que, con 3 años, ejercía de “padre”, salvador y protector, de su hermana de 2 y que nos miraba con recelo porque no nos conocía, y no sabía si la íbamos a cuidar bien, aunque para sí mismo se mostrara confiado.

Un niño que, a pesar de que esperamos un curso a escolarizarlo, para que se adaptase bien a su nuevo entorno y a su familia, y entrase al cole a la par que su hermana, su primera pregunta al informarle de que iban a empezar el cole fue: “¿Y voy a dormir allí?”

Pusimos todo nuestro empeño en explicarle qué era el cole y para qué servía y en convencerle que SIEMPRE estaría esperándole en la puerta. Jamás le he dejado ni siquiera a comer en el comedor…sin embargo, para él siempre ha sido un lugar hostil, siempre a la defensiva de profesores y compañeros. Eso sí, siempre de frente, siempre noble, no tiene doblez.

El sistema educativo no fue amable con él, ni con él ni con muchos otros que no se ajustan a los estrechos márgenes que marcan, folios y folios de expediente y de pruebas de orientación encaminadas, no a buscarle a él, no a saber quién era y como sacar su mejor versión, sino a encontrar esa “etiqueta” que, a ser posible, medicación de por medio, hiciera que se ajustara a lo que les venía bien que fuera.
Este sistema generó en él una ansiedad que lo llevó a estar medio curso de baja ya con 6 años. Los mejores meses de su etapa académica, sin duda. Él los cursos siguientes, solo me pedía que le volviesen a dar la baja, que era como mejor se estudiaba…en casa. Si no hubiera tenido tanto miedo a tantas cosas, posiblemente, estudiar desde casa hubiera sido la mejor opción para él, porque su sufrimiento en el cole nos ha hecho pasar muchos malos ratos a todos.
Intentando buscar el mejor lugar para él, hemos pasado por varios colegios: de la escuela rural pública, a un concertado en la ciudad, de la ESO  a la FPB….en todos ha habido maestros más involucrados, vocacionales, que intentaban preocuparse y mirar por él y otros que, como yo digo, estarían mejor de funcionarios en Hacienda porque, desde luego, la infancia no es lo suyo.

Sí que hay un cambio total de la Primaria a la Secundaria, muy negativo, porque el sistema disciplinario machaca a estos chavales, como mi hijo, con los impulsos a flor de piel, que viven a la defensiva, que no aceptan de buen grado lo que no entienden, que se sienten atacados en muchas ocasiones por comentarios o actitudes no tan mal intencionadas como ellos interpretan…

Los padres vivimos todo esto como un calvario, no sabes como acertar…muchas veces tampoco tienes los conocimientos suficientes para explicar que es lo que le pasa exactamente a tu hijo, cuando los tienes, e intentas hacerte entender, te miran desde su percepción y te sueles oír, como poco, que lo estás sobreprotegiendo y no les estás haciendo ningún bien… Si cognitivamente lo ven capaz, y no solo eso, además bastante inteligente (le llegaron a hacer pruebas por si tenía altas capacidades), la etiqueta de disruptivo y vago ya no se la quitas ni con agua caliente porque “poder puede, pero no quiere”.

Y tú les vuelves a explicar que no, que no puede…que le faltan muchas herramientas emocionales, que tiene muchas lagunas, que él está continuamente a la defensiva, en tensión, con ansiedad y que así es imposible aprender, imposible que se centre, imposible….

Resulta que luego lo sacas del cole, y te das cuenta que en cualquier otro ámbito se maneja bastante bien: deportes, actividades de ocio, incluso conciertos de música clásica, pero en el cole se empeñan en que aceptes que es un TDAH y lo mediques para que deje de dar mal.

¿Cómo va creciendo un niño con estas experiencias? ¿Qué autoconcepto va generando de sí mismo?

Pues que es un fracaso, que nunca va a ser capaz de lograr nada bueno en la vida, como decía el nuestro de más pequeño: que va a acabar en una cuneta sin dinero, sin trabajo y sin nada porque, si no era capaz de sacar los cursos adelante, como iba a ganarse la vida…y lo ves sufrir lo indecible mientras le ves todo su potencial y sus capacidades.
Y buscas recursos, y luchas por él, y trabajas cada día en casa lo mejor que puedes su autoestima (aunque cometas muchos errores), sus capacidades, el apego, que se vincule bien….pero una mañana en el cole echa por tierra todo lo trabajado durante días… y vuelves a empezar.

Y ahora que llegan los 18?

¿Cómo lo lanzas al mundo de los adultos?
Pues con temor y temblor…porque no va a ser fácil.

En ocasiones, ellos son su propio freno. Se vienen arriba, se animan a hacer algo, incluso un proyecto propio, tienen creatividad, iniciativa pero, a la menor dificultad, en cuanto sale un tropiezo, les asaltan todas sus inseguridades y se bloquean. Y ese bloqueo les perturba de tal manera que ya están un buen tiempo paralizados, sin ser capaces de gestionar todo eso que les pasa, todo lo que se les ha removido.

Se les instala el “no voy a ser capaz” a la menor dificultad y hay que tener la paciencia de acompañarlos, motivarlos, volverlos a animar….y esperar a que ellos lo vayan digiriendo.

Podríamos decir que vamos, como dice la canción “un pasito pa’lante, un pasito (o varios) pa’tras”.

Aunque tú creas en él, aunque sepas de sus capacidades, de sus fortalezas, de todo lo que puede dar, también eres consciente de sus debilidades, de las dificultades “no visibles” que van a volver a surgir cuando se tenga que enfrentar, por ejemplo, a un jefe.
Con su sentido “particular” de la justicia (normalmente con mucho sentido común pero muy poco realista) es complicado saber como va a reaccionar si hay un conflicto laboral, si tiene que acatar una orden que él no vea justa “porque sí”.

En mi caso, con 17 años, ya está trabajando. Tiene un mini trabajo (2h semanales) con su correspondiente mini sueldo…pero estando las cosas como están, en un año tan complicado como este a mí me parece un logro inmenso…han confiando en él personas para hacer algo que, además, le apasiona.

Sin embargo, tampoco veo que él le de tanto valor como yo le doy, a veces, cuando les sucede algo que es realmente bueno, no lo valoran mucho…es como si no se sintieran muy “dignos” de merecer conseguir algo que es un logro y que, otros muchos, la mayoría, a su edad no han conseguido. No se valoran lo suficiente como para que esos logros les sirvan de base segura para seguir avanzando.

Ahora ya tenemos un trabajo y un sueldo ¿y cómo gestionan ese dinero? ¿son capaces de tener una previsión y una organización? Pues la mayor parte de las veces, tampoco. Sueñan tejas arriba cuando tengan un sueldo mayor en comprar esto y aquello, cosas que no son más que caprichos y les parece que va a ser infinito, o que cualquiera gana una barbaridad por detalles externos que no tienen ninguna relevancia. Echan cuentas de utilizar un mismo sueldo para un montón de cosas….y no es que sea frivolidad o fantasía, aunque algo hay también de eso, es una incapacidad de organización que hay que ir trabajando con ellos, poco a poco, dejarles que vayan aprendiendo por sí mismos pero sin dejar de estar atentos a como lo van manejando.

Uno de sus mayores anhelos es tener el carnet de conducir para poderse mover sin depender de nosotros. Vivimos en una zona rural y es cierto que las combinaciones de transporte público son muy deficientes. Vamos a ver como lo gestionamos. Por una parte tendrá que estudiar la teoría y se tendrá que volver a enfrentar a los estudios y los exámenes de los que tan mala experiencia guarda…y por otra parte está la práctica, hay que estar pendiente de muchas cosas a la vez al principio, y con su impaciencia, su nerviosismo, va a haber que echarle paciencia, mucha paciencia al aprendizaje. Igual me sorprendo y resulta que no pero, de primeras, hay que estar muy seguros de que es capaz, un coche es un coche con todos los riesgos que ello comporta.

Indudablemente, el otro gran tema de las vidas adultas son las relaciones personales.
Algunos socializan muy bien, como es nuestro caso (aunque costó mucho conseguirlo y que supiera relacionarse) hace amigos por donde pasa, es muy amigo de sus amigos, y sufre mucho con las decepciones, siempre hay un algo de “porque no me acepta, o porque me trata mal” que les conecta con su herida de abandono, de no ser suficientes para los demás. Sin embargo hay otros chicos a estas edades que son incapaces de establecer unas relaciones saludables y eso dificulta mucho su manejo en la sociedad, o les hace más difícil la integración en cualquier ambiente que quieran moverse.

Y luego están las parejas, a mí me preocupa mucho como se relacionan, siento mucha dependencia emocional, necesidad de estar con “alguien” no digo a cualquier precio, pero sí aunque no estés realmente bien, aunque sea un baile de idas y venidas, de encuentros y desencuentros que también les hacen mella.  A mí me hubiera gustado que fueran más despacio, que empezaran más tarde pero claro, los hijos no vienen a ser como nosotros quisiéramos, vienen a ser ellos, tal como son. Hubiera querido que fueran  más maduros, que estuvieran más “hechos” pero no ha sido así.

Una pareja que esté realmente a su lado, que sume, que aporte, que los entienda, que los acepte (con sus luces y sus sombras) que les haga ver lo valiosos que son pero también cuando se equivocan…ufff no sé, igual estoy pidiendo demasiado…pero para un hijo todos soñamos en grande y ellos se merecen tener relaciones que vayan quitando cicatrices y no añadiendo otras, aunque sean inevitables.

Concluyendo: nos queda mucho camino por delante. Ya nos decían hace años en la escuela de familia de  AFADA que educamos a 21. Los años que quedan por delante, si cabe, son aún más complicados porque van ganando una independencia, una autonomía, para la que no siempre están preparados… y ya no te quieren de la mano. Como buenos adolescentes que son, ellos necesitan marcar su territorio y establecer una distancia con nosotros, tener su propia identidad que, quizá en nuestras familias, algunos necesitan hacer más patente por aquello de no tener espejo biológico. No esperan parecerse a tí, no eres su único referente…y para encontrar referente solo tienen incertidumbres o quizá algunas certezas dolorosas, que no sé que es peor…

¿Qué creo yo que podemos hacer? Seguir acompañando, no queda otra. Quizá ahora, en lugar de acompañar cogidos de la mano, hay que ir un paso detrás, y dejarles su espacio pero sin quitar ojo de como se manejan, de donde tropiezan…y cuando vuelvan magullados, estar ahí con el botiquín, la paciencia y la escucha y que sepan, sin ninguna duda, que siempre vamos a ser el puerto seguro al que volver. El lugar donde recuperar fuerzas, en el que quedarse cuando necesiten “reparación”.

De una letra de una canción que me gusta mucho os dejo esta frase:

“Nunca camines delante mío, puedo no seguirte

nunca camines muy detrás mío, puedo no guiarte

pero si caminas al lado mío, puedo acompañarte”.

 

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