Epigenética y Escuela. ¿Qué estamos permitiendo que suceda, o mejor dicho que no suceda? Por Mercedes Moya

Llevo años tratando de intentar aprender y entender las secuelas de la adversidad sufrida por mis hijos y niños como ellos, adversidad que he visto en muchos niños; el abandono, la institucionalización, la desnutrición, la falta de estimulación que ocasionan cada una y por separado; consecuencias psicológicas, emocionales y sociales, estancamientos en su desarrollo, retroceso con las habilidades intelectuales, dificultad para integrarse, para organizarse, mal manejo de las emociones o deficiente auto-control. Pues podemos imaginar los estragos que hacen cuando se juntan todas.

Años leyendo, informándome, asistiendo a charlas, hablando con los ponentes de esas charlas, recogiendo su trabajo y divulgándolo desde esta web. He tenido que aprender términos difíciles en libros y artículos de especialistas que me ayudaron a entender y detectar las necesidades específicas de mis hijos para poderles ayudar, a veces directamente y otras, -muchas-, para que otras personas les entendieran y ayudaran.

Y hoy quiero destacar a  Rosa Mª Fernández, bióloga y madre adoptiva, que ha escrito mucho sobre el “Por qué les cuesta aprender a mis hijos? ”.  Ella escribe y habla de una manera tan franca y accesible que es fácil identificarse, “Nosotros como padres vamos en bragas a la adopción, pero los especialistas no pueden permitirse estar desinformados. Ni médicos, ni psiquiatras, ni maestros, ni psicólogos. Yo como madre, puedo ser una ignorante; los profesionales no.” Esto lo dijo en una charla ”Las huellas de las experiencias tempranas en el cerebro” en el 2017.

Desgraciadamente he podido comprobar cuatro años después, que eso con los profesionales no es así, al menos todavía en el ámbito escolar no se sabe ni se entiende lo suficiente aún.

Madre tras madre, padre tras padre, se asoman cada día a las páginas de esta web, a nuestras redes o a nuestro correo buscando información que ayude a sus chiquillos para facilitársela a los tutores y orientadores de sus hijos, (la última prueba es la masiva descarga de la Guía para Dificultades de Aprendizaje en la Escuela) y aún comentan que muchos no reciben de buen grado esta información, y eso que esta guía está elaborada por docentes y desde el campo de la educación, para que no sientan ningún tipo de «intrusismo».

Yo misma como madre y en ese mismo papel, he intentado traducir muchas veces lo que me esforcé en entender y aprender; ser puente para explicar esos términos que revelan lo que todos los niños y niñas que han sufrido abandono y negligencias están sufriendo en la escuela, para que lleguen a entenderlos y ayudarles, y este mismo post es otro intento más de ello, de explicar porqué es tan importante que en la escuela se conozca el Trauma por Adversidad Temprana y porqué es tan importante que los docentes y la escuela hagan algo urgentemente para ayudar a nuestros niños.

Ya es difícil crecer y aprender para que el profesor lo convierta, además, en algo trágico.” (Martina Martínez Tuya) esta frase de su libro Adolescencia Confusa, me impactó y me llevó a reflexionar sobre los estragos o las bondades que la escuela o el instituto puede hacer a un niño, y aún peor si ese niño ha sufrido neglicencia o maltrato en sus primeros años de vida. Pone la piel de gallina.

Por lo que he podido aprender, nuestro cerebro viene determinado por nuestra genética, que depende de nuestros padres biológicos, pero La genética no determina lo que somos. Hay factores ambientales que pueden modificar esto: “lo que yo vivo durante mi vida puede modificar mis genes” (Rafael Benito Moraga, Psiquiatra y Traumaterapeuta).

Es irrefutable: el medio ambiente influye sobre los genes y no solo sobre la conducta. No cambia la secuencia del ADN, pero moldea la expresión de los genes. Cada uno de nosotros venimos con nuestro genoma, pero no todos los genes se activan. Se activan unos sí y otros no. ¿Y qué los activa? El entorno. El cerebro será esculpido por el entorno y lo hará a través de procesos epigenéticos.

¿Qué es la epigenética?

La epigenética es lo que explica cómo actúan los estilos de vida sobre los genes.

El entorno actúa sobre los genes. Y  ese entorno es también la escuela.

El carácter reparador de la escuela y el ambiente en el que se eduque a los alumnos puede modificar sus genes.

Y su cerebro:

«Que la experiencia, la educación recibida, marca nuestro carácter, nuestra forma de ser y también la manera de concebir el mundo que nos rodea, parece algo evidente. Pero lo que no se podía imaginar es que llegase a producir unas huellas cerebrales, unos cambios anatómicos, que perdurasen con los años.» Rosa Fernández de su libro Entre Hipocampos y Neurogénesis. ¿Por eso le cuesta tanto aprender a mi hijo?

La educación es un factor de protección cerebral. “La mejor inversión de la sociedad es en el cerebro de los ciudadanos…” “Hoy lo más importante de un país es el cerebro de su gente. (Facundo Manes, neurólogo, neurocientífico).

Casi es de perogrullo: La educación, y sobre todo el aprendizaje, tiene un impacto en el cerebro de los niños.Por lo que tenemos que darnos cuenta de que lo que hagan los docentes y educadores está teniendo repercusión, incluso genética en sus alumnos, porque con la educación se están activando genes que si no estarían dormidos.” (J.A.Marina)

¿Qué estamos permitiendo que se haga, o mejor dicho que no se haga con ellos?

Todos sabemos la importancia que tiene la educación. El proceso de convertir la inteligencia en talento lo realiza la educación. El aprender a manejar la información, a gestionar las emociones, el desarrollar la capacidad de aprender y el gusto por aprender.

Debemos preocuparnos y mucho por lo que estamos dejando pasar y que no pase en la educación de nuestros hijos, y aún más todavía en la de los niños y niñas que por haber sufrido adversidades en su infancia temprana tienen problemas de aprendizaje y de comportamiento. Los comportamientos tienen que ver con la inteligencia ejecutiva, (otra de las cosas que he aprendido) con carecer de las habilidades esenciales de autorregulación y planificación que usamos cada día para prácticamente todo. Las funciones ejecutivas son las que nos ayudan a planificar, organizar, tomar decisiones, permutar situaciones o pensamientos, controlar nuestras emociones e impulsividad y aprender de los errores pasados. Si no funcionan bien, el día a día se convierte en un desastre. Los niños no nacen con esa inteligencia ejecutiva sino que tienen que adquirirla. El niño va a configurar su talento con la ayuda de los demás. Y a muchos niños nadie les ha ayudado a desarrollarla en condiciones.

La escuela es una oportunidad de oro para proporcionarles esa ayuda, pero el sistema educativo se empeña en centrarse en proporcionar básicamente conocimientos a los alumnos y muchos niños no pueden adquirir esos conocimientos porque su día a día en el aula es una lucha por sobrevivir en un entorno hostil. No estoy exagerando. La escuela lejos de ayudarles les estresa. A ellos y a sus familias.

Cada día más el rol del docente no debe de centrarse en trasmitir la información, porque la información está disponible a golpe de click. Sino que deberá reinventarse, motivar y enseñar, más que materias, habilidades.

«El cerebro humano aprende básicamente cuando algo nos motiva, nos inspira, y nos parece un ejemplo».( Facundo Manes)

Por eso el docente es tan importante: como agente motivador del aprendizaje. Y  su formación debe ser un proceso continuo que desarrolle sus competencias, habilidades y capacidades disciplinares y personales, y debe perder el miedo, entre otras cosas, a establecer vínculos con sus alumnos.

Una de las asignaturas pendientes en el sistema escolar es conocer la dificultad en la creación de vínculos profundos que tienen tantos chicos y chicas que han sufrido fatalidades en su primera infancia. La dificultad para socializar que parte de esa falta de cuidados, de ese nulo sentido de pertenencia que tienen estos chicos y chicas, de pertenencia a una familia, a un grupo, a una clase. La falta de confianza crónica en los demás que les obliga a esa hipervigilancia continúa y sostenida en la escuela, en donde son los más vulnerables, incomprendidos e injustamente tratados por sus maestros que, desconocedores del tema, piensan que se trata de un problema de falta de disciplina.

Cuando el profesor es consciente de lo que le sucede a ese niño cambia la mirada hacia la comprensión de las dificultades del alumno con T.A.T, su capacidad de apreciación cambia, y la actitud del alumno también, «Si tú confías en mis posibilidades, yo podré sentir que es posibleAnabel González (Psiquiatra y experta en trauma) volviéndose la experiencia con la escuela más positiva para todos.

Pero en esto estriba la pericia y magisterio del docente “Para los déficits tenemos que apoyarnos en los recursos que tienen los alumnos.” (J.A.Marina)

Porque no hay enseñanza, si no hay aprendizaje. El docente tiene que comprender y conocer cómo educar y atender a los alumnos que han sufrido Adversidad Temprana. Marina dice “los docentes, tenemos que tener la sabiduría suficiente para poner a cada niño un tipo de tarea en que sienta que triunfa, porque una vez que ha sentido esa experiencia, va a querer repetirla; ya ha picado el anzuelo de la educación.”

A cualquier niño le interesa pasarlo bien, ser reconocido, o sentir que progresa. Esas notas negativas, esas anotaciones en el Ipasen, no van a ayudar a motivarle, al contrario, Marina dice «Todo niño tiene derecho a experimentar el éxito en la escuela». Porque hay niños que salen de la escuela sin haber tenido una impresión de éxito. Al contrario, para muchos la escuela, el instituto, es un reto difícil de superar. Ayudarles a que lo consigan debe ser el gran objetivo educativo inmediato. Porque en ello les va la vida.

Y volviendo a la epigenética, comparto unas palabras que oí a Rafael Benito en una charla “Hay estructuras sociales que pueden favorecer la resiliencia o al revés, que pueden entorpecerla. No hay datos por cultura etnia o raza, pero sí que el tipo de sociedad de donde proceda o se desarrolle el niño va a ser relevante. Hay muchas circunstancias que hacen pensar que determinados entornos culturales pueden promover capacidades que emergen en determinados momentos.»

La escuela es un entorno decisivo, dándoles puntos de apoyo cambiarán su vida, en el presente para sanar y ayudar a reparar el daño sufrido en el pasado por muchos de sus alumnos, y en el futuro para que consigan una vida mejor y ¡hasta para mejorar a las próximas generaciones! Es una gran responsabilidad y tiene que asumirla y empezar ya. No hacen falta grandes medios sino grandes personas, grandes docentes.

Os recomendamos descargar la Guía Dificultades de Aprendizaje en la Escuela por Trauma por Adversidad Temprana (T.A.T.) Guía para la Detección y Ayuda.

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