Llevar a nuestros hijos al colegio debiera ser un tiempo de tranquilidad para nosotros, de cesión de cuidados y protección en las horas que nuestros hijos pasan en la escuela. Pero lejos de eso se convierte en una de nuestras principales preocupaciones. Que vayan al colegio se convierte en una situación que añade más estrés y tensión a nuestras vidas. (Y a las suyas).
Los dejamos en el colegio con el estómago encogido, lo hacemos conteniendo la respiración porque no sabemos con qué se van a tener que enfrentar. No lo sentimos a salvo.
Pasamos muchas mañanas pendientes de una llamada, que puede o no producirse, y cuando los recogemos, lo hacemos con mucha incertidumbre, porque no tenemos ni idea de todas las situaciones que ha tenido que afrontar…
Con sus compañeros (algunos mal llamados así), con sus maestros y sus exigencias poco ajustadas y su actitud hacia ellos, o con sus propias cabecitas que les juegan malas pasadas en cosas tan difíciles como es, a veces, estarse quieto y atento durante horas, perderse organizando la tarea o un cambio o transición de clase que les puede suponer un mundo.
La escuela es un campo de minas para muchos de nuestros hijos, ¡pero es que el recreo puede ser peor!, por sus dificultades para seguir las reglas de los juegos o para relacionarse con sus compañeros. Pueden ser (y son) presa fácil para los muchos depredadores que ya sabemos que abundan en los colegios, y que, si antes eran casos raros, ahora lo consideramos como algo muy posible que sufran nuestros hijos. Y lo peor es que lo enfrentan también solos y a veces en silencio.
Así que, si dejamos a parte las redes sociales, los móviles y tabletas, la escuela es lo que más amarga la vida familiar, y con el tema de la escuela lo pasan mal tanto las familias, como los niños (sobre todos los niños) pero también los docentes.
Por eso necesitamos construir una relación entre la familia y colegio, escuela o instituto, pero una relación que sea respetuosa, que transmita ánimo y valore los esfuerzos que hacemos tanto unos como otros.
¿QUÉ TIPO DE APEGO O RELACIÓN TENEMOS CON LA ESCUELA DE NUESTROS HIJOS?
Creo que saber de qué tipo es nuestra relación, el tenerla bien tipificada, nos puede ayudar para trabajar en cómo solucionarlo.
También el conocer muy bien cosas cómo qué mecanismo de defensa es el que usa nuestro hijo, esa forma de reaccionar que le ayudó a sobrevivir en la institución o cuando presenciaba o sufría violencia. Esos mecanismos de defensa que aprendieron desde muy pequeños como reacción al sufrimiento que estaban experimentando en aquellos momentos, y que posteriormente continúan usando, aunque haya desaparecido ese ambiente hostil.
Igual que a nosotros como familia nos ayuda el entender el porqué de las dificultades de nuestros hijos, tenemos nosotros la ardua tarea de hacer entender a los maestros y profesores de donde parten esas dificultades que seguro ellos observaran en nuestros hijos, porque si nunca han tenido un alumno como él en clase, tal vez no hayan podido comprender el reto específico de los niños adoptados, ni sepan de los efectos de la institucionalización o el maltrato.
Es bueno compartir las claves para interpretar cuando el niño puede sentirse inseguro o donde estriban sus mayores dificultades.
Como padres tenemos que estar atentos y más que mediadores vamos a tener que hacer las veces de traductores- intérpretes de nuestros hijos, haciendo una ardua labor con cada uno de sus tutores, año tras año, y hasta con cada uno de los maestros que se lo pongan difícil.
Nuestras expectativas no son irreales. No debemos admitir que nadie ponga techo a su capacidad. Lo que queremos es formar equipo con la escuela para conseguir la manera de desarrollar al máximo todo su potencial. No en comparación con los demás niños, sino en relación con él y sus avances y solo vamos a conformarnos con que nuestro hijo llegue a ser lo mejor que pueda ser.
Muchos de nuestros hijos, debido al abandono, se sienten «defectuosos», y en las manos de sus profesores está el cambiar esa visión que tienen de sí mismos. El problema surge cuando la escuela sirve de refuerzo a esa idea de que no son válidos.
Vamos a tener que ayudarles en todo lo posible para transformar el colegio de un lugar, a veces implacable e inhóspito para nuestro hijo, en un espacio educativo que pueda dar respuesta a sus necesidades. ¿Cómo? Haciéndoles entender que los traumas pueden disminuir significativamente la capacidad del cerebro para almacenar y usar la información que un niño recibe en la escuela. Explicándoles que esos traumas no salen en los TAC, pero están ahí y les provoca que tengan dificultades que impiden que se desenvuelvan en su día a día de manera normal y les causan muchos problemas.
En la batalla con la escuela, un mejor conocimiento de nuestros hijos, una mejor comunicación, y una ardua tarea de paciencia, empatía y búsqueda de estrategias para poner a sus profesores a favor y a ayudar a nuestros hijos, han de ser nuestras herramientas para construir una escuela que además de un lugar de conocimiento, también sea de acompañamiento.
Resumen del taller impartido por encargo del grupo CO-FORMA-RA sobre la importancia del trabajo que hay que hacer entre escuelas y familias.
LECTURAS RECOMENDADAS (Descárgate el archivo pdf)
You must be logged in to post a comment.